Jue Mar 28, 2024
28 marzo, 2024

El Papa Francisco y la Teoría del Big Bang

La reciente declaración del Papa Francisco sobre el Big Bang fue bastante discutida por la prensa y en la internet.

No faltó quien elogiase la postura “progresiva” del Papa de abrir un “diálogo” entre la ciencia y la religión, [diciendo] que estas no serían contrapuestas sino que se “complementarían mutuamente”. Y esto, justamente en un momento en que el fanatismo religioso crece en las más diversas formas en todo el mundo.

¿Estarían, de hecho, la Iglesia católica y el Vaticano, en la figura de su mayor jerarca, alterando sus posiciones en relación con la ciencia y abandonando su pasado de medievalismo e irracionalidad?

Comencemos con la declaración del Papa sobre el Big Bang. “El inicio del mundo no es obra del caos, que debe su origen a otros factores, sino que deriva directamente de un Principio supremo que crea por amor. El Big Bang, que hoy se plantea como el origen del mundo, no contradice la intervención creadora divina, sino que la exige”.

O sea:

1. Que el Big Bang habría sido el inicio del mundo;

2. Que el Big Bang no habría sido fruto del caos[1] y sí del amor divino;

3- Que el Big Bang exige la intervención creadora divina.

Ninguna de estas afirmaciones está de acuerdo con lo que dice la física moderna. Por el contrario, están en contradicción evidente con ella. En este artículo pretendemos mostrar que el Big Bang no es el inicio del mundo, no es fruto del caos (ni mucho menos del amor divino), ¡y tampoco exige la intervención divina!

Al final, ¿qué es la Teoría del Big Bang?

Ya discutimos este tema en otros artículos, pero el Papa Francisco nos obliga a volver sobre él. La Teoría del Big Bang es una teoría sobre la evolución del universo, o por lo menos de la parte de este que podemos observar.

Dice que el universo se expandió (y sigue expandiéndose y enfriándose), a partir de un determinado momento del pasado, en que este habría sido mucho más caliente y denso que hoy. Y que todo lo que conocemos: planetas, estrellas, galaxias y conjuntos de galaxias (o aquello que las componen) estaban muy próximos entre sí. No fue una teoría pensada a priori. Por el contrario, fue desarrollada paulatinamente, en dirección opuesta a lo que se creía entonces.

Poco después de que Einstein publicara su Teoría de la Relatividad General[2], percibió que esta no permitía un universo estático, como era la creencia de entonces. Su teoría exigía un universo en movimiento, o en expansión, o en contradicción. Este resultado fue una sorpresa para la época, pues la mayoría de las personas entonces consideraba el universo estático[3]. El propio Einstein, desconforme con el resultado, modificó sus ecuaciones para tornarlas compatibles con un universo estático.

Friedman, gran físico ruso, aplicando las ecuaciones originales de la Teoría de la Relatividad General al universo como un todo, construyó el primer modelo cosmológico moderno, de un universo en expansión, tornándose así, merecidamente, el padre de la cosmología moderna. Si en el universo todo estaba en expansión, la conclusión obvia sería que, en el pasado distante, las galaxias y conjuntos de galaxias estarían más próximos unos de otros, hasta que en un determinado momento ocurrido hace mucho tiempo, estarían todos reunidos en un mismo punto, infinitamente caliente y denso (hoy calculado como ocurrido hace cerca de 13.800 millones de años).

Fue George Lemaitre, físico y astrónomo belga, que dio este paso y creó la idea de un Big Bang caliente, que llamó entonces de huevo cósmico, o huevo primordial[4]. Más tarde, vino el descubrimiento experimental de Edwin Hubble sobre el desvío hacia el rojo en la luz de las galaxias distantes, resultado del efecto Doppler[5], debido a la expansión del universo. Hubble descubrió que cuanto más distante la galaxia, más su luz se desviaba hacia el rojo, o sea, más rápidamente se apartaba de nosotros, confirmando el análisis de Friedman y Lemaitre. A partir de ese momento, la Teoría del Big Bang pasó a ser tomada en serio (Einstein asumió entonces que su alteración de la Relatividad General para posibilitar un universo estático había sido el mayor error de su vida).

