Vie Abr 19, 2024
19 abril, 2024

De la revolución negra a los tiempos actuales

La revolución negra tornó a Haití un país independiente, un ejemplo para todo un continente dominado colonialmente.


Fue allí que Simón Bolívar encontró refugio político después de una derrota en 1816. Consiguió apoyo militar, saliendo de Haití con armas y siete navíos, con la única condición de incorporar en su programa la liberación de los esclavos. Eso fue importante para conseguir sus victorias posteriores en 1819 (República de Colombia), 1821 (Venezuela), 1822 (Ecuador).

Las grandes potencias precisaban aislar y derrotar a Haití, para evitar que el ejemplo se multiplicase.

De la revolución a la decadencia
 
Las maniobras imperialistas comenzaron por la asfixia económica, con un bloqueo comercial durísimo.

Las contradicciones internas también debilitaron el nuevo Estado. Una nueva clase dominante fue siendo constituida por la cúpula del ejército, con los generales tomando las grandes propiedades rurales.

Jacques Dessalines se proclamó emperador, asumiendo también las formas bonapartistas del retroceso de la revolución francesa. La decadencia del país va a mostrarse en una larga inestabilidad política. Dessalines es asesinado en 1806. Enseguida, Haití se dividió en dos partes, con el emperador Henry Cristophe en el norte, y el presidente de la República, Pétion, en el sur. En 1809, España consigue retomar la parte oriental de la Isla que daría origen a Santo Domingo.

Jean Pierre Boyer consigue reunificar el país en 1822. Pero él también fue agente de un retroceso histórico. En 1825, para romper el bloqueo económico, Haití se sometió a las condiciones impuestas por Francia, concordando en pagar 150 millones de francos por las “pérdidas” producidas con la independencia. Años después, la suma fue reducida a 90 millones de francos, que fueron pagados hasta el año 1947. En valores actuales, la “deuda” correspondería a cerca de U$S 21.000 millones.

Esta es la primera deuda externa de América Latina. Es también uno de los más violentos ejemplos en la historia del efecto del pago de la deuda externa sobre la independencia de un país. Para pagarla, el debilitado Estado haitiano consumió año tras año 80% del presupuesto nacional.

El fin del bloqueo, producto del “acuerdo” con Francia para pagar esa deuda, acabó con la independencia de Haití, 21 años después de conquistada. Desde entonces, el país pasó a ser una semicolonia del imperialismo.

Al no poder avanzar ni internamente ni a nivel internacional, el país comenzó a retroceder. La dominación imperialista volvió al país, imponiéndose a través de gobiernos negros. La decadencia económica y política vinieron asociadas.

En la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del siglo XX, por lo menos veinte gobernantes asumieron el poder, y la mayoría fue depuesto o asesinado.

La primera invasión militar impone la sumisión a los Estados Unidos
 
En 1915, los Estados Unidos invadieron Haití, permaneciendo allí por cerca de veinte años. Como demostración de sus “modernos” métodos, el nuevo imperialismo crucificó a Charlemagno Peralte, el principal líder de la resistencia a la invasión. Y todavía robó todo el oro del Banco Central. El nuevo imperialismo mostraba sus garras. Nunca más el país se liberó de la sumisión al capital norteamericano.

En 1957, Papa Doc –fiel aliado de los Estados Unidos– llegó al poder, dando inicio a una de las más violentas dictaduras de la historia mundial. La guardia personal de Papa Doc, los tontons-macoutes [hombre de la bolsa, en referencia al ser imaginario utilizado para dar miedo a los niños, N. de T.] extendieron miedo y terror. Fue la más violenta expresión de las dictaduras que controlaron América Latina en aquella época.

El duvalierismo cambió la economía de país, llevando a verdaderos desastres. El país que ya había sido el mayor exportador de azúcar del mundo, pasó a tener que importar prácticamente todos los alimentos. Hubo una matanza sistemática de los cerdos haitianos (fundamentales en la economía campesina), con la disculpa de erradicar la gripe porcina. Se trataba de un plan de largo plazo, articulado por el imperialismo, de destruir las pequeñas propiedades de la economía campesina y forzar una migración para las ciudades, facilitando mano de obra abundante para las industrias multinacionales.


En 1971, con la muerte de Papa Doc, su hijo Baby Doc asumió la presidencia. Desde 1980 enfrentó manifestaciones populares, hasta ser derrocado por una revolución en 1986. Los tonton-macoutes fueron cazados y muertos en las calles.

