Vie Abr 19, 2024
19 abril, 2024

El feminismo socialista y la revolución permanente

Orientaciones y propuestas del PRT de Costa Rica, en torno a la lucha por la emancipación de la mujer y el movimiento lésbico-gay
 
De cara al Congreso Mundial de la LIT-CI, nuestro partido quiere aportar sobre un aspecto que con frecuencia es abordado tangencialmente o de manera accesoria, en nuestras organizaciones. Frente a grandes y apasionados debates como la caracterización de la situación mundial o latinoamericana, el curso de la economía, la guerra en Irak, la posición frente a las nacionalidades oprimidas, la estrategia y la táctica frente a los nacionalismos burgueses y los gobiernos de frente popular, es un tema que suele empalidecer y es un aspecto que suele incluirse al final de los Congresos, alrededor de una resolución específica. Nos referimos a la cuestión de la mujer, y estrechamente relacionada con ella, a la posición frente al movimiento de liberación lésbico-gay o, como suele llamarse ahora, de diversidad sexual.

Desde nuestra ubicación en la clase obrera, y partiendo de que la lucha de clases es el motor de la historia, como trotskistas leninistas sabemos también que el proletariado para triunfar a escala nacional y mundial, precisa convertirse en el caudillo de todos los sectores oprimidos, e impulsar la movilización permanente hasta la revolución socialista.

Desde esa perspectiva,  el movimiento de las mujeres, particularmente de las mujeres trabajadoras,  y de las personas con opciones sexuales diversas al molde heterosexual patriarcal, constituyen hoy movimientos sociales sumamente vastos, vigorosos y que se enfrentan objetivamente al sistema, aun cuando sus direcciones burguesas, pequeñoburguesas y burocráticas, reformistas o directamente reaccionarias, se esmeren por segmentar a esa población y separarla de la lucha y el programa de la clase obrera.  

En esta introducción, es justo decir que las reflexiones y propuestas que se incluyen en las líneas a continuación, en gran medida surgen fruto del intercambio y la colaboración entre nuestro Partido y el Freedom Socialist Party de los Estados Unidos, de cuya experiencia hemos aprendido mucho en esta materia, no solo en la discusión teórica, sino en la vivencia práctica, al conocer la actividad de Mujeres Radicales, el grupo autónomo de mujeres que auspician. Es nuestra opinión que el trotskismo esencialmente latinoamericano que representa nuestra corriente morenista del que somos parte orgullosamente, esta bastante rezagado en las cuestiones de la mujer y diversidad sexual, justamente porque nos parece- al menos así ha ocurrido en nuestro caso- que reflejamos inconcientemente la tradición cultural profundamente machista que impera en nuestras latitudes y en el seno mismo de nuestra propia clase obrera.

Dos críticas y discusiones centrales tenemos a la dirección de  LIT-CI en este terreno:

1)       Deducimos de sus escritos y resoluciones que se considera la emancipación de la mujer como una reivindicación democrática más de nuestro programa, y no se jerarquiza en el lugar primordial que creemos debe tener en nuestro programa y actividad, como un aspecto medular para la construcción de la dirección revolucionaria nacional e internacional.

2)       Relacionado con lo anterior, la cuestión del movimiento gay-lésbico o de diversidad sexual está absolutamente ausente del programa presentado en el documento latinoamericano, es decir, es un aspecto de tercer orden, o que directamente se invisibiliza.

Pero antes de detallar estas cuestiones, vamos a contextualizar y profundizar las consideraciones que nos llevan a adoptar nuestras posiciones al respecto.


El feminismo burgués y pequeñoburgués

La lucha de las mujeres está cruzada por el debate histórico entre feminismo y marxismo. El feminismo es una corriente que contiene muchas posturas a su interior: desde las que no cuestionan al capitalismo, porque consideran que basta con alcanzar la igualdad para las mujeres, hasta la marxista que plantea que la liberación de la mujer sólo se alcanza con la destrucción del sistema capitalista.

Podríamos decir que esa primera posición, ha sido fundamentalmente defendida por las intelectuales pequeñoburguesas, desde las academias universitarias, las ONG y las burocracias, quienes ven la cuestión de género en sí misma, y sin consideración del sistema, por lo que basta con luchar por el reconocimiento de derechos para garantizar la igualdad entre mujeres y hombres.

Algunos sectores pequeñoburgueses y burgueses del movimiento feminista tienen un profundo desprecio hacia las organizaciones de trabajadores y trabajadoras, a los partidos de izquierda, y cualquier posición política es calificada de patriarcal, lo que por supuesto es absolutamente retrogrado.

Por otro lado, estamos las y los que consideramos que sin emancipación de la mujer no hay revolución socialista posible y viceversa: sin revolución socialista no es posible la emancipación de la mujer y la destrucción el patriarcado.