El Papa Pío XII vio luego en la hipótesis del Big Bang la posibilidad de una justificación “científica” para el mito de la Creación, en lo que fue criticado por el propio Lemaitre, a pesar de que él más allá de físico era también un padre católico. Lemaitre habría dicho a Pío XII para “no mezclar las cosas”.

George Gamow, otro físico ruso, previó que si el universo tuvo un origen tan caliente y explosivo, algo de este inmenso calor debería ser detectable aún hoy. Él previó entonces que debería haber un residuo de este calor de la explosión inicial, que se habría enfriado después de tanto tiempo, y estaría hoy en la faja de radiación de microondas. Algunos años después, esta radiación fue detectada, y hoy es llamada radiación cósmica de fondo de microondas. Gamow propuso todavía que la diversidad de átomos que vemos en el universo hoy, se habría formado en la hornalla del Big Bang, suficientemente caliente para fundir los átomos de hidrógeno en átomos más pesados. De hecho, calculó la proporción que debería haber entre los diferentes átomos y sus isótopos si estos hubiesen sido forjados en el Big Bang y llegó a una proporción entre los diferentes isótopos del hidrógeno y del helio (que componen la mayor parte de la materia común en el universo) que concordaba exactamente con aquella experimentalmente observada[6].

O sea, la Teoría del Big Bang deriva naturalmente de la Relatividad General, explica el desvío hacia el rojo de las galaxias distantes, previó y explica la radiación de fondo de microondas y la proporción observada en el universo entre los diferentes isótopos de hidrógeno y de helio. De ahí que hoy, después de mucha polémica y teorías alternativas, la teoría del Big Bang sea tan bien aceptada en la comunidad científica e incluso por el público en general.

Hasta aquí parecemos estar dando la razón a aquellos que identifican la Teoría del Big Bang con el mito de la Creación; al final, estamos diciendo que el universo supuestamente habría comenzado a partir de un punto (los físicos lo llaman singularidad), o sea, de la nada[7]. Y según la Relatividad General, este habría sido el inicio no sólo de la materia como la conocemos sino del propio espacio y del tiempo.

La filosofía positivista, muy influyente entonces entre los físicos, afirmaba que, como el Big Bang destruiría cualquier información sobre lo que había antes de él, eso debería ser interpretado como si no existiese nada antes del Big Bang, y que este sería el inicio del tiempo, pues lo que no podemos medir, no existe para esta filosofía[8]. Si el universo surgió de la nada, la conclusión obvia es que solamente algo externo al universo, “trascendente”, podría estar en su origen: Dios. El Papa Juan Pablo II llegó a decir que estaba muy bien la Teoría del Big Bang pero que los físicos no deberían preocuparse en estudiar lo que había antes de este, que ese era el territorio no de la ciencia sino de la religión. Al final, no podría haber un “antes” del “soplo inicial”.

Un “olvido” fundamental: la mecánica cuántica 

Pero desde la formulación de la Teoría del Big Bang estaba claro que había allí un gran problema metodológico. Se llegó a la idea de “inicio” del universo y del tiempo a partir de una extrapolación de la teoría de Einstein de la Relatividad General hacia un momento en que inmensas cantidades de materia y energía estarían concentradas en un volumen menor que el de un átomo. Y la teoría que trata de escalas subatómicas no es la Teoría de la Relatividad y sí la Teoría Cuántica[9]. O sea, la conclusión de que el universo comenzó de un punto (de nada) deriva de la extrapolación de una teoría hacia un territorio que no es el suyo[10]. La verdad es que, siendo una teoría que ignora la Mecánica Cuántica, la Teoría del Big Bang no es una teoría del Big Bang en sí, y sí una teoría sobre la evolución del universo DESPUÉS del Big Bang, ya que el Big Bang en sí, siendo un evento cuántico, no puede ser investigado por la Teoría de la Relatividad.