La ola de revoluciones democráticas que derrocaron las dictaduras militares de Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y otros países de América Latina, llegó a Haití, retomando la saga de la Haití rebelde.

Nunca más desde entonces la burguesía y el imperialismo consiguieron estabilizar el país, a no ser con una intervención militar directa.

Un frente popular gana las primeras elecciones libres… y es depuesto por un nuevo golpe militar
 
Aun con la caída de la dictadura duvalierista, otros gobiernos militares siguieron intentando establecerse en el poder sin convocar a elecciones. Sin embargo, ninguna junta militar consiguió estabilizarse. Finalmente, fueron convocadas elecciones en diciembre de 1990.

En las primeras elecciones relativamente libres en Haití, luego de 43 años de gobiernos militares, fue electo un gobierno de colaboración de clases de los trabajadores con la burguesía: un frente popular en Haití. El padre Jean-Bertrand Aristide, adepto a la Teología de la Liberación, fue electo con 67% de los votos, derrotando al candidato preferido por la burguesía y por el imperialismo, Marc Bazin, que consiguió apenas 14%.

El imperialismo no se conformó con la derrota electoral. Siete meses después, Aristide fue depuesto por un golpe militar de derecha, dirigido por el general Cedras. Una represión salvaje mató a 5.000 adeptos de Aristide, números semejantes a los de las más feroces dictaduras del continente, como la argentina [de Videla] y la chilena de Pinochet.

Pero el nuevo régimen militar rápidamente entró en crisis y se enfrentó con una creciente resistencia popular. Se abrió la posibilidad de una nueva revolución democrática, como la que derrocó a Baby Doc.

La segunda invasión militar de los Estados Unidos y el gobierno Aristide
 
En ese momento, el gobierno Clinton hizo una gran maniobra política concretando un acuerdo con Aristide, el padre que había sido depuesto por los militares con apoyo del propio gobierno de los Estados Unidos. El imperialismo invadió el país por segunda vez en el siglo, en 1994, y la dictadura fue depuesta.

En las elecciones convocadas, Préval, candidato de Aristide, fue electo con 87% de los votos. En 1995 el gobierno de frente popular tuvo que disolver las Fuerzas Armadas por ser las bases de la ultraderecha golpista. El frente popular tenía que apoyarse directamente en las fuerzas armadas imperialistas de ocupación. En 2000, Préval fue sucedido por el propio Aristide, que arrasó en las elecciones con 92% de los votos, en la primera sucesión civil de la historia haitiana.

El acuerdo con Clinton se reveló enseguida: la imposición por el propio Aristide (y su representante Préval) de un durísimo plan neoliberal en el país. Los gobiernos de frente popular, apoyados directamente por el imperialismo, tendrían que aplicar el plan económico que la dictadura de Cedras no consiguió.

El propio Aristide presentó en la Cúpula de Monterrey, en 2003, el plan que creó las 18 zonas francas en el país. Fueron privatizadas la mayoría de las estatales y eliminadas las tarifas de importación.

Una contradicción típica de la historia haitiana: gobiernos de frente popular, apoyados por una invasión del imperialismo, aplicando un plan neoliberal durísimo.

El resultado fue una enorme desilusión. Las expectativas en Aristide fueron perdiéndose. La insatisfacción tomó cuenta del país, y comenzaran a ocurrir grandes movilizaciones contra el gobierno. Nuevamente, Haití rebelde se ponía en marcha, y ahora contra el gobierno de frente popular y también el imperialismo que lo apoyaba. Una nueva revolución se anunció en el horizonte, con un desdoblamiento imprevisible.

Los Estados Unidos tuvieron entonces que cambiar radicalmente de política. Al ver que el frente popular ya no le servía más para contener el movimiento de masas, el gobierno de Bush (padre) comenzó a planear la caída de Aristide. Peter Hallvard, en el artículo Opción Cero, demuestra que paramilitares liderados por Jean Tatoune y Guy Philippe fueron financiados por los Estados Unidos, en una maniobra semejante a la de los contras en Nicaragua. Así, fue creado el “argumento” para la invasión: gangues armadas por el propio imperialismo.

Aristide quedó preso entre dos fuegos: la creciente insatisfacción popular por su plan económico y la presión militar de la ultraderecha. Una campaña de la prensa internacional reclamaba una “actitud de la “comunidad internacional” contra el “corrupto” y “violento” Aristide.

