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28 marzo, 2024

A 32 años del asesinato de Ana María Martínez

Hace 32 años, el 4 de febrero de 1982, era secuestrada nuestra compañera Ana María Martínez, obrera, luchadora, y militante del por entonces Partido Socialista de los Trabajadores (PST) de la Argentina.


Luego de su secuestro, en una búsqueda desesperada e inútil de su compañero José, los abogados del partido, los defensores de los derechos humanos y todos quienes éramos sus compañeros, y tras un largo peregrinaje por cuanta comisaría, ministerio y etcéteras existía, donde siempre la respuesta fue la misma: “no sabemos nada, vamos a ver”, el cuerpo de Ana María “apareció” en la ribera de un río del municipio de Tigre, en el Gran Buenos Aires, el 12 de febrero.

El asesinato de nuestra compañera fue el último caso “oficial” de una larga lista de nombres del PST, víctimas de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) primero y de la dictadura genocida que gobernó el país entre 1976 y 1982. Pero no por eso, de ninguna manera, es el menos importante, al contrario. Su “desaparición” y el hallazgo de su cuerpo ocho días después produjeron en el país y en el exterior una enorme conmoción, que tomó la primera plana de muchos periódicos y noticieros.

Ana María tenía entonces 31 años, era obrera metalúrgica en la fábrica DEA de reguladores de voltaje, platinos y otros elementos eléctricos para automóviles, y antes había trabajado en la empresa Sylvania probando contactos de tubos fluorescentes en la línea de montaje y había sido despedida de ella “por reducción de personal”. Vivía al momento de su desaparición con su pareja José, en un departamento pequeño con una también pequeña huerta en el fondo, en el número 740 del Pasaje Freud, en Villa de Mayo, en la zona norte del Gran Buenos Aires. Era oriunda de la ciudad de Mar del Plata, donde luego de terminar los estudios secundarios y a raíz de la muerte de su padre, entró a trabajar en un laboratorio de análisis clínicos primero y en una fábrica de alfajores después, para ayudar a su madre y su hermano Carlos. Se afilió al PST en 1974 y un año después su casa fue allanada por fuerzas de seguridad, por lo que decidió irse a vivir a Buenos Aires.

Militante socialista y revolucionaria, tenía el afecto de sus vecinos y de todos quienes las conocían, por su simpatía, su seriedad en el trabajo y su permanente buen humor. Cuando la asesinaron estaba embarazada de tres meses.

El descaro de los organismos oficiales y policiales –cuando se dignaban a recibir a quienes reclamaban su desaparición, porque muchas veces hasta eso se negaron a hacer– mostraba que, pese a los discursos de que la “guerra sucia” había acabado, las bandas asesinas que desataban una represión salvaje contra los luchadores que se oponían al régimen, seguían actuando impunemente.

Y aún más, el caso de Ana María pretendía ser un aviso a todos quienes continuábamos en el PST denunciando los crímenes y la política de opresión y explotación contra los trabajadores, a manos de la sangrienta y genocida dictadura.

Por eso fue estéril el esfuerzo de las autoridades y sus cómplices de echar un manto olvido sobre su cobarde asesinato. Hoy y siempre, quienes luchamos por el socialismo, recordaremos a Ana María –como a los más de 100 compañeros del PST y a tantos otros que lucharon contra la dictadura– y no estaremos nunca de acuerdo con el olvido y el perdón a los militares genocidas.

A un año de su asesinato, Enrique Broquen, por entonces abogado de nuestro partido y miembro de su dirección, defensor de presos políticos y dedicado al esclarecimiento de lo ocurrido con Ana María, escribió al partido una carta en cuyo final decía: “Nuestro mejor homenaje a Ana María Martínez, cuya sonrisa y alegría de vivir tengo siempre presentes, va en este compromiso nuestro y de todos los auténticos socialistas y demócratas de la Argentina de luchar sin descanso por el esclarecimiento del crimen que tronchó su joven vida proletaria. Y, de quienes fuimos sus compañeros de partido –en cuyo nombre me atrevo a hablar–, va la reafirmación del compromiso de seguir luchando intransigentemente por la causa a la que ella dedicó y ofrendó su vida”.

Treinta y dos años después, hago mías, nuestras, las palabras de Broquen, reafirmando una vez más nuestro compromiso de lucha por la construcción de una sociedad socialista, libre de patrones y verdugos. Y en esa lucha, Ana María estará presente, ahora y siempre!

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