Para investigar el Big Bang en sí, es necesaria una teoría que combine la Teoría de la Relatividad General de Einstein con las leyes de la Mecánica Cuántica. Y elaborar esa teoría no es una tarea fácil. Hay varias teorías que intentan hacer eso. Ninguna está completa ni suficientemente corroborada experimentalmente. Pero hay un hecho innegable: todas las tentativas hechas hasta aquí, sin ninguna excepción, apuntan que el Big Bang no fue el inicio del universo sino simplemente un momento especial de su historia, de transición de una forma de existencia a otra. Diríamos nosotros, un salto de calidad en su permanente desarrollo dialéctico. Hay muchos físicos hoy que incluso no siendo partidarios del materialismo dialéctico, han propuesto modificar la expresión Big Bang por Big Bounce (el Gran Salto), otros para la Gran Transición (en analogía con las transiciones de fase de la materia).

Inflación Cósmica, Supercuerdas, Gravedad Cuántica de Lazos, Supergravedad 

Así, por ejemplo, la más sólida entre las teorías que investigan el Big Bang en sí, la Inflación Cósmica[11], propone que el Big Bang sea el resultado de una fluctuación cuántica en un hipotético campo de energía, existente en el período anterior al Big Bang, cuando el universo y la materia existían en otra forma, llamada falso vacío. En transición al universo actual, la energía de este falso vacío se convirtió en una corta y explosiva dinámica expansiva del universo (el “bang” del Big Bang), y esa energía, al cesar la inflación, se convirtió en la materia y energía en las formas que nos son conocidas hoy, que siguen expandiéndose, pero de forma incomparablemente más lenta. La Teoría de la Inflación propone no solamente eso sino que estas fluctuaciones siguen ocurriendo en regiones distantes, formando varias bollas de universos coexistiendo entre sí (este escenario ha sido llamado Multiverso, donde “nuestro” universo sería apenas uno, dentro de incontables “otros” universos[12]).

Otro modelo, derivado de la Teoría de las Supercuerdas (una de las teorías propuestas para combinar la Relatividad General con la Mecánica Cuántica), propone que el universo actual se originó a partir de un alineamiento de fase de las supercuerdas (hipotéticos elementos básicos microscópicos, constitutivos de todo lo que existe en el universo) ya existentes antes, que al entrar en fase entre sí dieron origen al continuum del espacio-tiempo como lo conocemos.

Otra hipótesis, aún más exótica, también derivada de la Teoría de las Supercuerdas y llamada Cosmología de Cuerdas, propone que nuestro universo, con tres dimensiones espaciales más el tiempo, es apenas uno, conviviendo en un espacio multidimensional, donde “varios” universos, de diferentes dimensiones y leyes físicas, vagan para allá y para acá (otra variación de la idea de Multiverso). Estos así llamados “mundos-brana[13]” de tiempos en tiempos se chocarían entre sí debido a la atracción gravitacional entre ellos, y estos choques liberarían inmensa cantidad de energía que haría que internamente cada uno de estos “mundos-brana” se tornase extremadamente caliente, lo que daría inicio a un nuevo ciclo de existencia dentro del mismo, que nosotros hoy detectaríamos como la radiación de fondo de microondas de un Big Bang caliente. O sea, no sólo no sería un inicio, sino que la materia y energía ni siquiera estarían reunidas, en este momento, en un único punto[14].

Otro escenario cosmológico es el derivado de la Teoría de la Gravedad Cuántica de Lazos, principal competidor de la Teoría de Supercuerdas. Este también evita la singularidad en el Big Bang y afirma que el actual universo surgió de un salto (el tal Big Bounce) de un universo anterior que al colapsarse, debido a su gravedad, no alcanzó ninguna singularidad; al contrario, al alcanzar una densidad suficientemente alta, tuvo su gravedad alterada de atractiva hacia repulsiva, dando origen al fenómeno de la inflación.

Steven Hawking, estudiando el Big Bang dentro de la Teoría de la Supergravedad (otra tentativa de unificar la Relatividad General y la Mecánica Cuántica) llegó también a la conclusión de que la inclusión de la Mecánica Cuántica en el análisis impedía hablar de un instante cero de tiempo[15].