Así fue armado el escenario para la tercera invasión de Haití por los Estados Unidos, en febrero de 2004, ahora apoyado por Francia. La nueva ocupación militar sacó del poder al mismo Aristide que había traído de vuelta diez años antes.

La tercera invasión militar de los Estados Unidos y su legitimación por la Minustah
 
En la madrugada de un domingo, 29 de febrero de 2004, agentes de la CIA y fusileros navales de los Estados Unidos invadieron el palacio de gobierno haitiano. Alrededor del palacio, tropas francesas, grupos paramilitares de ultraderecha y fusileros norteamericanos.

El delegado de la CIA en la embajada de los Estados Unidos, Luis Moreno, “convenció” al presidente Aristide a salir del país, en un avión que lo llevó para la República Centroafricana. Se había consumado un golpe de estado más en Haití. Una intervención militar norteamericana más.

Más tarde, el mismo 29, el Consejo de Seguridad de la ONU votó rápidamente una resolución de emergencia, mandatando a los militares norteamericanos y franceses como la vanguardia de una fuerza multinacional que debería “estabilizar” el país.

Durante la primera semana de la invasión, las tropas americanas aliadas a los batallones paramilitares de la ultraderecha operaron, en regiones antes controladas por Aristide, con una represión salvaje.

Si la intervención imperialista permaneciese con esta forma, es muy posible que el entendimiento de este episodio fuese mucho más claro para grandes sectores de los trabajadores y estudiantes en todo el mundo.

Al final, después de tantas intervenciones militares de los Estados Unidos legitimadas por la ONU, se entendería con mucha facilidad las reales intenciones de la “estabilización” pretendida.

El gobierno Bush, no obstante, armó una gran jugada. Como ya tenía que lidiar con la crisis creciente de la ocupación de Irak, que despertaba olas de indignación crecientes en todo el mundo, tercerizó la ocupación. Habló directamente con Lula, para que las tropas brasileñas asumieran el comando de la operación. Rápidamente, el gobierno brasileño concordó.

El 1 de junio llegó a Haití la Minustah (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas para Haití), liderada por tropas brasileñas, y compuesta por soldados de la Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia y otros países. Estas siguen hasta hoy siendo las fuerzas militares que sustentan el plan económico y político del imperialismo norteamericano para Haití.

En agosto, la selección brasileña de fútbol, adorada por los haitianos, jugó en Puerto Príncipe. El gobierno Lula, conscientemente, utilizó el fútbol para legitimar una ocupación militar.

Es esta maniobra política –cubrir una ocupación militar imperialista con el manto político de los gobiernos de frentes populares latinoamericanos– que lleva a que hasta hoy esta farsa siga funcionando. En el caso, el gobierno Lula asumió el liderazgo militar con tropas de gobiernos de Brasil, Argentina, Bolivia, Chile, Uruguay y otros. Hoy, las tropas responden a los gobiernos de Dilma Rousseff, Cristina Kirchner, José Mujica, y los mismos Evo Morales y Michelle Bachelet.

El gobierno fantoche de Préval
 
Los “defensores de la democracia” demoraron dos años para convocar nuevas elecciones, con miedo de que los adeptos de Aristide volviesen a ganar. Solamente en febrero de 2006 el pueblo haitiano pudo votar nuevamente.

Una fraude gigantesco fue montado por el gobierno Bush y las tropas de ocupación. Los candidatos eran Préval (una vez más representando a Aristide), y dos representantes de la derecha. Según la Folha de São Paulo, la empresa Boucar Pest Control, contratada por las tropas de la ONU, admitió haber llevado urnas con miles votos de Préval para un depósito de basura. Aún así, Préval ganó las elecciones y el candidato del imperialismo más votado no pasó de 12%.

No obstante, el Consejo Electoral, apoyado por las embajadas brasileña y norteamericana, se rehusaba a divulgar los resultados finales, aun con la evidente victoria de Préval. Al contrario, se anunciaba que él no había alcanzado el 50% de los votos necesarios. El imperialismo apostaba a un fraude para garantizar un segundo turno e intentar de nuevo ganar las elecciones.

Miles de personas salieron a las calles del país contra el fraude. Haití rebelde se levantaba una vez más, amenazando con una nueva revolución democrática. Para evitar la rebelión, el gobierno retrocedió y aceptó la victoria del ex presidente. El pueblo festejó con grandes manifestaciones.

