Jue Abr 18, 2024
18 abril, 2024

¿“Revolución Permanente desviada” o Crisis de la Dirección?

 Una crítica marxista a la teoría de la revolución permanente desviada

Reabriendo el diálogo 

En 1963, Tony Cliff y la International Socialist Tendency publicaron un ensayo muy breve, titulado La revolución permanente desviada, que era un intento de revisar la teoría de la Revolución Permanente elaborada por Trotsky,  a la luz de las dos revoluciones más importantes de la posguerra: Cuba y China. Hace falta entender la revisión de la teoría trotskista sobre la revolución permanenten por la IST en un contexto teórico más amplio: el del avance de la tesis del “Capitalismo del Estado”, formulada por primera vez en 1947 para referirse a la Rusia bajo Stalin, y hacia mediados de lo 60 de la de la “economía armamentística permanente” para analizar el desarrollo económico de la posguerra. Con estas tres tesis se diferenciaban de las posiciones adoptadas por la Cuarta Internacional. Sin embargo, estas diferencias teóricas claramente conllevaban posiciones políticas opuestas en torno a la invasión norteamericana a Corea y a una ruptura de SRG de la Cuarta Internacional, en 1950.

Con la publicación de la revisión de la teoría de la revolución permanente en 1956, el British International Socialism Group (IS, anteriormente SRG) trataba de establecer las bases políticas para una definida separación de la IV Internacional y de aquellas tendencias que decía estaban siguiendo directamente los pasos de Trotsky, y tratando de reconstruir una comprensión marxista del mundo y una nueva Internacional. La IST se convirtió en una tendencia internacional en los primeros años de la década de 1970, teórica y organizativamente alejada del resto de los revolucionarios que aún reivindicaban de diversas maneras el legado contradictorio de la Revolución Rusa.

Esta ruptura política en el movimiento trotskista se dobló de divisiones regionales y lingüísticas (SWP y IST permanecían esencialmente en los países de idioma anglosajón). Y aunque siempre existió en el Reino Unido un intercambio teórico entre SWP y los diferentes grupos que se declaraban herederos de la IV Internacional en 1950 y 1960 –en las publicaciones de la IV Internacional, Labor Review Magazine y el periódico New International–, estos debates no llegaron a ser lo suficientemente profundos ni llegaron a la arena internacional, y ambas partes no tardaron en olvidarlas o en restarles importancia, tomando en la práctica caminos separados. Ninguna de las dos tendencias vio la necesidad de formular sus diferencias con más claridad o de reabrir un diálogo político, y esto perjudicó a toda la izquierda.

Creemos también que el aislamiento “lingüístico”, que encerraba este debate en los centros imperialistas de habla inglesa, no se justifica únicamente por la debilidad del trotskismo en su conjunto como corriente internacional en los años de la guerra fría (y de allí su tendencia al sectarismo). También se reforzaba por el análisis que hacía el IST y su adopción de la revolución permanente desviada, lo cual los llevó –como veremos más adelante– a concentrarse en los países más desarrollados industrialmente y menos interesados en construir secciones en otras partes del mundo.

Creemos que la falta de un debate teórico más abierto sobre estos temas proveniente de nuestra tradición y de todos los que aún hoy se consideran de la IV Internacional, es un error que no nos podemos dar el lujo de seguir cometiendo, si es que queremos tomar con seriedad la tarea de la reconstrucción de la IV Internacional con los mejores y más probos revolucionarios en el mundo. Tenemos que poder volver a nuestra teoría, evaluarla y revisarla a la luz de la lucha de clases y del debate con otros revolucionarios, algunos de los cuales pueden estar elaborando comprensiones diferentes de las nuestras.

También el contexto hoy es diferente; tanto en el Reino Unido como en los EEUU, las secciones que estaban afiliadas a la IV Internacional han colapsado mientras que las distintas secciones de la IST, que se convietieron en prominentes en estas últimas decadas, entraron hoy en crisis. Al menos hasta ahora, no hemos definido con claridad hasta qué punto y por qué estas profundas diferencias teóricas entre nosotros siguen teniendo importancia hoy día. Es importante que los viejos militantes, tanto como los nuevos, accedan tanto a una evaluación coherente de nuestra herencia revolucionaria, que fue fundada sobre los principios marxistas, como a una evaluación honesta de las realidades de la era de la segunda posguerra, independientemente de cómo pueden haberse diferenciado de las predicciones del mismísimo Trotsky.

Las dos grandes revoluciones de la posguerra, la Revolución China (1949-1952)[1] y la Revolución Cubana (1959 – 1962)[2], que a pesar de ser grandes revoluciones no siguieron el curso histórico de la Revolución Rusa (ya que no tuvieron una “revolución de octubre”) obligaron a los marxistas a reexaminar la teoría de la revolución permanente. En este primer ensayo trataremos de esclarecer primero la posición de nuestra corriente (la LIT-CI) con respecto a la teoría de la Revolución Permanente dentro de la IV Internacional (ya que se han dando varias interpretaciones dentro del trostkismo y nuestra corriente ha sido minoritaria durante décadas) y luego planteraremos nuestras diferencias con la teoría de Cliff, que sigue que la IST[3] y la ISO siguen reivindicando hoy, y explicaremos porque y como consideramos que la teoría de la revolución permanente de Trotsky sigue vigente hoy.

 

 1) Las aportaciones teóricas de la Teoría de la Revolución Permanente

 

El desarrollo desigual y combinado del capitalismo y el cambio en la dinámica de clases

 

Para empezar, será útil repasar los aspectos básicos de la Teoría de la Revolución Permanente ya que en nuestra opinión, el sumario que Cliff hace de Trotsky es excesivamente esquemático y simplista y este es su problema esencial[4]. Mientras él –muy correctamente– esboza las conclusiones concretas de la teoría de la revolución permanente, condensadas en las tesis, se le escapa notar los elementos centrales de la teoría. Comencemos por el “resumen” del libro de Trotsky que propone Cliff:

 

“Los elementos básicos de la teoría de Trotski pueden ser resumidos en seis puntos:

  1. Una burguesía que llega tarde a la escena es fundamentalmente diferente de sus antecesoras de hace uno o dos siglos. Es incapaz de proporcionar una solución democrática consistente al problema de la opresión del feudalismo y del imperialismo. Es incapaz de llevar a cabo la completa destrucción del feudalismo, de conseguir una independencia nacional genuina y la democracia política. La burguesía ya no es revolucionaria, ni en los países avanzados ni en los atrasados. Es una fuerza absolutamente conservadora.
  2. El papel revolucionario decisivo recae sobre el proletariado, a pesar de que éste es muy joven y pequeño en número.
  3. Incapaz de acción independiente, el campesinado seguirá a las ciudades y, en vista de los puntos anteriores, debe seguir el liderazgo del proletariado industrial.
  4. Una auténtica solución para la cuestión agraria y para la cuestión nacional, una ruptura de las ataduras sociales e imperiales que impiden el rápido avance económico, supone ir más allá de los límites de la propiedad privada burguesa. «La revolución democrática se transforma directamente en socialista, convirtiéndose con ello en permanente».
  5. «El triunfo de la revolución socialista es inconcebible dentro de las fronteras nacionales de un país… Por lo tanto, la revolución socialista se convierte en permanente en un sentido nuevo y más amplio de la palabra: en el sentido de que sólo se consuma con la victoria definitiva de la nueva sociedad en todo el planeta.» Es un sueño reaccionario intentar alcanzar «socialismo en un solo país».
  6. Como resultado, la revolución en los países atrasados conduciría a convulsiones en los países avanzados.”

