Vie Mar 29, 2024
29 marzo, 2024

El universo no está muriendo

Recientemente fue anunciado un descubrimiento terrible (se puede leer aquí, aquí y aquí): ¡que nuestro universo se estaría supuestamente muriendo! Astrónomos de varios países, utilizando algunos de los telescopios más potentes del mundo, compararon durante años la diferencia entre la emisión de luz de más de 200 mil galaxias hace 2 billones de años con la emisión actual. Y concluyeron que esta hoy es casi dos veces menor.

Por D., del POI de Rusia*

La noticia no llega a ser una sorpresa, pues se sabe que las estrellas brillan debido a la fusión de hidrógeno primordial remanente del Big Bang [1] en helio y otros elementos pesados. Y al morir, las estrellas todavía difunden este hidrógeno, disminuyendo de esta forma tanto su cantidad como su concentración. Esto impacta en la tasa de formación de nuevas estrellas, que nacen en menor cantidad, menores y, por lo tanto, irradian menos energía lumínica. Es esto lo que ha sido ahora detectado experimentalmente.

La cuestión es que este descubrimiento se está considerando como “prueba” de que el universo está muriendo. Que con menos posibilidades de formar estrellas, el universo se haría más oscuro y frío cada día, hasta que las estrellas dejen de existir y quede solamente una inmensidad fría, oscura y vacía, un universo muerto[2]. ¿Será verdad?

Un universo en desarrollo

La disminución de la cantidad y concentración de hidrógeno, combustible de la formación estelar es, de hecho, una prueba cabal de que el universo no se puede mantener para siempre en el estado actual. Que no fue en el pasado de la forma en la que lo conocemos hoy y que tampoco será así en el futuro. Pero no hay motivo para la tristeza, ¡pues este es un síntoma de vida y no de muerte! Al final, este combustible no está desapareciendo y sí transformándose en átomos cada vez más pesados, pasando por helio, litio, carbono, oxígeno, hierro, etc., a lo largo de toda la tabla periódica. Está formando elementos más complejos cada día, necesarios, entre otras cosas, para el surgimiento de la vida. No nos olvidemos de que cada átomo que compone a cada uno de nosotros (a excepción del hidrógeno) ha sido sintetizado en el interior de una estrella que ya explotó. Los restos de estas explosiones dan origen a otras estrellas y planetas, entre los cuales nuestro Sol, la Tierra y todo lo que hay en ella, incluidos nosotros mismos. ¡Somos literalmente hijos de las estrellas, generados en sus vientres y paridos en catastróficas explosiones de supernovas!

¡Que nos perdonen los actuales profetas del Apocalipsis, pero el universo muerto era el universo de algunos billones de años atrás, formado sólo de hidrógeno y helio primordiales, que no permitían el surgimiento de la vida! Es justamente la síntesis de elementos pesados a partir de la fusión nuclear estelar, síntoma de senilidad para tales agoreros, que permite que la materia se pueda organizar en formas más complejas, capaces de servir como base para la vida y más tarde para la consciencia, fruto más elevado de la evolución de la materia. Además, las estrellas primordiales, de 1ª generación, sin elementos pesados, no poseen planetas de tipo terrestre en sus órbitas y vivían apenas algunos pocos millones de años antes de explotar en supernovas. Este tiempo era insuficiente para la aparición y desarrollo de la vida en sus alrededores, que en el caso de la Tierra exigió algunos billones de años de estabilidad solar para surgir y evolucionar hasta el presente.

A pesar de haber pasado casi 14 billones de años desde el Big Bang, el universo cuenta todavía hoy con cerca de 99% de materia atómica conocida en la forma de hidrógeno y helio primordiales. Y su tasa de procesamiento es muy lenta. La cantidad de elementos pesados, además del litio, sigue siendo bajísima, pero a pesar de ello ya permitió la formación de estrellas de 2ª, 3ª y demás generaciones como nuestro Sol, galaxias, nebulosas, lunas, cometas, asteroides y planetas, ¡y por lo menos en uno de estos, de vida consciente! ¡Entonces no es que nuestro universo se esté muriendo y sí que se está recién despertando para la vida! Y sólo tenemos que esperar más vida a medida que se sinteticen más y más formas superiores de materia, cada vez más complejas, con estrellas con estabilidad suficiente para posibilitar las condiciones necesarias para tal.

