En esta última edición de 2022, proponemos una discusión sobre el carácter del gobierno de Lula-Alckmin y los desafíos para la clase trabajadora.
Por: PSTU Brasil
Hay una expectativa comprensible de la clase trabajadora y de la juventud hacia el nuevo gobierno. Sobre todo, después de las atrocidades cometidas contra la clase y el pueblo pobre en los últimos años.
Tuvimos casi un millón de muertos en la pandemia; desempleo en masa; reformas que eliminaron derechos históricos, como la laboral y la previsional; además de una brutal ofensiva contra los más pobres en las periferias, profundizando el sufrimiento de las mujeres, negros y negras, LGBTQI+ y pueblos indígenas. E, incluso, ataques contra las libertades democráticas.
Precisamente con este sentimiento queremos dialogar. ¿Resolverá nuestros problemas un gobierno que, desde un principio, promueva el pacto de continuidad de este modelo capitalista, cada vez más salvaje? Pensamos que no. Y vamos a explicar las razones.
Pero, antes, es importante llamar la atención sobre un hecho que ocurrió mientras cerrábamos este número. En Brasilia, unas pocas decenas de bolsonaristas protagonizaron un motín golpista, frente a la mirada omisa de la policía y sin que nadie fuese preso. La extrema derecha sigue organizada y solo será verdaderamente derrotada con un cambio en las condiciones que permitieron su surgimiento y con la movilización independiente de la clase, incluida su autodefensa.
Un gobierno al servicio del capital
El nuevo gobierno forma parte de una alianza con sectores del imperialismo, como Biden (EE.UU.), Macron (Francia) y la mayoría de gobiernos de la Unión Europea; así como con las multinacionales y con la autocracia china, el mercado financiero y sectores del agronegocio. Todos estos se benefician con la miseria de la clase trabajadora.
Un programa común con los capitalistas no revertirá la tendencia de decadencia y empobrecimiento del país. Ni el proceso de recolonización del Brasil por los países ricos y las multinacionales.
Es decir, no rompe con el proceso estructural de sumisión del país, responsable de la degradación y crisis cada vez mayores por las que atravesamos. Solo propone gestionar esta decadencia de manera diferente a Bolsonaro-Guedes, pero sin romper con este sistema capitalista que genera este caos social y económico.
Por ejemplo, al mismo tiempo que Lula afirma que “no habrá más privatizaciones”, designó al expresidente del Banco Fator, Gabriel Galípolo, para la Secretaría Ejecutiva de Hacienda. Simplemente, el mismo banquero que estuvo a cargo de la privatización de Compañíaa Energética de São Paulo (Cesp) y Compañía de Aguas y Saneamiento de Rio de Janeiro (Cedae).
Al mismo tiempo que pronunció un discurso en defensa de la educación pública, el PT montó un grupo de transición con mayoría de representantes de los grandes tiburones de la enseñanza. ¿Cómo avanzar en la educación pública con las grandes empresas privadas al frente, que se enriquecen precisamente con la creciente precarización de la educación?
La justificación para las alianzas con la burguesía, la derecha y el Centrão es que estarían actuando para “acumular fuerzas” y derrotar a la extrema derecha. Pero, proponerse gobernar defendiendo el capitalismo y con los enemigos de los trabajadores no ayuda a acumular fuerzas para los trabajadores, sino para la derecha.
Esto porque quita el protagonismo de los trabajadores y trabajadoras, sometiéndolos al apoyo a la burguesía. El resultado de esto es una clase más desarmada, desorganizada, vulnerable y hasta entregada a la extrema derecha. Ya vimos esto suceder en el primer mandato de Lula.
Alternativa socialista y revolucionaria
En este momento, la clase obrera tiene dos tareas fundamentales para evitar que los sufrimientos continúen y se profundicen.
La primera es buscar construir toda unidad de nuestra clase para luchar contra los ataques de los capitalistas y del nuevo gobierno de Lula, contra los despidos y el quite de derechos, buscando revertir todos los ataques de Bolsonaro, como la Reforma de la Previsión, además de la Reforma Laboral de Temer y las privatizaciones, tanto las ya hechas como las que están en curso.
También necesitamos exigir que las organizaciones de nuestra clase no se dejen cooptar por el gobierno. De lo contrario, en lugar de avanzar, retrocederemos. En ese sentido, es necesario combatir las direcciones burocráticas que someten organizaciones de nuestra clase a la burguesía. Junto con ello, preparar la autodefensa contra la ultraderecha de Bolsonaro y su banda militar/civil, que estarán, en todo momento, preparando ataques contra nuestras libertades democráticas.
La segunda y más importante de todas nuestras tareas es la construcción de una alternativa política revolucionaria e independiente de la burguesía para nuestra clase. Es necesario avanzar en la construcción de una alternativa revolucionaria y socialista para que los trabajadores tengan un proyecto propio.
Una alternativa que apunta a la necesidad de atacar la ganancia y la propiedad del gran capital, con la expropiación de los multimillonarios y de las empresas más grandes, que dominan más de la mitad de nuestra economía. Ya no nos podemos quedar atrás de los diversos matices de proyectos de la burguesía.
Para hacer esto, necesitamos debatir, pacientemente, con nuestra clase; explicar el nuevo gobierno y por qué no se puede confiar en Lula-Alckmin. Organizar y fortalecer una oposición de izquierda, que sea una alternativa a un proyecto capitalista de alianza con los ricos y, también, la ultraderecha. Es lo contrario de lo que hacen sectores como el PSOL, cuando se adhieren al nuevo gobierno y llaman a los trabajadores a apoyar ese proyecto.
Artículo editorial publicado en www.pstu.org.br, 14/12/2022.-
Traducción: Natalia Estrada.