(Tony Cliff,  La Revolución Permanente desviada[5])

 

Aunque ninguna de las tesis bosquejadas acá, en este resumen inicial hecho por Cliff, por sí solas contradicen o distorsionan los análisis de Trotsky, lo que Cliff omite discutir es tal vez el aspecto más importante de la teoría, o sea, el reconocimiento del cambio fundamental en la dinámica de la clase o “mecanismos políticos”, como Trotsky solía llamarlo,  en el mundo colonial y semi colonial que se da a partir de la época imperialista. Y como Cliff omite esta parte tan esencial, es decir como omite mencionar la teoría (lo que por definición en el marxismo se puede desprender de fenómenos concretos), tenemos que desarrollarla para poder contestar a los compañeros de la IST que aún hoy defienden la formulación de la “revolución permanente desviada”.

Sobre la base de la teoría del imperialismo de Lenin, Trotsky ahondó esa comprensión de los cambios económicos y sociales en el Tercer Mundo, y llegó a la conclusión de que una vez que el mundo alcanzó la época imperialista (la de la división total de mundo entre las grandes potencias conjuntamente con la concentración del capital en gigantescos monopolios financieros e industriales), si bien el capitalismo se sigue desarrollando en todos los países, el curso y la forma de ese desarrollo ya no es “lineal” sino que se convierte en “desigual y combinado”. Primero es un desarrollo desigual, que no avanza al mismo tiempo en todos los lugares. Durante la época imperialista, el desarrollo de la industria y de las relaciones capitalistas están en diferentes etapas en los diferentes países, cada uno de dessarrolla a un rtimo diferente, pero todos los países, incluso los más “atrasados[6]”, es decir donde las fuerzas productivas son menos desarrolladas, son parte de la economía capitalista mundial dominada por los centros imperialistas y el capital financiero.

Pero este desarrollo capitalista desigual dentro de un orden mundial jerárquico, es también combinado. En cada país, la penetración y dominación del capitalismo toma una forma diferente ya que las relaciones capitalistas cohabitan con otras formas económicas y sociales pre-existentes. Distintas formaciones sociales y políticas surgirán en cada caso juntando las distintas etapas del desarrollo  histórico. Este es el carácter  “combinado” del desarrollo capitalista en la época imperialista.

¿Porqué es eso importante? Porque este cambio en la realidad de cómo se desarrolla el capitalismo en el mundo colonial y semi-colonial va a tener consecuencias políticas. La primera de ella, es la paradoja que señaló Trotsky, que países supuestamente “atrasados” desde un punto de vista económico, no lo van a ser desde un punto de vista político, es decir que van a tener planteada también la misma tarea y necesidad que los más avanzados: la lucha por el socialismo para resolver sus problemas más immediatos. Trotsky explicó y criticó el supuesto “atraso” de Rusia de la siguiente manera: “Rusia es un país atrasado; pero, así y todo, Rusia no es más que una parte de la economía mundial, un elemento del sistema capitalista mundial.” Y luego clarifica:

“En el desarrollo de las naciones y de los Estados, de los capitalistas en particular, no existe ni similitud ni uniformidad. Diferentes grados de cultura, hasta los polos opuestos, se aproximan y se combinan, con mucha frecuencia, en la vida de un país. No olvidemos, queridos oyentes, que el retraso histórico es una noción relativa. Si existen países atrasados y avanzados, hay también una acción recíproca entre ellos; hay la presión de los países avanzados sobre los retardatarios; hay la necesidad para los países atrasados de alcanzar a los países progresivos, de adquirirles la técnica, la ciencia, etc. Así surgió un tipo combinado de desarrollo: los rasgos más retrasados se acoplan a la última palabra de la técnica y del pensamiento mundiales. En fin, los países históricamente atrasados se ven a veces obligados a sobrepasar a los demás. La elasticidad de la conciencia colectiva da la posibilidad de lograr, en ciertas condiciones, sobre la arena social, el resultado que en psicología individual se llama «la compensación». En este sentido, se puede afirmar que la Revolución de Octubre fue para los pueblos de Rusia un medio heroico de superar su propia inferioridad económica y cultural.” (Trotsky, ¿Qué fue la Revolución Rusa?, 1932[7])

 

¿Cuáles eran entonces las tareas que tenía planteada Rusia? Trotsky lo resume claramente:

“En relación con sus tareas inmediatas, la revolución rusa es una revolución burguesa. Sin embargo, la burguesía rusa es antirrevolucionaria. Por consiguiente, la victoria de la revolución sólo es posible como victoria del proletariado. El proletariado victorioso no se detendrá en el programa de la democracia burguesa, sino que pasará inmediatamente al programa del socialismo. La revolución rusa será la primera etapa de la revolución socialista mundial.” (Trotsky, ¿Qué fue la Revolución Rusa?, 1932)

 

De este curso desigual y combinado del desarrollo capitalista, Trotsky dedujo que las tareas de la revolución democrática y la revolución socialista en lugar de seguir un curso sucesivo, se van a plantear de manera combinada por el carácter reaccionario de la burguesía. Saca entonces dos conclusiones claves que generaliza a todo el mundo colonial y neo-colonial, una tiene que ver con la dinámica de clases, la otra con las tareas políticas: la burguesía como clase (independientemente de su nacionalidad) ha perdido todo lo progresivo que pudo haber tenido en el pasado y ya no puede realizar las tareas de la revolución democrática[8].

 

La burguesía y las tareas democráticas

 

Pero, ¿qué queremos decir los marxista con “las tareas de la revolución democrática”? Vamos a resumir brevemente cuáles son esas tareas de la revolución democrática, también a veces llamada burguesa porque inicialmente y en muy contadas ocasiones, la lideró la burguesía.

 

Lowy nos ofrece un buen resumen de lo que Trotsky veía como las tareas de la “revolución democrática”:

  • La revolución agraria democrática: audaz y definitiva abolición de los restos de la esclavitud, del feudalismo y del “despotismo asiático”; abolición definitiva de todas las formas de explotación (corvée, trabajos forzados, etc.) y expropiación de grandes terratenientes y distribución de esta tierra a los campesinos.
  • Liberación nacional: unificación de la nación y su emancipación de la dominación imperialista; creación de un mercado unificado nacional y su protección de productos extranjeros más baratos; control de ciertos recursos nacionales estratégicos.
  • Democracia: según Trotsky, esto incluía no sólo el establecimiento de las libertades democráticas, una república democrática y el fin del gobierno militar, sino también la creación de condiciones sociales y culturales para la participación popular en la vida política, mediante la reducción de la jornada laboral a ocho horas y la educación pública universal.” (Lowy, The Politics of Combined and Uneven Development: The Theory of Permanent Revolution, p. 89).