Ya sobre un futuro muy distante, donde la tasa de formación estelar caiga a cero y ya no haya calor suficiente para sustentar la vida en ningún lugar del cosmos, no pasa de especulación, con prácticamente ninguna base científica. De acuerdo a lo que sabemos sobre la evolución del universo hoy, este será capaz de sustentar la vida como la conocemos por trillones de años. Especular sobre intervalos de tiempo mayores que este, considerando el actual nivel de conocimiento sobre la evolución del universo, no tiene ningún sentido. Como la materia sigue organizándose en formas cada vez más complejas, debemos esperar un universo cada vez más rico en posibilidades y no lo opuesto.

Es verdad que no se puede descartar teóricamente la posibilidad de que, en su permanente transformación, la parte del universo en la que nos toca vivir alcance estados en los que la vida como la conocemos hoy, basada en cadenas de carbono, se vuelva imposible. Pero tampoco se puede descartar la posibilidad de que, en un universo aún más complejo que el actual, con formas más ricas y elevadas de materia, este pueda posibilitar vida y consciencia en formas que ni siquiera hoy osamos soñar. En el actual estado de nuestro conocimiento, lo que sabemos es que, en la parte que podemos observar del universo, este está en expansión acelerada, sintetizando elementos químicos más pesados en el interior de las estrellas y que es capaz de sustentar la vida como conocemos hasta cualquier horizonte de tiempo previsible. Es un universo abierto de posibilidades, que se multiplican a cada instante. No será, pues, un universo más pobre, sino aún más rico en posibilidades en el futuro. Y si la humanidad, superando sus terribles contradicciones sociales, llega a este futuro distante, como firmemente creemos, tendrá material mucho más rico que el actual para trabajar en pro de su supervivencia ulterior.

La hipótesis “científica” del fin del mundo, versión “atea” del Juicio Final, también llamada “muerte térmica del universo”, que usa y abusa de la 2ª Ley de la Termodinámica [3] para justificarse, no tiene base real. Esta ley es un principio válido para sistemas cerrados. ¡Nuestro universo no es un sistema cerrado y su futuro no está predeterminado por ninguna teoría científica! Teorías científicas pueden prever escenarios posibles y probables, líneas generales de desarrollo, y no el “destino final” del universo, dado que este no está definido de antemano. La 2ª Ley de la Termodinámica no indica que el universo camina hacia la muerte, ¡simplemente que el universo camina! Que no es estático y que no dejará de existir, como bien expresa la 1ª Ley de la misma Termodinámica, (siempre “olvidada” por los mensajeros del fin del mundo) que dice que la energía/materia no se crea ni se destruye, siempre se transforma.

Y no nos olvidemos de que en este universo existe todavía el factor consciente, o sea, nosotros. Siendo la consciencia la forma más elevada de existencia de la materia, ¿no sería de extrañar que justo su papel fuese irrelevante para el futuro del universo? La humanidad vive en una encrucijada histórica, un momento crítico en su desarrollo, y solamente la clase trabajadora puede darle una salida progresiva. De eso depende el futuro de nuestra civilización. Este es el límite actual de la acción humana transformadora, donde “cambiar el mundo” todavía se restringe a revolucionar la sociedad en que vivimos. Pero no hay ningún motivo para creer que nuestra capacidad se limite a construir el futuro de nuestra civilización, ni tampoco sólo en la Tierra. Libre de las cadenas de la sociedad capitalista, una humanidad con milenios y millones de años de futuro asegurado para desarrollar la ciencia, la técnica y la cultura a niveles inimaginables y colonizar otros cuerpos celestes, difícilmente encontrará en su camino límites insuperables. ¡La expresión “cambiar el mundo” ganará en el futuro contornos mucho más amplios! ¡No sólo el futuro de la Tierra, sino también el futuro del universo nos pertenece!