Una vez más, cuando pudo votar, el pueblo haitiano derrotó a los candidatos identificados con el imperialismo. Una vez más, sin embargo, fue traicionado: Préval, luego de la toma de posesión, pasó a ser un gobierno fantoche al servicio de la ocupación militar. Aceptó el papel de un presidente que no manda en nada, en un país ocupado por tropas extranjeras al servicio de Washington.

El gobierno Préval es una de las contradicciones de la historia haitiana. Tiene un origen frente populista en el movimiento Aristide, pero desde siempre estuvo apoyado en las tropas de ocupación de la Minustah. O sea, en tropas al servicio de imperialismo pero formadas por otros gobiernos de frentes populares de América Latina, como Lula y Evo Morales.

Préval cumplió servilmente su papel. No tuvo jamás ningún enfrentamiento con las tropas de ocupación. Reprimió duramente las huelgas obreras y las movilizaciones populares. Utilizó el terremoto de 2010 para embolsar, junto con sus cómplices en el gobierno, una parte del dinero donado para las víctimas. Privatizó las estatales que restaban y firmó la Ley Hope, completando la transformación de la Isla nuevamente en una colonia de los Estados Unidos.

Tres conclusiones de la historia haitiana
 
La primera conclusión sobre la historia reciente haitiana es que la combinación de ocupación militar con la firma de la Ley Hope transformó el país de nuevo en una colonia, ahora de los Estados Unidos.

Algunas personas pueden contestar esta afirmación apegándose a la forma en que tomaban las antiguas colonias. Pero, ¿cuál es la diferencia real de contenido entre la situación actual de Haití y una colonia?

Tomamos como referencia la definición de Moreno sobre el grado de dominio del imperialismo sobre un país:

“A ese respecto, propusimos tres categorías de países: dependientes, semicolonias y colonias.
Dependiente es un país prácticamente independiente, esto es, elige sus gobernantes pero, desde el punto de vista de los préstamos, del control del comercio o de la producción, depende económicamente de una o más potencias imperialistas.
Semicolonial es aquel que firmó pactos políticos y/o económicos que cercenan su independencia sin acabar con ella completamente.
Colonia es aquel que ni siquiera elige su gobierno, ya que el mismo es impuesto o controlado por una país imperialista” (Nahuel Moreno, Método para la interpretación de la historia argentina).

Haití tiene una economía completamente subordinada al imperialismo norteamericano a través del Plan Clinton y las zonas francas. No tiene ningún grado de independencia política. Elige sus gobernantes, pero sólo pueden inscribirse candidatos que no se opongan a la ocupación.

La amarga ironía es que el país se transformó de nuevo en una colonia en el año en que se conmemoró el bicentenario de la revolución de 1804 que le trajo la independencia.

La segunda conclusión es que la burguesía y el imperialismo no consiguieron volver a estabilizar el estado burgués en Haití desde la revolución que derrocó a la dictadura de Baby Doc. No consiguieron estructurar una dominación política a través de la democracia burguesa, como se dio en el resto del continente, como en Brasil, Argentina, Chile, etc. Por eso recurrieron 56 veces al golpe de estado.

Tampoco consiguieron estructurar el núcleo duro del estado burgués, sus fuerzas armadas, disueltas en 1995. Lo que existe de fuerza armada haitiana hoy es la policía, odiada por la población, y que no tiene ninguna condición de sustentar el Estado soñado. El esfuerzo actual del gobierno Martelly va en ese sentido. Pero aún está lejos de conseguir eso. Las únicas fuerzas armadas que cuentan realmente en el país son las tropas de ocupación extranjeras.

La tercera conclusión es que Haití es la mayor demostración de la bancarrota de esos gobiernos de frentes populares. Bancarrota de Aristide y de Préval, que traicionaron a los trabajadores haitianos y se tiraron en los brazos de las tropas extranjeras.

Los gobiernos de frente popular en Haití, sin condiciones de hacer ninguna concesión al nivel de vida de las masas, acabaron por aliarse al imperialismo de la forma más grotesca, apoyando la intervención militar extranjera.

Haití expresa también la ruina de los gobiernos de frente popular de América Latina, como los de Lula, Evo Morales y Michelle Bachelet. Ellos tendrán marcado para siempre en la historia que ocuparon militarmente un pequeño país para tornarlo de nuevo una colonia de los Estados Unidos.


Traducción: Natalia Estrada.

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