 

Como señaló George Novack, si bien la burguesía fue la clase que lideró las grandes revoluciones burguesas de los siglos XVI a XVIII, en particular la Revolución Inglesa y la Revolución Francesa, a mediados del siglo XIX la burguesía globalmente ya no estaba predispuesta a luchar por establecer regímenes liberal-democráticos en países en transición al capitalismo, como lo hizo antes bajo presión de otras clases populares deseosas de tirar abajo los regímenes feudales tiránicos[9]. Pero también hace falta destacar que incluso en los casos donde la burguesía cumplía un rol “progresivo” (la revolución  francesa y la inglesa, por ejemplos) se trataba de un modo contradictorio que se debe contextualizar históricamente[10].

Las revoluciones de 1848 en Europa eran un claro ejemplo de este hecho. Temerosos del poder de la naciente clase trabajadora, los burgueses prefrieron hacer acuerdos con las viejas clases feudales para profundizar las relaciones capitalistas dentro del marco de una estructura política y social semifeudal. El fracaso de las revoluciones europeas de 1848 desenmascaró los intereses reales de la burguesía:

La burguesía industrial no alcanzó la dominación política sino que supeditó suderecho a gobernar a cambio del derecho a ganar dinero. Los húngaros, polacos eitalianos no consiguieron ganar su independencia nacional. La contrarrevolución triunfóen toda regla y los países continentales terminaron sometidos a un despotismo militaren Francia y a una monarquía restaurada en Alemania, Austria, Hungría y Polonia. Las abortadas revoluciones de 1848 estuvieron a medio camino entre las revolucionesbrillantemente victoriosas del pasado burgués y las victorias proletarias por venir.” (Novack, Democracia y Revolución, p. 67-68)

Y ese carácter reaccionario se acentuó a finales del siglo XIX. El surgimiento de los regímenes liberal-democráticos en la “segunda onda” de las potencias capitalistas (por ejemplo, Alemania, EEUU, Japón) recién llegó –a pesar de las burguesías de esos países– a menudo después de violentos conflictos civiles o internacionales. Las instituciones de las libertades burguesas que se encontraban en Inglaterra y en Francia, a saber: democracia representativa, reforma agraria, abolición de la servidumbre y establecimiento de fuertes naciones-estados, no ocurrirían de manos de la burguesía en ningún otro lado, a menos que otras clases sociales obligaran a la burguesía, a travñes de la lucha de clases, a proceder de este modo. Novack resumió el nuevo carácter reaccionario de la burguesía del modo siguiente:

“A la burguesía comercial e industrial hay que admitirle en su mejor momento considerables capacidades para la acción política progresista y, cuando estuvieron asociadas en la lucha con las masas populares, para logros revolucionarios en el impulso de la democracia. Pero no se sintió atraída invariablemente por ella y, por supuesto, no se ligó constitucionalmente a la democracia. Como cualquier otra clase poseedora y privilegiada, los capitalistas, estuvieran en una situación de dominio o secundaria, colocaron la preservación y la promoción de sus intereses económicos por encima de la devoción a las libertades democráticas. Cuando estas dos consideraciones divergían y chocaban, escogieron invariablemente defender su propiedad sin hacer caso de la agresión hecha a los derechos populares. La burguesía demostró ser una poderosa, aunque no persistente ni confiable, fuerza en pro de la democracia sólo durante el ascenso del capitalismo mundial y ello sólo en los países más ricos de Europa Occidental y Norteamérica. Cuanto más alcanzaba el capitalismo la madurez y ejercía la supremacía mundial, más conservadores y menos inclinados a la democracia se volvían los hombres de dinero.” (Novack, Democracia y Revolución, p. 73.)

Por ende, en la época imperialista, hay un cambio en la dinámica de la lucha de clases: la burguesía ha logrado imponerse económicamente en todas partes como una clase dominante, y en la mayor parte de los casos lo ha logrado sin una revolución. Es decir, que ha logrado poder cambiar la estructura económica, e imponer las relaciones capitalistas como dominantes en todos los países, sin tener que cambiar la vieja infrastructura política feudal, basada en un régimen monárquico autoritario, que gobierna apoyándose en la ideología religiosa, que perpetua la opresión de las nacionalidades, la persecución religiosa y mantiene el régimen de propiedad de la tierra latifundista.

Este cambio del rol social de la burguesía tiene profundas implicancias para la mayor parte del mundo, que vive bajo el dominio colonial. Trotsky preveía que en cualquier país donde las tareas democráticas no han sido realizadas, o sea, en países que no tuvieron su revolución burguesa y no vieron el surgimiento de un orden liberal-democrático y republicano, la revolución democrática o burguesa será llevada a cabo por no sólo por fuerzas soicales “no burguesas” (o sea el proletariado y/o campesinado) sino que también estas fuerzas se enfrentarán a la nueva clase en el poder: la burguesía imperialista y/o la burguesía nacional.

 

Una clarificación necesaria en el trotskismo sobre la transición de la revolución democrática a la revolución socialista y la combinación de tareas

 

La principal consecuencia de la nueva dinámica de clases es que debido a la naturaleza de clase del Estado que tendrán que derribar, las revoluciones democráticas tendrán un potencial anticapitalista y no antifeudal. Este es un cambio fundamental en la relación de las fuerzas sociales, que tendrá profundas consecuencias políticas. Particularmente, las clases que tendrán que completar estas tareas de la revolución democrática deberán destruir un estado burgués más que uno feudal y, por ende, tendrán que tomar el poder en el curso de una revolución democrática o política. Este curso de acción es exactamente lo que pasó en Rusia con la “Revolución de Febrero”, una revolución democrática dirigida por una coalición de clases (burguesía, clase trabajadora, campesinado), que no logró sus objetivos pese a derrocar al Zar, y una “Revolución de Octubre” dirigida por la clase trabajadora y el Partido Bolchevique, que rompió con la burguesía y tomó el poder para realizar tanto las consignas democráticas como las socialistas.

Basándose en esta experiencia de un país semicolonial como Rusia, Trotsky llegó a la conclusión de que la revolución democrática ahora tendría una dinámica de clase antiimperialista, anticapitalista, donde la combinación de tareas democráticas y socialistas (en lugar de una opinión etapista de ellas) es no sólo posible sino también necesaria para el proletariado.

Ni Trotsky ni nuestra tradición jamás han pretendido que la teoría de la revolución permanente significase que las revoluciones democráticas eran revoluciones socialistas y ni siquiera que “automáticamente” se volverían socialistas. Pero sí han habido interpretaciones erróneas de algunas formulaciones de Trotsky que han sido descontextualizadas y han llevado a errores políticos garrafales. Por lo tanto nos toca hacer un poco de auto-crítica también dentro de la tradición trotskista dicha “ortodoxa”, donde hay que incluir al pablismo primero y luego al mandelismo que fue la corriente mayoritaria durante muchos años.

Como señaló Moreno, el pablismo frente a la dificultad de construir nuevos partidos revolucionarios y disputar la dirección, prefirió dejar el destino de nuestra clase en las manos de otras direcciones:

“La esencia de la posición pablista era sencilla: la situación objetiva, combinada con nuestra propaganda y presión, transformarían a las organizaciones oportunistas en revolucionarias, capaces de luchar objetivamente por el poder de la clase obrera.” (Moreno, Lora reniega del trotskismo, 1972)

Y aunque Mandel inicialmente se opuso a esa concepción liquidacionista y siguió defendiendo la necesidad de un partido leninista, acabó dos décadas más tarde llegando a conclusiones similares. El principal error de la corriente que ha sido mayoritaria en la IV Internacional en las primeras décadas de la posguerra liderada entre otros por Ernest Mandel, ha sido simplificar a ultranza la teoría de la revolución permanente en lo que se refiere al salto de la revolución democrática a la socialista, insistiendo en el carácter “permanente” de los procesos revolucionarios pero borrando también sus etapas o momentos cualitativamente distintos.