El Big Bang y el Mito de la Creación: una confusión deliberada 

O sea, a pesar de no haber consenso en la comunidad física sobre las teorías de gravedad cuántica y modelos cosmológicos derivados de estas (a excepción de la Teoría de la Inflación Cósmica, bastante bien aceptada), una cosa es cierta: la interpretación del Big Bang como inicio del universo se basa en una extrapolación abusiva de la Relatividad General al reino de la Mecánica Cuántica (y las influencias de la filosofía positivista y de la Iglesia) y, cuando se intentan tomar en cuenta los efectos de la cuántica en la teoría, TODAS las soluciones apuntan para un “antes” del Big Bang, sin absolutamente ninguna excepción. Y eso no es una sorpresa, pues uno de los pilares de la Mecánica Cuántica es que la información no se pierde en el universo, una expresión particular más del principio de la indestructibilidad de la materia en movimiento, base de la concepción materialista dialéctica de la naturaleza[16].

O sea, el Big Bang no fue el inicio sino un momento importante de la historia de aquella parte del universo por nosotros conocida. No fue fruto del “caos”, del acaso o del “amor divino”, sino de procesos físicos accesibles a la ciencia. Y más importante aún, no habiendo habido inicio, no hubo Creación, y la figura de un Creador se torna, más allá de irracional, totalmente superflua para la comprensión del universo[17].

Religión vs. materialismo dialéctico: el marxismo contra la Iglesia 

Como vimos, no hay nada en común entre la cosmología moderna y la doctrina de la Creación de la Iglesia sobre que la Tierra y el universo habrían sido creados en seis días por un bondadoso Creador. La declaración del Papa Francisco, confundiendo el Big Bang con el mito de la Creación, no pasa de una tentativa desesperada de esconder la verdadera cuestión: que todo el desarrollo de la ciencia confirma cada día no las ideas irracionales de la Iglesia sino las determinaciones del materialismo dialéctico. Que el eterno movimiento de la materia es la base de la existencia y que la Idea, incluida la idea de Dios, surgió de esta a partir de la evolución de la materia desde formas anteriores de existencia hasta los protones y los electrones, desde los átomos más simples, de estos a los más complejos y las moléculas, de la materia atómica y molecular inorgánicas a la materia orgánica, de la materia inanimada a la animada, de la vida inconsciente a la consciente, de la vida biológica a la vida social, hasta la construcción de la sociedad humana, punto más alto de este progreso que para seguir adelante tendrá obligatoriamente que librarse de todos los mitos usados para mantenernos en la ignorancia y la pasividad.

La religión surge en la prehistoria de la sociedad humana como una tentativa rudimentaria de explicación de los fenómenos que estaban al alcance de la comprensión humana. Por eso, las primeras religiones son politeístas, con un dios que explica los truenos, otro que explica las lluvias, otro que explica las sequías, las plagas, etc. El desarrollo de la ciencia fue disminuyendo el espacio para estos dioses nacidos de la ignorancia en relación con los fenómenos naturales.

Hoy ni el más fanático de los religiosos intenta explicar los truenos a través de Dios, lo que podría hacernos pensar que la religión va perdiendo su importancia en la proporción inversa en que la ciencia evoluciona. Pero eso no es tan simple así. A pesar de que la ciencia moderna nos explica una inmensidad de fenómenos, existe un tipo de fenómeno que la ciencia “oficial” no puede explicar por razones políticas: los fenómenos sociales.

El territorio privilegiado de la Iglesia hoy está en la “explicación”, por voluntad divina o por la naturaleza pecadora de hombre, de los males sociales existentes en el mundo. No hay ciencia, fuera del marxismo, que explique por qué en el siglo XXI, cuando la llegada del hombre a la Luna ya es estudiada en las aulas de historia, siga existiendo hambre, miseria, guerras y muertes por enfermedades cuya cura la ciencia hace ya mucho desarrolló. Las religiones modernas no son fruto de la ignorancia en relación con los fenómenos naturales, y sí en relación con los fenómenos sociales. Sacan su fuerza de la miseria de la sociedad humana.

