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50 años de Woodstock

Entre los días 15 y 18 de agosto de 1969, se realizó el festival que marcó la historia de la música para siempre. Lo que ocurrió en el área rural de Bethel, en los alrededores de Nueva York, fue la celebración de una época.

Por: PSTU, Brasil

Woodstock fue la banda sonora de años marcados por el inconformismo, por la rebelión, y por la búsqueda de una nueva forma de ver y vivir el mundo.

En 2009, publicamos un especial por la conmemoración de los 40 años de Woodstock. Disponibilizamos todos los links abajo. Usted va a encontrar el contexto, los hechos que marcaron el festival, los artistas que se presentaron, la historia del Black Woodstock, curiosidades, repercusión y secretos sobre qué ver y oír sobre Woodstock. ¡Buena lectura!

Woodstock, la libertaria y alucinada celebración de una era

Fue un 15 de agosto, hace 40 años [hoy ya 50 años], tuvo inicio uno de los más míticos shows de la historia de la música: el Festival de Woodstock. Además, lo que ocurrió en Bethel aquel fin de semana fue mucho más que un “show”. Fue la celebración de una época.

Woodstock fue la banda sonora de años marcados por el inconformismo, por la rebelión, y por la búsqueda por una nueva forma de ver y vivir el mundo. En términos musicales, el festival reunió lo mejor de toda una generación: de la canción de protesta de Joan Báez al rock “blusero” de Janis Joplin; de la guitarra endiablada de Jimmy Hendrix a la cítara oriental de Ravi Shankar; de psicodelismo de Jefferson Airplane a la ópera rock de The Who.

Woodstock fue como el palco en el que hicieron eco todos los principales elementos de un momento único en la historia. Las “pichações” [grafitis] de “Es prohibido prohibir”, del Mayo de 1968, tomaron forma con la caída de las cercas instaladas en el lugar, lo que permitió que alrededor de 500.000 personas asistiesen a un evento que vendió poco más de 150.000 ingresos.

La explosión tanto del movimiento feminista como de gays, lésbicas, travestis y transgéneros (GLBT) –que habían protagonizado semanas antes la rebelión de Stonewall– embaló las escenas de “amor libre” que deleitaron, y que hipócritamente escandalizaron a los medios de la época. Los puños cerrados de los Panteras Negras y demás movimientos antirracistas se levantaron tanto allí como en Black Woodstock, también realizado en aquel período. Y el “pacifismo militante” contra la Guerra de Vietnam repercutió en el bajo número de incidentes, a pesar de las caóticas condiciones en que se realizó el festival.

El escenario del festival

El camino para Woodstock fue sedimentado por eventos y “tribus” que surgieron algunas décadas antes. De un lado, los conservadores, intentando desesperadamente rescatar el orden perdido. Del otro, una infinidad de cuestionamientos tomaba forma, sea en rebeliones y revoluciones que sacudían el mundo, sea en el surgimiento creciente de nuevas formas de ver, interpretar y representar el mundo.

En el campo cultural, el rock’n roll, la poesía beatnik y el movimiento hippie fueron algunas de las formas tomadas por esa rebelión. Ya en los inicios de los años 1960, todas esas tribus y tendencias se cruzaban en las rutas de la contracultura.

En el escenario político, la Revolución Cubana, la lucha por la independencia en África, y, ya hacia finales de la década de 1960, la intensificación de las movilizaciones contra la Guerra de Vietnam, sirvieron de combustible para una permanente y creciente insatisfacción.

Inevitablemente, las dos “puntas” de esos procesos se influenciaban mutuamente. Así, formas de protestas utilizadas por los movimientos sociales ganaban nuevos contornos en los palcos de la cultura. Fue así que la práctica del “sit-in” (sentar y ocupar), un tipo de manifestación que consistía en invadir lugares (de edificios públicos a bases militares) y permanecer sentado hasta ser sacado por la policía, se transformó en los “human be-in” (ocupaciones humanas): la invasión de lugares públicos, de preferencia parques, que eran transformados en placo para la exhibición, gratuita y espontánea de shows y todo tipo de actividades artísticas.

Anarquización de un proyecto capitalista

Puede parecer mito, pero es un hecho que la historia del festival comenzó como una propuesta de emprendimiento capitalista impensable en los días de hoy.