¿Cómo? Básicamente eludiendo la idea principal de Trotsky, que en la revolución permandente se da un “salto” dialéctico en el proceso[11], que lo que ocurrió en Rusia entre febrero y octubre (y que los revolucionarios buscamos que vuelva a ocurrir) no fue una tan sólo una “continuación de la revolución” sino un cambio cualitativo dentro del proceso revolucionario[12]. Durante años, y con el argumento de combatir el equivocado etapismo del estalinismo y otras corrientes reformistas que quisieron encerrar y limitar las revoluciones democráticas (China, Cuba, Argelia, Vietnam etc) en simples “luchas de liberación nacional” que nada tenían que ver con el socialismo, el Secretariado Unificado acabó presentando la revolución socialista casi como una “radicalización” de la revolución democrática, implicando una linearidad lógica en el proceso. Esa insistencia en lo “permanente” del proceso llevó al Secretatiado Unificado a apoyar las direcciones pequeño burguesas que dirigían revoluciones democráticas esperando que esos procesos, sin cambio cualitativo ni cambio de dirección, llevarían al socialismo o se acercarían a él.

Esa distorsión surge, o más bien hay quien la pudo habilmente justificar, en particular con la siguiente frase de Trotsky, que es la octava tesis de la teoría:

“La dictadura del proletariado, que sube al poder en calidad de caudillo de la revolución democrática, se encuentra inevitable y repentinamente, al triunfar, ante objetivos relacionados con profundas transformaciones del derecho de propiedad burguesa. La revolución democrática se transforma directamente en socialista, convirtiéndose con ello en permanente.” (Trotsky, La revolución permanente)

Toda la polémica para los revolucionarios está en como entender la transición o “transformación” de Febrero en Octubre, de la revolución democrática a la socialista en el marco de un proceso revolucionario abierto. Ya que tanto la revolución china como la cubana fueron revoluciones de febrero que no vieron un Octubre análogo a la rusa. La versión inglesa dice “grows over directly” en lugar de “se transforma”, es decir que hay otra revolución distinta (la socialista) que crece como por encima de la democrática. Lo que es a lo mejor una traducción más exacta.

¿Pero más allá de la traducción que dice en la tesis Trotsky? Que está dada la posibilidad de que, por la dinámica de clases, una revolución democrática pueda transformar en socialista después de la toma del poder por la clase trabajadora. Sólo después de que el estado capitalista fuese destruido y una nueva clase estuviese en el poder para implementar un “programa democrático” se tranforma la revolución en socialista. Es importante insistir en esto. Trotsky pone como condición de esa transformación del carácter de la revolución un cambio bastante cualitativo: la dictadura del proletariado. Señala que entonces, y solo entonces, llegado a ese punto, la clase que toma el poder (él asume que va a ser el proletariado) para cumplir las tareas democráticas más elementales (independencia nacional, reforma agraria…) tendrá que atacar el “derecho de propiedad burguesa”, es decir, los cimientos de la burguesía como clase, y será impelido, si la revolución continúa, a expropiar a la burguesía y, por ende, a tomar en consideración la reorganización de la economía sobre bases diferentes –esperemos que sea el socialismo–. Eso es lo que occurrió en la Rusia soviética entre 1917 y 1920. Pero también lo que occurrió en Cuba y China: las direcciones pequeño burguesas tuvieron que acabar expropriando al imperialismo para realizar las tareas democráticas (reforma agraria, liberación nacional).

Esto es clave a la hora de entender y diferenciar los dos momentos que son la revolución de Febrero y la de Octubre. Mandel se empeñó en minimizar las diferencias cualitativas entre las revoluciones dichas de “tipo Febrero” (democráticas) y las de “tipo Octubre” (socialistas), fundiéndolas en un proceso permanente contínuo, y Moreno se empeñó durante toda su militancia en clarificarlas y distinguir sus carácterísticas para los revolucionarios y evitar toda confusión. Y por querer ser preciso, se le acusó injustamente de “etapista” disfrazado. Y no sólo eso, Mandel usó la teoría de la revolución permanente para dar ilusiones sobre el potential “revolucionario” del castrismo y del maosimo, dando a entender que si llevaban la revolución democrática “hasta el final” llevarían a un nuevo Octubre, al socialismo.

 

¿ En que se basa precisamente el carácter “permanente” de la revolución?

 

 

Este encendido debate dentro del trotskismo se desarrolló durante la década de los70, después de que quedara de manifiesto que la política llevada a cabo por la mayoría de la IV Internacional frente a los procesos revolucionarios, en particular frente a las revoluciones en Bolivia y Cuba, fue un desastre. No vamos a repetir aquí toda la polémica que Moreno y la Fracción Leninista Trotskista planteó en respuesta al documento presentato para el Cuarto Congreso del Secretariado Unificado de la IV Internacional en 1974[13]. Subrayemos únicamente lo que artificialmente podríamos separar como una diferencia fundamental a la hora de interpretar la teoría de la revolución permanente y la transición de la revolución democrática a la socialista.

El principal error de Mandel en la concepción de la revolución permanente fue no tanto insistir en el carácter “permanente” de la revolución, ya que en eso estamos deacuerdo, sinó más bien su concepción superficial de lo que hacía la revolución permanente. Para Pablo el esquema era muy simple y economicista: eran las nuevas condiciones objetivas de la crisis del imperialismo que empujarían todas la revoluciones democráticas hacia el socialismo. Es una mezcla de catastrofismo y mesianismo, que poco tiene que ver con el marxismo. Mandel desarrolló otra interpretación, el reconocía un papel subjetivo, un rol de los revolucionarios en ese salto de Febrero a Octubre, pero lo ubicó principalmente desde el punto de vista de las consignas, de la combinación  de las tareas y consignas, dejando de lado la cuestión de ese cambio cualitativo que se tiene que dar en la realidad social, es decir desde el punto de vista de la movilización de las masas y del avance objectivo de la lucha de clases:

“Lo que es importante es entender el proceso revolucionario no como una serie de intervalos donde una consigna es más o menos dominante, pero como una lucha contínua por un conjunto de consignas y reivindicaciones en la que no hay una separación clara entre las que son “democráticas” y las que son “socialistas” o “proletarias” (“La Revolución Permanente en el Tercer Mundo”, El marxismo revolucionario hoy, p. 91)

Ahí es donde erró la corriente mayoritaria, en entender que el carácter “permanente” de la revolución como el producto de una propaganda correcta, de la agitación de consignas correctas. Para Trotsky y para nuestra corriente el carácter permanente de la “revolución” no viene dado de antemano, ni lo producen mágicamente las consginas, sino que es el resultado primero de la movilización contínua y real de las masas en la lucha, y segundo  un avance en su organización. Lo permanente de la revolución es la lucha sin tregua de los trabajadores por tirar abajo todos los gobiernos que no sirven hasta que la clase obrera toma el poder y no el refinamiento de las consginas. Esa fue la clave entre Febrero y Octubre que el proletariado siguó luchando, profundizó los organismos de poder dual y lucho por la toma del poder, no la agitación de consignas transicionales correctas.