Vía Láctea y Andrómeda

Un universo en permanente movimiento

La mayoría de las representaciones del universo a lo largo de la historia era estática, con un inicio místico-religioso. Afirma que en un determinado momento, algún Dios (“principio” o “energía”, como prefieren los esotéricos) creó el universo como lo conocemos hoy y desde entonces este permanece de la misma forma, girando alrededor de sí mismo, esperando su fin en manos del mismo Creador. Los únicos momentos históricos en este universo serían su creación y su inevitable fin.

Esta visión quedó bien establecida en el sistema geocéntrico de Aristóteles-Ptolomeo. El universo estaría formado por esferas cristalinas concéntricas y perfectas, cada una con un planeta incrustado, siendo la esfera de las estrellas la más externa y la Tierra estática en el centro del sistema, con el Sol y demás cuerpos celestes orbitándola. Este sistema era perfecto, inmutable y había sido puesto en movimiento por Dios. Y desde entonces seguiría dando vueltas, por lo menos mientras este Dios no se aburriera de su Creación. En este modelo, el movimiento natural en el cielo, casa de los dioses, era el movimiento circular de las órbitas planetarias, mientras que el movimiento natural en la Tierra era hacia abajo, rumbo al reposo.

Este fue el más completo modelo de universo de la Antigüedad y totalmente incorporado entonces por la Iglesia al dogma oficial (lugar natural de cada uno predeterminado por Dios, reposo como estado natural de la materia, leyes distintas para la Tierra, casa de los hombres, y para los Cielos, casa de Dios). Solo fue derribado, parcialmente, después de varios siglos, con la gran Revolución Copernicana-Galileana, que fue parte de los importantes avances de la cultura humana que acompañaron el periodo de las revoluciones burguesas en Europa.

Empezando con el modelo heliocéntrico de Copérnico, que quitaba la humanidad del centro de la Creación, pasando por los descubrimientos astronómicos de Galileo con su telescopio, que mostraban que el Cielo no era perfecto ni inmutable y que en muchos aspectos era parecido a la Tierra, hasta su idea de inercia, generalizada por Newton y que unificó el Cielo y la Tierra bajo las mismas leyes, objetivas y naturales, fue un largo camino. Siempre marcado por la feroz represión de la Inquisición Católica, que llevó a héroes del pensamiento humano como Giordano Bruno a la hoguera.

El nuevo modelo conquistado, la Gravitación Universal de Newton, cumplió una inmensa tarea al unificar el Cielo y la Tierra bajo las mismas leyes naturales (“Todos son iguales ante la ley”, como clamaban las revoluciones antimonárquicas y anticlericales de entonces). Dio así a la humanidad la posibilidad de investigar los cielos y eliminó los territorios sagrados y prohibidos a la ciencia.

Pero este fue sólo un comienzo. Para Newton, el universo seguía siendo inmutable desde que Dios lo había puesto en movimiento. Además, había una inconsistencia seria en su modelo, puesto que siendo regido por la gravedad, debería colapsarse antes o después. Newton no podía responder a este problema sin recurrir a explicaciones divinas. Había que esperar aún algunos siglos hasta el surgimiento de la Teoría de la relatividad de Einstein.

Einstein partió de otro problema, no-cosmológico, las inconsistencias entre la Mecánica de Newton y la Teoría Electromagnética[4]. Pero tan pronto como su teoría tomó forma, sus implicaciones cosmológicas sorprendieron al mundo y al propio Einstein, que hasta entonces creía también en un universo estático. La Teoría de la Relatividad General dejaba explícita la inconsistencia ya notada en el modelo de Newton, de que el universo no podía ser estático. Que era necesariamente dinámico, o se colapsaría por la acción de la gravedad. Resaltamos este resultado por su importancia – ¡según la Teoría de la Relatividad General, un universo estático, inmutable, es imposible[5]! Es en este momento cuando nace la Cosmología moderna, como ciencia histórica que estudia la evolución del universo, con el modelo del Big Bang y de un universo en expansión, aceptados hasta hoy día.

