Vie Abr 19, 2024
19 abril, 2024

La criminal intervención imperialista se complica

Hace unas semanas la intervención imperialista “limitada y puntual” en Siria parecía inminente. 

“He decidido que EE UU debe actuar militarmente en Siria”, anunciaba un desafiante Obama y, aunque carecía de la cobertura de la ONU y la OTAN, se daba por sentado que acometería esa empresa al menos con el concurso del Reino Unido –su principal aliado- y el de Francia.
Pero las cosas se fueron empantanando y lo inminente fue transformándose en incierto. El 29 de agosto, como raras veces en la historia, el parlamento británico frenó las intenciones de un primer ministro, en este caso David Cameron, de atacar un país extranjero. Cameron, ante el papelón internacional, no tuvo otra opción que “acatar” la decisión de los Comunes y con eso complicó aún más los planes que con tanta pompa anunció Obama. Según encuestas, únicamente el 25% de los británicos apoyaría una actuación militar en Siria.

En Francia, a partir de este hecho, la oposición a Hollande comenzó a presionar para que cualquier tipo de decisión militar sea aprobado por la Asamblea Nacional, algo sin precedentes en uno de los países con más peso presidencialista en Europa. El presidente francés, que se ha mostrado deseoso de participar de una empresa que le pueda rendir una mejor posición en Oriente Medio y en la arena internacional, sobre todo ante la inesperada salida de escena del Reino Unido, parece haber sorteado ese escollo al mantenerse firme frente a la oposición y convocar un simple “debate extraordinario informativo” en el parlamento galo. Sin embargo, esos roces arrojaron un manto de dudas sobre la oportunidad de esa decisión, lo cual aumenta la presión sobre Hollande.

No es casual que haya matizado su discurso y trate de mantener cierta distancia de la contundencia y apresuramiento de su homologo norteamericano sobre atacar a Siria, esgrimiendo argumentos como “esperar el informe de la ONU sobre el uso de armas” o la insistencia en “buscar el mayor consenso internacional posible”, aunque es claro que Hollande está dispuesto a acompañar una acción de EEUU. En Francia, según sondeos, 68% de la población es contraria a un involucramiento militar de su país en Siria.

Para hacernos la idea del punto al que llegan las contradicciones en carpas imperialistas, hasta el papa Francisco se manifestó en contra de esa intervención militar. 

En esas condiciones, Obama llegó a la reunión del G-20, donde tampoco consiguió un posicionamiento favorable categórico a sus planes militares. Tampoco salió con las manos vacías, pero se tuvo que conformar con una declaración firmada por unos 10 países (España, Francia, Reino Unido, Alemania, Italia, Turquía, Japón, Corea del Sur, Arabia Saudí y Australia) que plantea, en general, que el régimen de Al Assad merece una “respuesta contundente”, sin definir claramente el cuándo ni el cómo.
 
Las dificultades de Obama en el Congreso norteamericano

Viendo reducido su arco de alianzas, Obama anunció el sábado 31 de agosto que sometería su decisión al Congreso, algo inédito, por lo menos en la historia reciente, cuando se trata de acciones militares. Sin duda se trata de una jugada arriesgada, pues existe un abanico de intereses y un nutrido sector opositor en el Capitolio, pero al mismo tiempo hábil, pues lanza el peso de la decisión -con todos sus costos políticos- al Congreso. Es así que la decisión de atacar o no podría demorar varios días, pues los congresistas estadounidenses están en receso.

A pesar de las declaraciones que restan importancia a la negativa británica de respaldar su plan militar y reafirmar que, si fuese necesario, actuaria en solitario, lo cierto es que se abrió  una incertidumbre en las altas esferas políticas.

En ese marco, Obama comenzó una serie de consultas con los líderes parlamentarios de los partidos republicano y demócrata, John Boehner y Nancy Pelosi, respectivamente. Ambos comprometieron su apoyo, pero no garantizan una total disciplina de sus respectivas bancadas.