Esa fue precisamente la crítica que Moreno le hizo a Mandel, que simplificaba la tarea de los revolucionarios a la cuestión de elección de consignas correctas,  mistificando estas últimas y minimizando la tarea urgente de construir el partido y los organismos de lucha independientes de la clase obrera. Las consignas sin lucha, sin movilización y sin partido que tenga una ligazón orgánica a la clase obrera no actúan por si solas:

Según el fenomenólogo Germain, hay que darle fundamental importancia a las consignas transicionales, porque son las que “elevan el nivel de conciencia”. Según el trotskismo, hay que utilizar la consigna o la combinación de consignas adecuadas a la movilización concreta de que se trate, para desarrollarla hacia la toma del poder por la clase obrera. Porque sólo puestas en el contexto de la lucha de clases, las consignas se llenan de vida, y entonces cada consigna puede tener consecuencias dispares a las que le corresponderían por su ubicación histórica.

(…) “nuestras consignas deben servir para elevar toda movilización a un nivel superior, ya que lo único que eleva la conciencia de las masas es la movilización. Este desarrollo creará la necesidad de nuevas consignas, más avanzadas, hasta llegar, en un proceso permanente, a la necesidad (y la consigna) de la toma del poder y la revolución socialista.

Intentar reemplazar este proceso objetivo (a través de la movilización permanente) de elevación del nivel de conciencia de las masas hacia la conciencia superior de que deben tomar el poder, por la propaganda (hablada, escrita o de “acciones ejemplificadoras”) del partido alrededor de consignas que, por sí mismas, milagrosamente, “elevan el nivel de conciencia”, es un delito de leso trotskismo.” (Moreno, “Un documento escandaloso (En respuesta a “En defensa del leninismo, en defensa de la Cuarta Internacional)” 1973)

 

Volvámos ahora a Trotsky y al método marxista. Para entender el carácter permanente o transicional de la revolución es preciso evaluar el proceso revolucionario desde dos puntos de vista distintos y entender su relación: su base objetiva y la subjetiva[14].

La transición de la revolución democrática a la socialista en los países no avanzados debe entenderse también a esos dos niveles: desde el punto de vista de la dinámica de clases, objetivo, la revolución democrática tiene un potencial anti-capitalista; pero a eso hay que añadir la capacidad de organización del proletariado y el nivel de consciencia, es decir el factor subjetivo. Y ese es clave.

Trotsky insiste que en la época imperialista, el factor subjectivo se convierte en el principal[15] y decisivo para determinar el curso de la revoluciones. Por lo tanto, de la nueva dinámica de clases, Trotsky se rehusa a concluir que cualquier revolución democrática en el mundo colonial o semicolonial llevará con seguridad hacia el socialismo. Plantea con mucha claridad dos factores esenciales que deben existir para que una revolución socialista se dé tal como se dio en el caso de Rusia: 1) que la clase obrera esté organizada en un partido revolucionario del tipo bolchevique; y 2) que en el curso de la revolución logre derrocar a la clase gobernante, destruir el Estado y tomar el poder. Porque si la clase trabajadora no continúa su movilización después de la revolución de febrero y no toma el poder, es decir si no enfrenta directamente la burguesía, se frena la revolución. Pero para llegar a ese punto, para llegar a “Octubre” la clase tiene que estar organizada independientemente y tener una dirección revolucionaria. Es decir, el factor subjetivo (soviets y partido) es el que permite la movilización y organización hasta la toma de poder y la transformación del carácter político de la revolución, y la continuación de la revolución a escala mundial. Es el factor subjetivo el que garantiza, en última instancia, el carácter permanente de la revolución.

Lo cierto es que Trotsky bosqueja muy claramente el rol del partido obrero, necesario en la victoria de la revolución democrática en sí (y ni qué hablar de la revolución socialista):

Sean las que fueren las primeras etapas episódicas de la revolución en los distintos países, la realización de la alianza revolucionaria del proletariado con las masas campesinas sólo es concebible bajo la dirección política de la vanguardia proletaria organizada en Partido Comunista. Esto significa, a su vez, que la revolución democrática sólo puede triunfar por medio de la dictadura del proletariado, apoyada en la alianza con los campesinos y encaminada en primer término a realizar objetivos de la revolución democrática. (Trotsky, La revolución permanente).

 

Ahí, en ese punto, se separó nuestra corriente del Secretariado Unificado, porque en la práctica, el mandelismo se dedicó a limitar su intervención al apoyo crítico de las direcciones pequeño burguesas (el castrismo y el maoismo) que lideraban las revoluciones democráticas, reduciendo o subordinando a ese apoyo la tarea de construir de partidos revolucionarios de tipo bolchevique, esperando que la simple difusión de consignas transitorias, sin partido revolucionario, cambiarían el carácter de la revolución o que la propaganda trotskista influenciaria a esas direcciones. Y como dijo Moreno en su tiempo, de poco sirven teorías y consignas correctas sin un partido para llevarlas a cabo, elaborarlas, difundirlas en las luchas:

“Podríamos formular el siguiente teorema político: un partido bolchevique puede superar sus errores teóricos y dirigir a las masas a la toma del poder, pero una teoría correcta es absolutamente estéril cuando llega la situación revolucionaria si no ha tenido la estrategia previa de construir un partido bolchevique. Y una de las demostraciones de esta verdad es que Trotsky, que tenía la teoría correcta, no podía garantizar el triunfo de la revolución rusa porque no había tenido la estrategia de construir el partido, En cambio, pese a sus falencias teóricas, el Partido Bolchevique con Lenin a la cabeza sí pudo hacerlo.” (Moreno, “Un documento escandaloso (En respuesta a “En defensa del leninismo, en defensa de la Cuarta Internacional)” 1973)

 

El problema del mandelismo fue que, a la hora de a la hora de leer, interpretar y aplicar políticamente lo que significaba la teoría de la revolución permanente y el Programa de Transición, se olvidó de los principios básicos del bolchevismo, tratando en la práctica la construcción del partido como una táctica, y no como un objetivo estratégico constante. Frente a eso Moreno insistió que el trotskismo, como heredero de la revolución permanente y del bolchevismo, sólo tiene dos estrategias: la construcción del partido revolucionario y la movilización de la clase obrera para tomar el poder[16].

 

 

Lo “teórico” en la teoría de la revolución permanente

 

Trotsky no sólo formuló tesis sobre los sujetos sociales y políticos de las revoluciones y la combinación de las tareas. Formuló una teoría de la historia para diferenciarse y oponers a las dos tendencias “socialistas más grandes” (los socialdemócratas y los stalinistas), insistiendo que el proceso revolucionario de dos etapas se había acabado para el mundo colonial y semicolonial, que esta concepción lineal, “etapista”, quedaba obsoleta en la época imperialista, y que cualquier alianza o apoyo de la burguesía nacional sería un crimen ya que la clase obrera estaba históricamente preparada para tomar el poder en cualquier parte, incluso si no estaba lista organizativamente. Pero históricamente no quiere decir efectivamente, Trotsky hablababe desde un punto de vista téorico.