Sin embargo, hasta este modelo mantuvo aspectos de la vieja concepción aristotélica, en especial que el movimiento universal tuvo un inicio exmachina, o sea, externo al modelo, misterioso, y que tiende naturalmente al reposo, que sería el estado natural de la materia. El modelo estándar del Big Bang afirma que hubo una explosión inicial (no explicada por el modelo) y que desde entonces el universo se viene enfriando y disminuyendo su ritmo de expansión, parando, supuestamente “muriendo”. La tan anunciada medición de la disminución de la emisión estelar sólo nos confirmaría que “el fin está próximo”.

¡Pues esta supuesta “muerte lenta” del universo no está de acuerdo a los recientes avances de la física! En 1998 se hizo un gran descubrimiento (que rindió un premio Nobel), ¡de que el universo no está disminuyendo su expansión y sí acelerando! Si todo no pasaba de un “soplo inicial” en el Big Bang, ¿el universo no debería estar hoy desacelerándose? Los físicos han estado intentando responder a esta cuestión con varias hipótesis exóticas, como la de la llamada energía oscura. Independientemente de la respuesta que la física dé a este problema, queda claro a cada nuevo avance de la ciencia que el universo no es estático ni tampoco tiende al reposo. Que su estado natural es, al contrario, el eterno movimiento, comprehendido no solo como movimiento mecánico, repetitivo, circular, que nada más sería que una forma de reposo, sino como movimiento comprehendido como permanente desarrollo, progreso, crisis, evolución, revolución. ¡No es estático ni tampoco tiende al reposo! Tiene una historia, evoluciona, retrocede, cambia de forma y de estado, avanza, retrocede nuevamente, se diferencia, se destruye parcialmente, se supera una vez más, “transcrece” y se metamorfosea en formas cada vez más variadas, ricas y complejas. Es un universo profundamente dialéctico y no podría ser de otra forma, dado que la propia dialéctica no es más que una generalización humana del conjunto de fenómenos observados del propio universo.

Un universo que tiende a la vida y la conciencia

Existen profundas razones para que tanta gente crea que el universo tuvo un inicio y necesariamente tendrá un fin. Muchos científicos y filósofos suelen decir que esta visión deriva de la simple constatación de que todo lo que conocemos tiene un inicio y un fin, y que esta sería, por lo tanto, una conclusión lógica y natural. Pero no del todo. Al fin y al cabo, de la misma manera que sabemos que todo comienza y acaba, también sabemos que el fin de algo corresponde necesariamente al inicio de algo nuevo, en una sucesión interminable. Que el fin de una estrella primordial da origen a estrellas de 2ª, 3ª y demás generaciones, como nuestro Sol, ricas en elementos pesados vitales y capaces de formar sistemas planetarios estables a su alrededor, por lo menos algunos de ellos capaces de abrigar la vida. Que la extinción de los dinosaurios abrió la posibilidad del dominio de los mamíferos, sin el cual el Ser Humano no podría haber surgido. Que cada individuo que muere puede dejar descendientes, y en el caso humano, una herencia aún mayor: una obra cultural, artística y científica, o la más rica de ellas, la posibilidad de actuar para legar un mundo mejor a los descendientes de toda la humanidad. No, la razón de estas creencias en el fin del mundo no está en la naturaleza ni es resultado de simples observaciones empíricas.

Podríamos intentar explicar tal visión de mundo recordando que la Iglesia y los poderes establecidos tienen la necesidad del mito del Apocalipsis para justificar todas las injusticias del mundo y sostener su creencia en un Dios que haga justicia, por lo menos en el día del Juicio Final. Ni hablar de la utilidad de esta última como medida de terror contra los que osen desafiar sus mandamientos, que sufrirían la condenación eterna como herejes. Esto sin duda ayuda a comprender la fuerza de tales creencias en amplias capas de la población. Pero tampoco explica totalmente la popularidad de tales ideas. Al fin y al cabo, los medios de comunicación que se hacen eco de la muerte lenta del universo no son (por lo menos no todos) órganos del medievalismo religioso. Entre ellos hay, incluso, varias publicaciones científicas serias que sostienen tales concepciones, así como una gran cantidad de científicos, incluso muchos que se consideran no-religiosos y materialistas. El matemático y filósofo Bertrand Russel, en un libro titulado Por qué no soy cristiano, escribió que “la tierra no siempre será habitable; la raza humana se extinguirá, (…) La 2ª Ley de la Termodinámica hace que difícilmente podamos dudar de que el universo se está deteriorando, (…) y que irá arrastrarse, (…) hasta llegar a una condición de muerte universal”. Podríamos incluir aquí citas aún más terribles de varios grandes científicos que piensan igual. Esto ya no se explica solo por la acción de la Iglesia, hay que buscar una razón más profunda.