En primer término, porque reconocemos una relación directa entre patriarcado y capitalismo, no porque el primero haya sido una creación del segundo, ya que es anterior, sino porque el capitalismo se fortalece con la existencia del patriarcado.

Tal y como apuntó quien sembró los cimientos del feminismo socialista, Federico Engels, en “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, la opresión sobre las mujeres parte de que la primera división social fue la división sexual del trabajo. Y con la aparición de la propiedad privada, pasó de ser una división cooperativa basada en condiciones físicas, a convertirse en una división opresiva. El patriarcado implicó que la primera opresión fue la de género masculino sobre el femenino, misma que ha sobrevivido a todas las sociedades divididas en clases. Donde hay un sector social que vive del trabajo ajeno, cimentado sobre la propiedad privada, existe también el patriarcado. Esto denota la unidad dialéctica entre las relaciones de explotación y las de opresión.

Una visión sesgada y equivocada de “izquierda” sobre la cuestión de la mujer

Por otra parte es preciso apuntar que, si bien un sector muy importante de la izquierda reconoce la importancia de acabar con el capitalismo para acabar con el patriarcado, existe el grave temor en la mayoría de organizaciones, de aparecer excesivamente feministas, y en consecuencia, poco clasistas.

En consecuencia, se cae en el grave error de concepción, de tomar la cuestión de género como una reivindicación más. Creyendo que ese no es un problema fundamental y de primer orden en la lucha de clases. En consecuencia, se simplifica y vulgariza la cuestión, reduciéndola a que toda opresión que el capitalismo genera, incluida la de la mujer, desaparece de golpe y porrazo cuando desaparezca el capitalismo. Esto no significa que este sector de la izquierda no le da importancia a la lucha por la equiparación salarial entre hombres y mujeres o por la legalización del aborto, sino que se consideran reivindicaciones limitadas, no fundamentales de la lucha de clases. De ahí concluyen que el feminismo es innecesario, pues con el triunfo del socialismo desaparece automáticamente la opresión contra la mujer.

Esta concepción es absolutamente equivocada porque en primer lugar olvida que las mujeres seguimos realizando el trabajo doméstico, y entonces sufrimos doble opresión: como obreras y como mujeres sometidas a la esclavitud doméstica. Precisamente, esta postura al negar que el patriarcado es una opresión específica, niega, de manera antimarxista, la base material que tiene éste y en consecuencia, que la desaparición del capitalismo no conlleva necesariamente la extinción del patriarcado.

En este punto, debemos hacer una distinción necesaria entre opresión de género y explotación de clase, porque de lo contrario, caeríamos en el error de confundir patriarcado con capitalismo. La opresión de género tiene su propia expresión, no se encuentra incluida dentro de la explotación de clase. El capitalismo, se alimenta con el patriarcado, de tal forma que ambos desarrollan una relación de mutua conveniencia. Como género, las mujeres realizamos una serie de tareas que, aunque no entran dentro de la esfera de funcionamiento del capital, le son necesarias. Realizamos el trabajo doméstico impago, somos las primeras en sufrir el desempleo, la flexibilidad laboral, tenemos los empleos más precarios y los salarios más bajos.

Si llegáramos a abolir el trabajo doméstico impago y la opresión de la mujer que acompaña a la familia nuclear, se cae un cimiento central del capitalismo, conspirando directamente contra la sostenibilidad de su tasa de ganancia.

Por ello, es fundamental tener claro que la emancipación de la mujer no es una lucha democrática más, sino que para alcanzarla debe darse un cambio estructural, que toca las relaciones sociales de producción, porque la lucha es por terminar con todo tipo de explotación: – con la existencia de una clase parásita que vive del trabajo de la mayoría, y – por terminar con la opresión del género masculino sobre el género femenino.
 
El movimiento de Lesbianas, Gays, Transexuales, Transgéneros, Bisexuales, Intersexo, etc.

De la misma forma opera la opresión contra otras opciones sexuales que se apartan del molde patriarcal tradicional heterosexual y la cultura machista, ya que éstas atentan contra la dominación del patriarcado, funcional al capitalismo, en el que la mujer es esclava doméstica, objeto sexual y máquina reproductiva, sometida al patriarca, los hijos e hijas a los padres, y las lesbianas y homosexuales son obligadas y obligados a vivir “en el armario”, negando u ocultando su sexualidad y sus afectos, pues éstos transgreden la moral cristiana patriarcal y la familia nuclear capitalista.

Así como luchamos por el derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo y sobre su maternidad, las lesbianas, los homosexuales, bisexuales, transgéneros, transexuales, intersexo, etc., tienen el derecho de ejercer libremente y sin prejuicios su orientación sexual y su afectividad, sobre todo el derecho a unirse civilmente con personas de su mismo sexo, tener los mismos derechos sociales y políticos que las parejas heterosexuales y adopta o criar a sus propios hijos e hijas.