¿Para que servía esa teoría? Para señalar que la tarea principal de los revolucionarios en la época imperialista debe ser construir partidos como el Partido Bolchevique en todas partes para realizar esa tarea histórica. Construir partidos que practiquen el centralismo democrático y que se propongan la toma del poder por el proletariado a través de soviets o organizaciones democráticas de corte declase; partidos que estén dispuestos a movilizar a las otras clases sociales oprimidas para lograr la revolución democrática con un programa combinado. Los socialdemócratas y los stalinistas se oponían a esta postura en 1930 y siguieron oponiéndose por mucho tiempo más, argumentnado que Rusa fue una excepción que el resto del proletariado mundial “no estaba maduro”, negándose a construir partidos independientes de la clase obrera y manteniendo a los trabajadores atados en coaliciones “nacionales” con sectores burgueses y pequeñoburgueses con una retórica “anti-imperialista”, creyendo que el desarrollo de las “burguesías nacionales” y de la economía capitalista nacional eran un paso hacia la emancipación de los trabajadores.

La base de la teoría de la revolución permanente es el reconocimiento científico de que nos hemos alejado de un viejo esquema de la dinámica de clases[17] (primero la burguesía se hará cargo de la revolución democrática, y luego, después de un tiempo de desarrollo, el proletariado se hará cargo de la revolución socialista) y nos acercamos a un esquema nuevo, en el que la revolución democrática tiene un carácter anti-capitalista y, por ende, potencialmente socialista si la revolución sigue hasta el fin con el sujeto político y social adecuado (la clase trabajadora y el partido), porque para tener éxito, las fuerzas que dirigen la revolución democrática tendrán que empezar por expropiar a las fuerzas imperialistas-capitalistas y, por lo tanto, tendrán que poner la cuestión del socialismo a la orden del día.

Esta teoría buscaba dar a los revolucionarios un entendimiento más profundo de la relaidad histórica, que no se podia adquirir “espontánemamentre” en la lucha, porque va contra los esquemas que llevamos en la cabeza: la revolución democrática en países coloniales puede comenzar perfectamente sin parecer contradictoria con el imperialismo, pero a medida que avanza y se desarrolla con una dirección política clara verá que las formas capitalistas de propiedad y las conexiones con el imperialismo son un evidente obstáculo para realizar algunas de las consignas democráticas básicas, a saber: independencia económica nacional y reforma agraria.

Pero la revisión de Cliff de la teoría de la revolución permanente no comienza con la naturaleza del capitalismo en la época del imperialismo, ni tampoco con el carácter desigual y combinado del capitalismo y su dinámica de clases; directamente salta a las conclusiones o tesis, que tienen siempre un carácter histórico y contingente en el marxismo. Eso lo explicó Moreno: “las Tesis, no la teoría, hicieron una evaluación incorrecta de la dinámica y de la transformación de la revolución democráticoburguesa en revolución socialista en los países atrasados.” (Moreno, Acutalización del Programa de Transición)

En su expeditivo sumario de Trotsky y antes de criticar sus tesis, no menciona los porqués detrás de las fórmulas y conclusiones. Es decir, no menciona la teoría.Y al no explicar las dinámicas y los antagonismos de la lucha de clases en el mundo colonial, o lo que Trotsky solía llamar la “mecánica” de la revolución, omite mencionar que la combinación de las tareas democráticas y socialistas, la lucha por los derechos realmente democráticos, será, en la práctica, una lucha contra el poder de la clase burguesa. Los elementos centrales de la teoría que busca invalidar o reemplazar ni siquiera se discuten.

Este curioso método que tiene Cliff de leer la teoría marxista, negándose a separar los elementos teóricos de los de prognosis o las conclusiones históricas[18], llevó a él y toda su corriente a progresivamente abandonar elementos teóricos del marxismo revolucionario a medida que la historia de la posguerra no se fue una repetición de lo que ocurrió después de la primera guerra mundial- lo que fue el pronóstico de Trotsky. Ese método no ayuda a los revolucionarios, ya que en lugar de atualizar la teoría la va carcomiendo. Cliff se apoya en la história no para corregir y enriquecer la teoría, sino para abandonarla: primero eliminando los elementos teóricos de Trotsky en el “resumen” y luego, como vamos a ver, llegando a conlusiones políticas opuestas a las de la teoría de la revolución permanente.

Para nosotros, el objetivo de esta discusión no es afirmar que Trotsky tenía razón en todo sino ver cuáles son las herramientas teóricas y las ideas marxistas que hay que desarrollar para comprender la realidad y los procesos históricos completos, y cuáles fueron los pronósticos errados[19]. Queremos saber qué elementos pueden extraerse de experiencias históricas (como la Revolución Rusa y la Primer Revolución China) y cómo podemos hoy aplicar estos elementos teóricos para cambiar la realidad. En este sentido, este largo bosquejo del núcleo téorico de la revolución permanente que acabamos de realizar es ya, en parte, una respuesta al texto de Cliff, que tiene que ver con la reivindicación de un método distinto y de una base teórica sólida.

 

  1. “La Revolución Permanente Desviada” de Cliff: Una Valoración Crítica Marxista

 

Vayamos ahora a las aportaciones de Cliff para entender las revoluciones de la posguerra. En su crítica de la teoría de Trotsky, Cliff invalida algunas tesis que esbozó al principio y luego desarrolla nuevos elementos para completar o revisar la teoría a la luz de las revoluciones china y cubana y la situación de la posguerra, formulando una nueva: la de la Revolución Permanente Desviada. La idea central es que las revoluciones de la posguerra no llevan al socialismo, sino al “capitalismo de Estado” porque se “desvían”, casi fatalmente.

 

¿Porqué la clase obrera la dirigió las revoluciones de la posguerra?

 

La principal crítica que Cliff hace abiertamente a la teoría de Trotsky empieza en la crítica a una tesis y acaba, en un abandono más o menos completo de la teoría original y de sus conclusiones políticas. Esto según las palabras del mismo Cliff: “Una vez que la constante naturaleza revolucionaria de la clase trabajadora, el pilar central de la teoría de Trotski, llega a ser dudosa, la estructura total se desmorona.

Su crítica esencial enfoca la alegación de Trotsky de que sólo la clase trabajadora puede ser una clase revolucionaria o sujeto revolucionario y realizar ambas revoluciones: la democrática y la socialista. Si Cliff admite la caracterización de Trotsky sobre el rol reaccionario de la burguesía, critica a Trotsky por ver en la clase obrera el sujeto revolucionario “permanente” del mundo colonial y semicolonial:

Mientras que la naturaleza conservadora y cobarde de una burguesía que se desarrolla tarde (el primer punto de Trotski) es una ley absoluta, el carácter revolucionario de la clase trabajadora joven (punto 2) ni es absoluto ni inevitable. Las razones no son difíciles de comprender. La ideología prevalente en la sociedad de la cual la clase trabajadora forma parte es la de la clase dirigente; en muchos casos la existencia de una flotante y amorfa mayoría de nuevos trabajadores todavía con vínculos fuertes al campo crea dificultades para las organizaciones independientes proletarias; la falta de experiencia y el analfabetismo aumentan su debilidad. Esto lleva a una debilidad más: la dependencia de los no trabajadores para el liderazgo.” (Cliff,  Revolución Permanente Desviada)