La concepción de que todo lo que existe no pasa de una mera fluctuación quántica de la nada, que dio origen a un universo sin razón; donde en un pequeño planeta azul, por puro accidente surgió la vida y la consciencia; y que inexorablemente todo esto se acabará, retornando a la nada y arrastrando todo lo que pueda en una existencia absolutamente sin sentido; se adecua perfectamente al capitalismo decadente en el que vivimos. Solamente en un universo absolutamente sin razón de ser, donde el Big Band, la existencia de la vida en la Tierra y la propia humanidad no pasen de meros accidentes del acaso y todo esté caminando para su inexorable fin, cuando no sobrará ni rastro de la existencia de este mundo en el que vivimos, se puede armonizar con la ostentación más absurda de una minoría, sostenida en una creciente explotación de la mayoría de la humanidad.

El consumismo sin límites, el lujo, el desperdicio y la indiferencia de un lado; el hambre, la miseria, la depredación y la degradación humana del otro. El crecimiento de las fuerzas destructivas, la degradación del medio ambiente, el riesgo de armas nucleares, la explotación/esclavización del hombre por el hombre… Todo en nombre del lucro, único sentido para la vida humana en una vida sin sentido. Cualquier absurdo puede ser aceptado si, al final, todo se va a acabar igual, tarde o temprano [6]… Una sociedad sin sentido, destructiva e irracional solo puede existir en un universo también sin sentido, destructivo e irracional – todo según las “leyes de la naturaleza” [7]!

Esta visión desesperanzada de mundo acaba por sedar y desviar las personas de su búsqueda, esta si racional, por la verdad, la justicia y la esperanza en un futuro mejor y en un sentido para la vida. Y aquella filosofía tan popular entre los científicos, el positivismo, al negar la posibilidad del conocimiento de la Verdad* [8], involuntaria e inevitablemente refleja esta visión. Lenin ya alertaba que ignorar la dialéctica en el análisis de los problemas filosóficos de la física del siglo XX conduce tarde o temprano al idealismo. Lo mismo es válido para la física del siglo XXI. La filosofía positivista, en todas sus variantes empirista, pragmática, materialista vulgar o agnóstica, llena la boca para acusar el materialismo dialéctico de metafísico, pero al sostener un universo sin sentido y sin razón, abandona a los que buscan este sentido en la vida, dejándolos indefensos ante la religión, que siempre puede ofrecer un premio de consolación ante el fin del mundo, la vieja creencia en un alma inmortal que de sentido para la vida… tras la muerte!

Pues el materialismo dialéctico declara guerra a esta forma de pensar! Declara guerra al pesimismo filosófico, sea en su versión religiosa del Juicio Final, sea disfrazado de realismo científico. Afirma desde sus inicios que el universo no es estático, no tiende al reposo, no fue creado ni dejará de existir! No vino al mundo ni a la nada retornará. Existió, existe y existirá en sus infinitas formas eternamente cambiantes. Se transforma, evoluciona, retrocede, progresa y se revoluciona! Que en su infinito desarrollo, sus formas de existencia más elevadas, la vida y la consciencia, no son accidentes, no son frutos del acaso ni de la creación divina, pero si resultado natural del eterno movimiento de la materia, de formas no atómicas a atómicas, de no moleculares a moleculares, de no orgánicas a orgánicas, de inanimadas a vivas, de inconscientes a conscientes! Toda la ciencia moderna corrobora incesantemente esta visión de mundo!