Sin embargo, de la misma forma que lo indicamos en el caso de la mujer, resulta imposible liberarse de la opresión, en la medida en que sigan existiendo el patriarcado y el capitalismo.

¿Por qué el liderazgo de la mujer trabajadora es decisivo para el movimiento revolucionario?

“Las organizaciones oportunistas concentran su interés en las capas superiores de la clase obrera, y, en consecuencia, ignoran tanto a la juventud como a las mujeres trabajadoras. Ahora bien, la época de la declinación del capitalismo asesta a la mujer sus más duros golpes tanto en su condición de trabajadora como de ama de casa. Las secciones de la IV Internacional deben buscar apoyo en los sectores más oprimidos de la clase trabajadora, y por tanto, entre las mujeres que trabajan. En ellas encontrarán fuentes inagotables de devoción, abnegación y espíritu de sacrificio.” León Trotsky (Programa de Transición, 1938)

Como lo demuestra la cita anterior, para el trotskismo, en la mujer trabajadora y en la juventud se encuentra la posibilidad de desarrollar los batallones más decididos y abnegados en la lucha, en virtud de la doble, triple y hasta cuádruple opresión de la que somos objeto. Por ejemplo, una mujer, si además es obrera, indígena o inmigrante nicaragüense, y lesbiana está sometida a cuádruple opresión, y por lo tanto, si eleva su conciencia y se organiza, tenderá a ser la más aguerrida revolucionaria.

Esto no sólo hay que decirlo “como un saludo a la bandera”, el partido revolucionario debe todos los días, conciente y concretamente, tomar medidas para estimular y promover el liderazgo de las mujeres tanto en el movimiento de masas, como al interior del propio partido, combatiendo sistemáticamente el machismo, la lesbofobia, la homofobia y la discriminación racial.

Como somos materialistas, ello exige una acción afirmativa: procurar condiciones y recursos concretos, tales como medidas para colaborar y acompañar el cuido de las y los niños, para aliviar la esclavitud doméstica de la mujer trabajadora, por ejemplo, y garantizarle el tiempo libre para formarse y empoderarse.

Orientaciones y tareas

Nuestro interés no es la discusión teórica únicamente, sino hacer de la bandera del feminismo socialista una lucha central y de principios en nuestros partidos, con el fin de acercar a las trabajadoras y organizarlas. Se nos abren enormes oportunidades y debemos aprovecharlas, porque estamos convencidos/as de que si no es con el feminismo socialista, es imposible la lucha victoriosa por derribar el capitalismo.

Para ello planteamos en lo inmediato algunas  orientaciones  concretas y políticas muy sencillas:


> Si estamos de acuerdo en revalorar y colocar en un primer plano la cuestión de la mujer trabajadora en nuestro programa y política, consecuentemente eso debe expresarse también en materia de organización. Por ello proponemos aprobar la conformación inmediata de comisiones permanentes de mujeres y/o de diversidad sexual en todas nuestras secciones, que elaboren un programa y una política en la materia, que se exprese regularmente en los periódicos y en la actividad cotidiana de la organización, especialmente volcadas a organizar el trabajo prioritariamente sobre las mujeres trabajadoras, en los sindicatos, organizaciones barriales y campesinas, empalmando con las mujeres más oprimidas y explotadas.

> Orientar a nuestras camaradas para que intervengan activamente en las secretarías o comisiones de mujeres de los sindicatos y otras organizaciones de masas, para potenciar la participación y captación de la mujer trabajadora en la movilización y en la organización sindical y revolucionaria.

> Organizar frentes de lucha común con todas las agrupaciones clasistas que compartimos esa visión por la defensa de los derechos de las mujeres, gays, lesbianas, transexuales, transgéneros, etc.

> Como materialistas y leninistas, al igual que procuramos profesionalizar a los elementos más avanzados de la vanguardia obrera, debemos dotar a la mujer trabajadora de condiciones materiales para que se puedan incorporar al liderazgo de las organizaciones de masas y de nuestros propios partidos. Lo anterior pasa por organizar el cuido de las niñas y los niños de manera cooperativa, para que las compañeras (alienadas en la fábrica y sometidas a la esclavitud doméstica) tengan el espacio libre y puedan participar y asistir a las reuniones de las organizaciones de masas, del Partido y a los cursos de formación, sin las terribles limitaciones que se les imponen. Se trata de promover guarderías dónde sea posible, y de manera más “amateur”, según sea el caso, al interior de nuestros propios partidos, por más  escasez de recursos que tengamos, optar por el trabajo voluntario y cooperativo de militantes varones y mujeres, especialmente jóvenes, para encargarse del cuido de las y los niños, cuando se requiera para garantizar la participación de las mujeres trabajadoras en las instancias orgánicas.  

Comité Ejecutivo PRT Costa Rica
San José, 23 de julio 2008

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