Metidos en un callejón donde está en cuestión hasta la “credibilidad” de la principal potencia militar del mundo, John Kerry, secretario de Estado, hace declaraciones casi a diario con exhortaciones encendidas a los parlamentarios: “la credibilidad de Estados Unidos está en juego y el Congreso hará lo correcto”. “Tenemos que demostrar que este país está unido y actúa unido en defensa de sus intereses”, insiste el canciller de Obama.

Hasta John McCain, conocido senador republicano y opositor a Obama, se ha sumado a estos llamados diciendo: “Si el Congreso rechazase una resolución como ésta, después de que el presidente de Estados Unidos se haya comprometido a llevar a cabo una acción militar, las consecuencias serían catastróficas”, aseguró al salir de una reunión en la Casa Blanca.

En ese vaivén de consultas, a la luz de toda la opinión pública mundial, se ve a un Obama insistiendo una y otra vez que su objetivo en Siria será “un acto limitado, reducido a la respuesta que se quiere dar”, una acción  “breve”, que “en ningún caso habrá tropas sobre el terreno” y que no tiene como meta “derrocar” a Al Assad sino “degradar la capacidad del régimen”. Kerry repite, a la defensiva, que “nuestra respuesta será increíblemente pequeña y limitada». En síntesis, todo el esfuerzo del gobierno de Obama es convencer de que su plan en Siria “no es como Irak”.

En Estados Unidos, la mayoría de la población está reacia a una nueva aventura militar: solo el 9% apoya las intenciones del gobierno y 59% cree que el Congreso debe decirle no al presidente. Aún si fuese comprobada la utilización de armas químicas por parte de la dictadura siria, sólo el 25% respaldaría una intervención, según una encuesta del Washington Post.
 
¿Una posible negociación?

Con sus planes cada vez más cuestionados, Kerry volvió a plantear que “apuestan por un proceso político” y abrió una puerta que podría significar una posible negociación con el régimen de Al Assad. Consultado sobre si existiría alguna posibilidad de frenar el ataque a Siria, dijo: “Claro que sí. Podría entregar todas y cada una de sus armas químicas a la comunidad internacional a lo largo de la semana”. 

Rusia, aliado de la dictadura siria, rápidamente tomó esas palabras y las transformó en una posible “alternativa de paz”, apoyó la “propuesta” y su ministro de Exteriores, Serguéi Lávrov, manifestó afirmó: “Exhortamos a los dirigentes sirios a ponerse de acuerdo no solo para poner los arsenales de armas químicas bajo control internacional, sino también para destruirlos a continuación y también para incorporarse plenamente a la Organización de Prohibición de Armas Químicas”.

Al tiempo, Cameron declaró que esa salida “sería un gran paso adelante», afirmó el primer ministro británico.

El régimen sirio, a través de su canciller, Walid Mualem, dijo: “Hemos escuchado la declaración del ministro Lávrov con atención y saludamos la iniciativa”.

Ante estas declaraciones, un portavoz de la Casa Blanca prometió “estudiar minuciosamente” esa propuesta.

Por supuesto, este ir y venir, no significa ninguna garantía de que el imperialismo no vaya a atacar a Siria, incluso en contra de su propio Congreso, pero propuestas como esta le pueden ofrecer una “salida elegante” si, por algún motivo, se ve en la necesidad de suspender el ataque.
 
¡Es posible derrotar la intervención imperialista!

Todos estos hechos, demuestran las enormes dificultades que tiene el imperialismo para intervenir militarmente hoy en el mundo, especialmente en el norte de África y Oriente Medio.

Esto se debe, sobre todo, al llamado “síndrome de Irak” que se expresa en el rechazo de amplios sectores de masas en los países imperialistas a que sus gobiernos se embarquen en nuevas y costosas aventuras militares, a partir de la derrota política y militar en las que acabaron las ultimas invasiones a Afganistán e Irak.