A inicios de 1969, John Roberts y Joel Rosenman publicaron un anuncio en los dos principales diarios de Nueva York, diciendo: “Dos jóvenes con capital ilimitado están procurando por oportunidades de inversión en negocios interesantes y legales”. La propuesta llamó la atención de Michael Lang –hippie, habitante de la ciudad de Woodstock, con alguna experiencia en la promoción de festivales– y su socio, el músico Artie Kornfield. Ambos pretendían levantar fondos para montar un estudio de grabación.

Fue de ahí que nació el proyecto del “Festival de Música y Arte de Woodstock: una exposición acuariana”. La idea era, de hecho, hacer dinero. Se contrataron bandas y comenzaron a venderse los ingresos.

Alrededor de julio, los organizadores estimaban que alcanzarían los 200.000, lo que ya haría del evento el mayor del género en la época.

Pero nadie había previsto la llegada de las centenas de miles que migraron para el lugar. Y no había infraestructura para eso. Faltaba todo. Desde baños hasta alojamiento, desde seguridad hasta médicos. La prensa burguesa temía una “catástrofe pública”, provocada por la invasión de “locos” y marginales de todo tipo.

Con todo, también como símbolo de una época en que las relaciones tenían una forma muchísimo diferente de las actuales, el número de incidentes fue mínimo. A pesar de la circulación de medio millón de personas, ocurrieron “apenas” dos muertes (un joven fue atropellado por un tractor cuando dormía envuelto en una bolsa de dormir, y otro tuvo una sobredosis).

Durante la presentaciones, varios momentos fueron eternizados. Como la de Janis Joplin, que moriría poco después. Con su voz ronca, digna de una diva negra del “blues”, la cantante interpretó, de forma visceral, músicas como “My heart”, “Ball & Chain”, “To love somebody”, y la inigualable “Summertime”.

Hendrix dio su recado político y entró para la historia al presentar una versión electrizante para el entonces odiado himno norteamericano. Su osadía sorprendió al público y escandalizó a los medios, principalmente porque, en su impresionante arreglo, hizo que partes del himno sonasen, literalmente, como bombardeos, en abierta referencia a las atrocidades cometidas en Vietnam.

Significado de una época

Woodstock fue la fiesta que celebró todo lo que significó 1968, el año que nunca acabó; el momento de exaltación de las libertades que estaban siendo arrancadas en las calles; el grito de jóvenes mujeres que habían tirado abajo el mito de la sumisión femenina; el eco estruendoso de una juventud que se rebeló contra la segregación racial y la homofobia.

Y, sobre todo, fue la expresión artístico-musical de una juventud que osó rebelarse, que no se curvó al orden, y que soñó tan intensamente con un mundo diferente que llegó a transformar todo eso en realidad, incluso si lo hizo en forma temporaria y anárquica.

Y, por eso mismo, fue un momento único, no porque aquellos jóvenes envejecieron y los sueños murieron con ellos, dejando solo su banda sonora como testimonio. Muy por el contrario. Al juntar gente de todos los rincones de Estados Unidos y de partes del mundo, el Festival de Woodstock y las ideas cantadas, intercambiadas y vividas aquel fin de semana se extendieron como reguero de pólvora, agitando incluso por años el “status quo” y el escenario cultural de una parte significativa del planeta.

Fueron esas ideas las que contribuyeron, por ejemplo, para acelerar el fin de la Guerra de Vietnam e, incluso, para formar a toda una nueva generación de activistas en las décadas siguientes.

La contraofensiva (tanto económica como política) iniciada en la década siguiente, repercutió profundamente en el escenario cultural. El mundo cambió, la música cambió. En pocas palabras, la fuerza del capital sofocó el ímpetu “anárquico” y “colectivo” de las manifestaciones artísticas.

Ya a mediados de la década de 1970, los festivales al aire libre fueron dando lugar a los “shows” realizados en lugares cerrados, cada vez más controlados y caros. Todo eso acompañado, obviamente, por la creciente mercantilización de los eventos.

En 2009 [y en 2019], Woodstock está siendo nuevamente celebrado. Pero lo que no debe ser olvidado por las nuevas generaciones es que “el sueño no acabó”, que es posible soñar con cambiar el mundo.

Traducción: Natalia Estrada.

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