Y siendo el fruto más elevado de este infinito desarrollo, no puede nuestra existencia estar desprovista de sentido! El sentido de la existencia, de la vida, de las cosas, no existe en abstracto, metafísicamente. En la ausencia de la consciencia, nada puede tener sentido. Cualquier sentido para la existencia solo puede ser construido por el Ser Humano, como Ser Consciente. Nosotros somos la consciencia del universo, por lo que incluso, por lo menos mientras la existencia de otras civilizaciones en el universo se mantenga en el terreno de la especulación, somos nosotros los únicos que podemos dar un sentido a la existencia! Qué arrogante puede parecer esta afirmación, que nuestra frágil especie, todavía en los pañales de la historia, rehén, mientras tanto, de las tremendas contradicciones sociales que resultaron de su propio desarrollo inconsciente y que nos amenazan seriamente de extinción, pueda considerarse la consciencia del universo y encontrar en ello el sentido de su existencia!

Pero este sentido ya es percibido hoy, de forma fragmentaria y solo parcialmente consciente. Algunas lo encuentran en la lucha diaria por la existencia individual, otras en la lucha por días mejores para las hijas, para su pueblo o nación oprimida. Otras lo encuentran parcialmente en su obra artística o científica o en la educación de la generación más joven. De forma mucho más amplia y satisfactoria se pueda encontrarla en la lucha por un futuro socialmente justo para la humanidad, que la libere de la barbarie capitalista que la condena a la degradación y autodestrucción. Y tras la superación del capitalismo, el mismo sentido de la vida se encontrará en seguir desarrollando las capacidades humanas, dominando más y más la naturaleza, enfrentándose con problemas venideros, sean de orden ecológica o posibles límites objetivos para el crecimiento de la humanidad debido a los recursos limitados de nuestro planeta, sea el riesgo de catástrofes que amenacen nuestra existencia. Sea con medidas que puedan compensar el aumento previsto de la temperatura solar dentro de algunos billones de años (o su disminución), sea con la colonización de otros planetas cercanos. Sea mismo con la posibilidad de haber que abandonar la Tierra e incluso el Sistema Solar en el futuro.

Todos estos objetivos parciales son como momentos de un objetivo global, que se sintetiza exactamente en enfrentar y vencer cotidianamente la 2ª Ley de la Termodinámica, en cada una de sus expresiones concretas! Al fin y al cabo, la capacidad de realizar trabajo, única forma de contraponer la tendencia al aumento de la entropía, es la característica que nos diferencia del resto del reino animal! De hecho, la consciencia es justamente resultado del desarrollo de nuestra capacidad de realizar trabajo, como lo demuestra toda la antropología moderna. Como fruto más elevado de la evolución de la materia, el Ser Consciente, aquel capaz de realizar trabajo, es la prueba de que el universo no está condenado ni al desorden entrópico ni a la muerte térmica!

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Notas

[1] Según cálculos que llevan en cuenta las condiciones previstas en los instantes tras el Big Bang y dados empíricos como la media-vida del neutrón, el universo habría salido del Big Bang teóricamente con un composición de 75% de hidrógeno ligero, 25% de helio 4, 0,01% de deuterio (hidrógeno pesado), rasgos mínimos de helio 3, litio y berilio, y nada de otros elementos. Que las abundancias observadas en el Universo sean consistentes con estos números se considera una fuerte prueba del Big Bang.

[2] En su artículo original, los autores del descubrimiento simplemente anunciaron el resultado obtenido de disminución de emisión estelar, sin conclusiones metafísicas sobre la muerte del universo. Fue la revista que publicó el artículo que exigió modificar el texto para incluir la idea de que el universo está muriendo.

[3] La 2ª Ley de la Termodinámica afirma que en un sistema cerrado, el desorden (entropía) tiende a crecer con el tiempo. Es la ley que explica porqué la casa se ensucia si no se realiza el trabajo de límpiala o porque es más fácil romper un huevo que reconstruirlo. En la física esto se explica por la estadística, ya que habiendo más estados desordenados y de equilibrio térmico que estados organizados y de desequilibrio, simplemente se tiende a los estados más probables. En el materialismo dialéctico, si un sistema cerrado tiende al aumento de la entropía es justamente por, siendo cerrado, haber sido aislado del movimiento universal. Por sistema cerrado se comprende aquel aislado por fronteras adiabáticas, es decir, que no permiten intercambios de energía con el exterior. Por la propia definición queda claro que el universo no puede considerarse cerrado, dado que no tiene sentido hablar en “exterior” al universo y que la misma Teoría de la Relatividad prohíbe la existencia de fronteras en este. Los profetas del fin del mundo siempre han interpretado la 2ª Ley de la Termodinámica como la “prueba” de su concepción de que todo tiende a un fin, a la “muerte térmica” del universo. El materialismo dialéctico desde Engels combate esta visión, siempre combinando la 2ª Ley de la termodinámica con la 1ª Ley de la misma Termodinámica, que afirma que la energía/materia se conserva, solamente cambiando de forma. Mientras la 1ª Ley es una expresión de que el universo no tiene ni origen ni fin, la 2ª Ley expresa simplemente que él no puede ser estático, que está en permanente movimiento.