La única explicación para la miseria humana fuera del marxismo es la religiosa, de que pagamos por nuestros pecados, de que el hombre tiene una naturaleza pecadora desde Adán y Eva, y que la religión viene al mundo para pregonar la bondad, solidaridad y buen comportamiento entre los hombres, que si son “buenos”, o sea, aceptan pasivamente el hambre, la miseria, la opresión, la explotación y las injusticias, serán recompensados por el Creador del universo, pero solamente después de la muerte. Por eso, la religión es enemiga irreconciliable del marxismo, única concepción científica de la sociedad humana que afirma que los males de nuestro mundo no son reflejos ni de la naturaleza humana pecadora ni de la voluntad divina ni del bajo desarrollo de las ciencias. Las ciencias y la técnica ya están adelantadas a tal punto que sería posible acabar con el hambre, el desempleo, la miseria y la inmensa mayoría de las enfermedades que aún afligen a la humanidad, y reducir enormemente la jornada de trabajo liberando a la humanidad de conjunto, y no solamente a una ínfima minoría de esta, para el trabajo creativo en las ciencias y en las artes, que conocerían entonces un nuevo renacimiento, incomparablemente más grandioso que en cualquier momento anterior en la Historia. Ya hay condiciones objetivas de sobra para construir el paraíso en la Tierra.

El mal que aflige a la Tierra es de otra naturaleza, nada divina. Es la existencia de una sociedad dividida en clases sociales, basada en la búsqueda de lucro, donde una minoría, para mantener sus privilegios, obstaculiza el desarrollo de la humanidad en todos sus aspectos, a costa de la miseria y el atraso medieval de grandes masas. Por eso, la esperanza de muchos ateos de que el desarrollo de la ciencia venga a restringir cada vez más el peso de la religión y del ocultismo en la sociedad humana y permita la mejora permanente de las condiciones de vida de la humanidad es, lamentablemente, una esperanza vana. En la medida en que el capitalismo se entierra en su crisis insoluble, las concepciones religiosas, ocultistas y medievales retornan con fuerza redoblada, así como empeoran las condiciones de vida de la mayoría de la humanidad, dos fenómenos actualmente fáciles de observar en toda su irracionalidad.

El pre-requisito para el avance de la humanidad es la destrucción del actual orden social capitalista y parasitario, que amenaza no sólo con destruir las conquistas de la ciencia y la cultura humanas sino con sumergir a la humanidad de nuevo en las tinieblas de la barbarie, o incluso con su propia aniquilación. Solamente la reorganización sobre bases racionales, o sea, socialistas, de la economía mundial, puede dar continuidad a la increíble historia del desarrollo humano: de la irracionalidad a la ciencia, del salvajismo a la sociedad moderna, de las cavernas a los milagros de la ciencia y la técnica, colocando todas estas conquistas, finalmente y por primera vez en la Historia, al servicio de la humanidad de conjunto y no sólo de una ínfima minoría. No hay cómo prever los límites para el desarrollo futuro de la humanidad finalmente liberada de las amarras del capitalismo. En la opinión de este autor, estos límites simplemente no existen.

D. es revolucionario y físico. 

Notas:

[1] El Papa usa el término caos en el sentido de falta de orden, de acaso, y también en un sentido místico, obra “del más allá”. El sentido moderno de caos en la ciencia es el de la existencia de un orden de tipo más complejo, ni siempre perceptible en el inicio, y que no puede ser tratada de la manera determinista tradicional.

[2] Teoría de la Gravedad de Einstein publicada en 1915. Afirma que la gravedad es efecto de la curvatura de espacio-tiempo debida a la distribución de masa/energía en el universo. Confirma la afirmación del materialismo dialéctico de que el espacio y el tiempo son formas de existencia de la materia, y que por ello no tiene existencia propia independiente de esta.

[3] El materialismo dialéctico ya en su origen criticaba la concepción estática del universo, reivindicando la hipótesis de Kant de la nube primordial que habría dado origen al universo como lo conocemos.

[4] El nombre Big Bang (Gran Explosión) fue dado por Fred Hoyle, gran opositor de la teoría, para ridiculizarla. Hoyle defendía una teoría rival, la del Estado Estacionario.

[5] Efecto más conocido por su expresión sonora, cuando escuchamos el sonido de un auto que se aproxima como cada vez más agudo, y cada vez más grave cuando se aleja. De la misma manera, la luz de las estrellas se desvía hacia el rojo cuando se aleja (más “grave”) y hacia el azul cuando se aproxima (más “agudo”).