Contrariamente a la mala lectura por parte de Cliff, Trotsky nunca dijo que la clase obrera fuese un sujeto permanentemente revolucionario. Pero vayamos sin miedo al error de Trotsky, porque en esa tesis se equivocó. Lo que Trotsky dijo es que, en el mundo colonial, la clase obrera es la única clase que puede realizar las revoluciones democráticas, debido a su composición social, por un lado, y también debido a las dificultades históricas de organización del campesinado y de la pequeña burguesía, dada la condición social muy heterogénea que estos dos sectores abarcan y sus posturas políticas divergentes[20]:

Como lo atestigua la experiencia de toda la historia contemporánea, y sobre todo, la de Rusia durante el último cuarto de siglo, constituye un obstáculo invencible en el camino de la creación de un partido campesino la ausencia de independencia económica y política de la pequeña burguesía y su profunda diferenciación interna, como consecuencia de la cual las capas superiores de la pequeña burguesía (de los campesinos) en todos los casos decisivos, sobre todo en la guerra y la revolución, van con la gran burguesía, y los inferiores con el proletariado, obligando con ello al sector intermedio a elegir entre los polos extremos.” (Trotsky,  La revolución permanente).

Trotsky está diciendo que será el proletariado quién realizará la revolución democrática desde un punto de vista histórico, pero en gran parte por razones negativas o por eliminación: porque es la única clase organizada para hacerlo, y porque vio las dificultades para organizar al campesinado como sujeto político unificado.

No se trata aquí de justificar todo lo dijo Trotsky, ya que en esto se equivocó: fueron otras clases o sectores los que dirigieron la revolución china y cubana. El error teórico de Trotsky fue de perspectivas históricas y evaluación, y se equivocó en elevar a nivel de teória la cuestión del sujeto de la revolución democrática: asumía que la clase obrera en otros países coloniales sería siempre capaz de formar un partido como el ruso y disputar la dirección de la revolución democrática. Como dijo Moreno: “los dos sujetos de Trotsky, el social y el político, fallaron a la cita histórica, no llegaron en hora.”(Moreno, Escuela de cuadros en Argentina, 1984) Bueno, eso no es del todo cierto, en una revolución el sujeto social, la clase obrera si que llegó. Fue en Bolivia, en 1952. Pero Cliff ni menciona la revolución en Bolivia en 1952, que sí fue protagonizada por la clase obrera, es decir que evita tomar en cuenta las revoluciones que no le sirven para criticar a Trotsky.

Importa entender porqué ocurrió eso en la realidad. Y ahí viene nuestra gran diferencia con Cliff y la IST. ¿Porqué la clase obrera no dirigió esas revoluciones? ¿Qué conclusiones hay que sacar de ese cambio y de esas revoluciones? Desde nuestro punto de vista Trotsky se equivocó no porque su teoría fuese globalmente errada sino porque no previó fue que durante todo el siglo XX la Revolución Rusa sería una excepción y no una regla de la historia y no previó la profundidad de una crisis de dirección que solo se iba a agravar. Pero que la clase obrera pasara a segundo plano en la posguerra no era un hecho de la fatalidad sino producto de la contrarrevolución después de la Segunda Guerra Mundial y de la mala dirección de la Komintern (y su política de alianza de clases), y no debido a una imposibilidad de la clase obrera para organizarse.

Pero Cliff tiene otra interpretación. Dice que hay varios factores que explican ese carácter no-revolucionario de la clase obrera: los objetivos y los subjetivos. Por un lado, existen según Cliff diferentes circunstancias objetivas en el “tercer mundo”, que limitan poderosamente la capacidad de la clase obrera para dirigir: presiones ideológicas más fuertes, un proceso distinto de formación de la clase y que por lo tanto “una dependencia de los no-obreros para formar dirección”, es decir, dependencia de los intelectuales. Cliff incluso llegó a desarrollar esta dependencia de la clase obrera de los intelectuales en los países no desarrollados, en una “ley histórica”:

“La importancia de la intelectualidad en un movimiento revolucionario está en proporción directa al atraso económico, sociocultural general, de las masas de entre las cuales emerge.” (Cliff, La Revolución Permanente Desviada)

Esta situación objetiva, diferente hace que sea casi imposible para la clase obrera organizarse. Y a este marco pesimista, Cliff termina agregando algo subjetivo:

El último -pero no por ello el factor menos importante que determina si la clase trabajadora en países atrasados es en realidad revolucionaria o no- es un factor subjetivo; a saber, las actividades de los partidos, particularmente los partidos comunistas, que la influencian. El papel contrarrevolucionario del estalinismo en países atrasados se ha tratado con tanta frecuencia que no hace falta explicarlo aquí.” (Cliff, La Revolución Permanente Desviada)

Estamos de acuerdo con Trotsky en que el factor determinante de la clase trabajadora es el subjetivo (su capacidad de organizarse en un partido revolucionario), lo cual significa que sería posible para la clase obrera dirigir estas revoluciones si rompe con el Partido Comunista estalinista y conservador y crear nuevos partidos bolcheviques para luchar por un gobierno obrero en acuerdo con el campesinado. Pero eso no es lo que dice la teoría de la revolución desviada, que ubica la explicación mayoritariamente en factores objectivos. Para Cliff el factor subjetivo es un factor entre otros tantos, para Trotsky era la médula del problema: la organización y el partido.

En el análisis de Cliff el factor determinante no es la organización de la clase, a pesar de lo que diga, sino las distintas circunstancias objetivas antes mencionadas, especialmente el proceso de la formación de la clase en el mundo colonial y su medio ambiente, lo que desactiva el carácter revolucionario del proletariado.

 

El mecanicismo de Cliff

 

Pero el análisis de Cliff tiene un pequeño problema. Con ese mismo análisis no se puede explicar la Revolución Rusa, ya que en la Rusia pre-revolucionaria el proletariado era una minoría y era muy importante el papel de la intelectualidad. Muchas de esas condiciones objetivas se aplican. ¿Cuál es entonces la diferencia real entre Rusia en 1917 y el mundo colonial en la posguerra? Para nosotros es sólo el papel del estalinismo y la crisis de dirección, es decir un problema subjectivo. Para Cliff, la diferencia está en la naturaleza del capitalismo en la posguerra: hay un nuevo desarrollo económico que cambia los factores objetivos y la dinámica de clase. Pero eso no lo dice directamente en su teoría, porque entonces lo tendría que justificar.

Eso queda muy claro en la orientación política de la IST en la posguerra. Si Cliff creyese que el factor subjetivo es el determinante, llamaría a la clase a organizarse en forma independiente del Partido Comunista, con un programa verdaderamente revolucionario. Esto fue lo que Trotsky trató de hacer al fundar la IV Internacional: insistir en que el problema de la revolución mundial no era un problema de teoría o de distintas formaciones de clase o de nuevas dinámica de clase, sino un problema de organizar al proletariado de manera independiente de las burguesías nacionales y con un programa correcto. Esto es: pelear por la conciencia de la clase trabajadora construyendo una alternativa política al stalinismo, que todavía mantiene la revolución en el orden del día. Esa fue la razón del fracaso de la revolución obrera en Bolivia que la IST ignoró[21].