[4] La Mecánica de Newton afirma que la velocidad de un cuerpo depende del sistema de referencia, mientras la Teoría Electromagnética de Maxwell afirma que la velocidad de la luz es constante, independientemente del referente. La Teoría de la Relatividad Restricta resolvió la contradicción alterando profundamente nuestras concepciones de tiempo y espacio, que dejaron de ser considerados como absolutos. Esta fue después generalizada con la Teoría de la Relatividad General, al incluir la gravedad en su alcance, alterando aún más nuestras concepciones de tiempo y espacio, desde entonces considerados como “curvos”.

[5] Para ser exacto, de las ecuaciones de la Relatividad General, se deriva naturalmente que el universo no puede ser estático. Einstein lo percibió rápidamente, y como creía en un universo estacionario, incluyó ad hoc un término en su ecuación, modificándola, para compensar la tendencia inherente al movimiento. Einstein se refirió más tarde a este episodio como habiendo sido el mayor equívoco de su vida.

[6] Fue el caso del propio Bertrand Russel, entusiasta del comunismo en la juventud (llegó a viajar a Rusia y reunirse con Lenin en los primeros años del poder soviético). Más tarde, correctamente desilusionado con el estalinismo, comprensiblemente deprimido con las armas nucleares, pero sin ver alternativas (nunca se acercó al trotskismo), se hizo pesimista en relación al futuro de la humanidad. Cumplió un papel importante en las campañas por el desarme nuclear y contra la Guerra de Vietnam.

[7] Esto fue bien desarrollado en la película “Teorema Cero”, de Terry Williams (2014), en al que en un distópico futuro próximo, una megacorporación capitalista invierte mucho para comprobar un tal Teorema Cero, que afirma que 0 = 100%, es decir, que nada tiene sentido. Que el universo vino de la nada por mero acaso e inexorablemente retornará a la nada, afirmación necesaria para desviar las personas de la búsqueda de la verdad y de un sentido para la vida y se contenten con un consumismo bizarro. En la película, el tal Teorema Cero se muestra indemostrable y el protagonista, que parecía buscar el sentido de la vida en la religión, comprende al final que el único sentido que haber en la vida es aquel que nosotros le damos (por lo menos yo lo he interpretado de esta forma).

[8] El positivismo es una corriente filosófica popular en la física, ubicada en el medio entre el materialismo y el idealismo. Afirma correctamente que la experiencia es el criterio de la verdad, pero absolutiza este principio, diciendo que lo único accesible al conocimiento humano son los resultados experimentales. De esta forma, los modelos científicos no serían nada más que construcciones arbitrarias, que nos permiten organizar estos resultados experimentales, sin relación con la realidad objetiva, en si misma inaccesible a la consciencia (o inexistente, según la escuela). Considera que sistematizar resultados experimentales para prever otros es el objetivo posible para la ciencia. El positivismo puede ser progresivo cuando defiende el método científico contra las posiciones místico-idealistas. Cumplió de esta forma un papel importante contra el pos-modernismo, que fue fragorosamente derrotado en la física, al contrario de la situación en las ciencias humanas. Pero posee un lado reaccionario, al negar la posibilidad del conocimiento de la realidad, dado que el único que no sería accesible serán los resultados empíricos. De esta manera, al final, recae también en el idealismo.

*D. es revolucionario y físico.

Traducción: Belén Rodríguez y Gabriel Huland.

 

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