[6] La verdad, la historia es un poco más complicada; esta idea funcionaba bien para el hidrógeno y el helio, pero la síntesis de los átomos pesados de la tabla periódica no sería posible en el Big Bang. La teoría de la síntesis estelar de los elementos químicos pesados vino a resolver el problema, explicando cómo en el interior de las estrellas el hidrógeno y el helio se funden en elementos cada vez más pesados.

[7] El propio Einstein (que al contrario de las leyendas nada tenía de religioso) no aceptó esta hipótesis y, en una tentativa de contornearla, propuso la existencia de pequeñas velocidades tangenciales en el movimiento de las galaxias, que llevaría a que ellas no se encontrasen en el pasado, solamente pasasen próximas unas de otras, evitando la singularidad. Más tarde, esta hipótesis suya se mostró equivocada. Pero esa “testarudez” de Einstein reflejaba bien la opinión mayoritaria (y correcta) entre los físicos de entonces, de que el universo no podría haber surgido de una singularidad, o sea, de la nada.

[8] Al contrario, el materialismo dialéctico afirmaba que toda la experiencia humana demostraba [y demuestra] que la materia es indestructible en su eterno movimiento, que no puede ser ni creada ni destruida. Que existe objetivamente, independientemente de la existencia del observador. Que el Big Bang sería, por lo tanto, una transición de una determinada forma de existencia de la materia hacia otra forma, un salto de cualidad en su eterno movimiento. Y si entonces no nos era posible investigar el “antes” del Big Bang eso se debía a las limitaciones de nuestro conocimiento científico de entonces. Hasta hoy, los positivistas acusan al materialismo dialéctico de ser una metafísica, exactamente por estas afirmaciones.

[9] Compone, junto con la Teoría de la Relatividad, la base de la física moderna. Estudia el reino de lo muy pequeño, de las escalas subatómicas. Es en su estructura conceptual muy diferente de la física clásica y de la relatividad.

[10] De hecho, si tenemos en cuenta solamente la Teoría de la Relatividad, las singularidades son inevitables (como también en la física newtoniana), como fue demostrado en la década de 1970 por Roger Penrose y Steven Hawking. De ahí todas las afirmaciones de Hawking en aquella época de que la física aún dejaba un espacio pequeño para Dios en el universo, el momento mismo del Big Bang.

[11] El análisis no cuántico en la Teoría del Big Bang llevaba a una serie de contradicciones no solamente en el plano filosófico sino principalmente en el físico. Los tres más importantes son el problema de la información, el de la planitud y el de los monopolios magnéticos. El problema de la información es que la Teoría del Big Bang no explica por qué la radiación de fondo es prácticamente igual en todas las direcciones, ya que no hubo tiempo suficiente desde el Big Bang para que estas regiones estuviesen en contacto entre sí y pudiesen intercambiar información, entrando en equilibrio térmico, para emitir todas radiación en la misma temperatura. El problema de la planitud es que la Teoría del Big Bang no explica por qué el universo observado es tan perfectamente plano, cuando debería ser curvo. La teoría del Big Bang aún prevé la formación de monopolios magnéticos (hipotéticos imanes de un polo solo), nunca observados experimentalmente. La Teoría de la Inflación resolvió todos estos problemas. Al suponer una “inflación” ultra rápida del universo antes de la expansión actual, dio tiempo suficiente para que las diferentes regiones del universo pudiesen entre sí cambiar información y entrar en equilibrio térmico; la extrema inflación inicial permitió que un universo curvo e irregular se “estirase”, como un balón siendo llenado, y que se estiró tanto que hoy sería plano en nuestra escala. Y, aún, que la inflación hubiese diluido tanto la materia en el universo que los monopolios magnéticos se hubiesen tornado objetos extremadamente raros, y que, por lo tanto, no nos sorprende que nunca hayan sido detectados. A pesar de un incómodo aspecto ad hoc en esta solución, es evidente su éxito práctico. Por más exótica que parezca, la Teoría de la Inflación cósmica ha hecho una serie de previsiones que vienen siendo testadas en los últimos 30 años con cada vez más éxito. Si aún no es una teoría definitivamente establecida, no se puede negar que contenga algo de verdad en su formulación.