Aún está vivo, 10 años después, el impacto de los soldados muertos, los gastos multimillonarios, los abusos y atrocidades cometidas contra las poblaciones locales y, lo que en este momento tiene un impacto especial, el enorme fiasco que fue aquella invención de supuestas “armas de destrucción masiva” en Irak. En momentos de crisis, donde tanto en EEUU y en Europa los gobiernos atacan derechos y ha caído el nivel de vida de la clase obrera y el pueblo, nuevas aventuras militares se ven como un despilfarro innecesario de recursos que no se tienen.

Ese sentimiento de las masas y el consecuente rechazo es un elemento sumamente progresivo que debe ser estimulado hasta transformarlo en oposición consciente y organizada, movilizada, contra los planes de los gobiernos imperialistas de atacar otros países.

De ahí el sumo cuidado, las idas y venidas de los gobiernos de las principales potencias para intervenir militarmente en Siria y en otros países. No es que no lo puedan o vayan a hacer, pero es un hecho que la acción militar no se ha mostrado como su primera opción, sobre todo en medio del poderoso proceso de revoluciones que sacude a la región. El norte de África y Oriente Medio es ahora un barril de pólvora y ellos lo saben.

Insistimos: nada de esto significa que el imperialismo esté completamente imposibilitado de intervenir. Lo más probable es que lo haga. La cuestión es que esto se le hace mucho más difícil, tanto para comenzar una acción militar como para definir sus objetivos y duración. Está prácticamente descartado, como el propio Obama recalca y recalca, que EEUU invada con tropas terrestres. No porque no quiera, no porque no tenga apetencias, sino porque no tiene condiciones políticas, correlación de fuerzas favorable, para hacer esto. Y eso es producto de la heroica resistencia iraquí y afgana, que derrotaron al imperialismo en una guerra prolongada y al impacto que esto causó en la población de los principales países imperialistas. Esto se está mostrando muy importante para el actual desarrollo en las revoluciones en el llamado mundo árabe, pues el imperialismo ya entró con limitaciones para intervenir como gustaría y podría hacerlo.

Es momento para redoblar esfuerzos e intensificar la oposición y la movilización a los planes imperialistas de intervenir en Siria, organizando movilizaciones en los países imperialistas. Frenar un ataque militar a Siria sería, sin dudas, una victoria del movimiento de masas y un serio traspié de Obama y sus socios imperialistas.

Sería una conquista pues esa intervención tiene el objetivo de intentar controlar y derrotar a la revolución por dentro, para que EEUU y sus socios puedan estabilizar el país y la región. El imperialismo no persigue en Siria ningún interés humanitario sino las más viles intenciones colonialistas y contrarrevolucionarias. Un ataque militar estadounidense sin duda causaría más sufrimiento y muerte entre el pueblo sirio, que desde hace dos años y medio viene soportando todo tipo de martirios.

Es por eso que estamos completamente en contra de la intervención militar que Obama planea y, al mismo tiempo, denunciamos a las propias direcciones del campo rebelde, como las cúpulas del Ejército Libre de Siria y del Consejo Nacional Sirio, que claman por una acción militar imperialista. Esto no es otra cosa que abrir las puertas a la contrarrevolución.

Al mismo tiempo en que debemos rechazar cualquier tipo de intervención militar en Siria, se impone hacer una dura exigencia a todos los gobiernos del mundo a que rompan relaciones comerciales y diplomáticas con la dictadura siria y que envíen armas pesadas, medicamentos y todo tipo de ayuda material, sin condiciones de ninguna naturaleza, a las milicias rebeldes y los Comités Locales de Coordinación, para que sean éstas las que puedan derrocar al sanguinario dictador sirio.

La lucha implacable contra de los planes militares de Obama en Siria se debe dar en el marco de un incondicional apoyo a la causa de la revolución siria y una posición categórica a favor de una victoria militar rebelde, levantando la consigna de: ¡Abajo la dictadura de Al Assad; No a la intervención imperialista!

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