[12] Ya expresamos en artículos anteriores nuestro desacuerdo con esta nomenclatura. Universo es, por definición, todo aquello que existe, materialmente. Por eso, hablar de “otros” universos no tiene sentido, además de atentar contra la unidad de movimiento de la materia. Preferimos llamar de diferentes partes, bollas o sectores de un universo infinito, aún más rico en variedad del que se podría pensar anteriormente.

[13] Brana deriva de la palabra membrana. Así, hay en la teoría diferentes objetos: 1-branas (líneas), 2-branas (membranas), 3-branas (volúmenes), y así por delante.

[14] No obstante, sobre eso hay bastante confusión. En general se considera que en el Big Bang todo lo existente estaría concentrado en un punto, y eso no es siempre verdad. Hay tres soluciones de Friedman de la Relatividad General para la evolución del universo: un universo abierto (que se expande para siempre), cerrado (cuya expansión se desacelera hasta volver a contraerse) o plano (que también se expande para siempre, pero con un ritmo menor). Solamente el cerrado podría ser reducido a un punto inicial. Y los datos empíricos sobre la densidad de materia/energía en el universo observado corroboran o el universo plano, o el abierto, que no podrían ser reducidos a un punto, y por lo tanto, el Big Bang se habría dado en una extensión infinita, en un universo que ya era infinito antes del Big Bang y que se expandió aún más después de este. Si les parece difícil imaginar un universo infinito expandiéndose aún más, quédense tranquilos, para los físicos profesionales también lo es. El truco es no imaginar un volumen infinito creciendo sino un universo infinito donde todo lo que existe se aleja entre sí.

[15] Lo que lo llevó a negar entonces la afirmación anterior, diciendo que no había más ese tal espacio pequeño para Dios en la física.

[16] El principio de que la materia en movimiento no puede ser ni creada ni destruida es un principio filosófico que se traduce en principios concretos en las diferentes ciencias, en especial en la física. En esta hay una serie de principios de conservación que son la base misma de todo su edificio teórico, como la conservación de la masa, de la energía, de la cantidad de movimiento, del momento angular, de la información, de la carga eléctrica y otras cargas, del número bariónico, entre otras. Todas estas son expresiones particulares, por eso no necesariamente absolutas. Por ejemplo, Einstein descubrió con la Teoría de la Relatividad Restricta, que la masa y la energía no se conservan para siempre, pudiendo una transformarse en la otra a través de su famosa fórmula E=mc2. Pero con eso no negó el principio general, sólo lo profundizó, llegando al principio más general de conservación del contenido total de masa/energía. Este principio fue descubierto primero en su forma particular de la conservación de masa en las reacciones químicas, popularizado por el químico francés Lavoisier en su conocida frase: “En la naturaleza nada se crea, nada se pierde, todo se transforma”.

[17] No son solamente las teorías que contradicen el mito de la Creación, sino también las nuevas evidencias experimentales. Hoy ya estamos en condiciones de analizar las fluctuaciones de la radiación de fondo de microondas del Big Bang con gran precisión, lo que ha confirmado las previsiones de la Teoría de la Inflación. O aquella que es el mayor descubrimiento experimental de las últimas décadas: que el universo no solamente se expande sino que esta expansión hoy se está acelerando. Este descubrimiento contradice la idea de un “soplo inicial divino”, origen de todo el movimiento posterior, y reafirma un universo no sólo en eterno movimiento sino un universo dinámico, que no se limita a una expansión pasiva después de un “inicio” misterioso sino que evoluciona, en su eterna marcha, desde formas más simples hasta las más sofisticadas de existencia de la materia. Al mismo tiempo, el análisis del universo en gran escala ha mostrado que este no podría haber surgido de un escenario únicamente relativístico, que prevería un universo uniforme en gran escala, lo que no corresponde a las observaciones. Recién comenzamos a analizar detalladamente la radiación de fondo, la expansión acelerada del universo y la estructura del universo observable en gran escala, gracias a los avances técnicos de las tres últimas décadas. Mucho nos espera en los próximos años; no por acaso el período actual ha sido considerado por muchos la Era de Oro de la cosmología moderna.

Traducción: Natalia Estrada.

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