En lugar de hacer eso, Cliff teoriza sobre por qué la clase obrera ya no puede dirigir la revolución y depende de nuevas fuerzas sociales. La pregunta que le volvemos a hacer a los compaéros de la IST hoy es: ¿puede la clase obrera dirigir en los países no avanzados y la cuestión de la organización es el gran problema (subjetivo), o es la clase obrera incapaz de dirigir debido a procesos históricos de formación de clase diferentes, presión ideológica y dependencia de otras clases (objetivo)? Si uno piensa que el factor subjetivo es el principal, uno llama a la clase trabajadora a organizarse para disputar la dirección de esos procesos, manteniendo la movilización de las masas y planteando en cuanto y como sea posible la cuestión del poder obrero. Eso es lo que hizo nuestra corriente en la posguerra, por seguro, con errores.

Pero si uno cree que la clase ha perdido su potencia revolucionaria, la que lucía en la Revolución Rusa, entonces uno hace una teoría para explicar esa impotencia. Uno no disputa y se dedica a hacer propaganda y elaborar. Es claro que Cliff hizo lo segundo y no intenta ser honesto y reconocer todas las implicancias de su lectura de las dinámicas políticas de la posguerra.

 

¿Cuáles son las implicancias de la nueva tesis del mundo semi-colonial y colonial para los revolucionarios de ese tiempo?

 

La primera conclusión a la que llega Cliff es que, debido a que la clase obrera ha perdido su potencial revolucionario, la tarea de la revolución socialista no está planteada como una tarea inmediata en los dos tercios del planeta, ya que hay tantos factores objetivos obstruyendo el paso hacia el socialismo. La nueva dinámica de clases llevará a diferentes clases a hacer revoluciones que se “desviarán” hacia regímenes del capitalismo del estado, ya que según él  “el capitalismo de estado totalitario resulte un objetivo atractivo para los intelectuales”.  ¿Qué hacer entonces? ¿Que deben hacer los revolucionarios en los países “atrasados” cuando surgen estas revoluciones? ¿Y en los países imperialistas? ¿Deben apoyarlas? Veamos que guía para la acción política propone Cliff:

“Primero, para los trabajadores en las naciones emergentes: Como no han llevado a cabo la revolución permanente -el dirigir la revolución democrática hacia el camino socialista, el combinar las luchas sociales y nacionales- , tendrán que luchar contra su propia clase gobernante (y Nehru se mostró no menos brutal, cuando encarceló a trabajadores en huelga, que el imperio inglés). Los trabajadores industriales, sin embargo, estarán cada vez más preparados para la revolución socialista. Bajo los nuevos regímenes nacionales experimentarán un aumento en número y por lo tanto, a lo largo un aumento en cohesión y peso específico social.

Para los socialistas revolucionarios en los países avanzados, el cambio de estrategia implica que mientras tendrán que seguir oponiéndose incondicionalmente a cualquier opresión nacional de los pueblos colonizados, deben dejar de discutir la identidad nacional de las futuras clases dirigentes de Asia, África y América Latina, y en su lugar investigar las futuras estructuras sociales de estos continentes. El slogan de «clase contra clase» se volverá cada vez más una realidad. El tema central de la teoría de Trotski permanece tan válido como siempre; el proletariado debe seguir su lucha revolucionaria hasta su triunfo en todo el mundo. Sin alcanzar esta meta no puede lograr su libertad.” (Cliff, La revolución permanente desviada)

 

En esa gran porción del mundo, el tercer mundo, Cliff da por sentado que la clase obrera no tiene condiciones de dirigir ninguna revolución democrática. ¿Qué hay que hacer si comienza una revolución antiimperialista? La IV Internacional le proponía a la clase trabajadora del mundo colonial y neocolonial que se organice lo más pronto posible en partidos revolucionarios para intervenir en la revolución democrática con un sistema de consignas combinadas, intentando unir las otras clases (como lo hizo el Partido Bolchevique Ruso). Pero, ¿qué es lo que deben hacer los revolucionarios según Cliff? Lo opuesto a lo que decía la IV Internacional:  Que ni se molesten en luchar por la dirección de las revoluciones democráticas y el poder obrero. Que esperen y se concentren sólo en la lucha económica.

Lo que sí, tienen que estar atentos al desarrollo del capitalismo, enfocarse en los sectores industriales a la espera de que un cambio en la situación objetiva vuelva a poner a la clase obrera en el centro y la reactive como sujeto revolucionario. Durante todo el período de posguerra, la lucha por reformas democráticas y contra la dominación imperialista otra vez queda desconectada de la lucha por el socialismo. La articulación entre Febrero y Octubre no puede suceder de nuevo. Es decir, que volvemos al esquema reformista del etapismo. Y eso es porque Cliff tiene esperanzas que el desarrollo del capitalismo va a desarrollar el número de obreros industriales, es decir que bajo el imperialismo, contrariamente a la definición de Lenin, los países atrasados van a lograr desarrollar sus fuerzas productivas y asentar las bases de una economía nacional. Entonces, cuando hayan más trabajadores industriales, más fácil será para los socialistas luchar por el socialismo.

¿Y en los países imperialistas? Hay que oponorse “por principio” o formalmente a la dominación imperialista, pero tampoco vale mucho la pena participar, ya que la revolución “se va a desviar”. Cliff dice que los revolucionarios “deben dejar de discutir la identidad nacional de las futuras clases dirigentes de Asia, África y América Latina”, para la IST le tiene que dar exáctamente igual a un cubano si le explota un cubano o un norteamericano, lo mismo a un egipcio si le domina una burguesía inglesa o una de su propio país. ¿Que quiere decir eso? Que las luchas por la liberación nacional, al menos que no sean dirigidas por la clase obrera con un programa socialista, no sólo no hay que apoyarlas, sino que no vale la pena ni intervenir, ya que van a conservar el marco capitalista. En lugar de perder el tiempo en luchar por dirigir revoluciones democráticas/anticoloniales para tomar el poder, formar un gobierno obrero y plantear la necesidad del socialismo, los socialistas revolucionarios deben concentrarse en la en la lucha económica de “clase contra clase” y abandonar por un rato la lucha por el poder político.

Y así no sólo llegamos de vuelta a la manera de razonar de los mencheviques antes de 1917, que los alejó de la posibilidad de dirigir: la concepción etapista de la historia y la espera a que el capitalismo madure. Sino que la IST, en la práctica y sin decirlo abiertamente, elimina del programa revolucionario la lucha por principio por la auto-determinación de los pueblos. Porque para los socialistas revolucionarios sí es importante si un país vive bajo dominación colonial o no, esta lucha nunca pasa a un plano segundario. Ese error, nuestra corriente no lo pudo cometer nunca, al venir de países que han sido colonizados, no se le habría ocurrido ser indiferente a esas luchas. O si lo hubiese sido habriá dejado de existir. Recordemos brevemente lo que dijo Lenin en respecto a este tipo de posiciones, decía todo lo contrario:

“El reconocimiento verbal del internacionalismo y su sustitución efectiva, en toda la propaganda y agitación, y en la labor práctica, por el nacionalismo pequeñoburgués y el pacifismo, constituye el fenómeno más común, no sólo entre los partidos de la II Internacional, sino también entre los que se retiraron de ella y a menudo incluso entre los que ahora se denominan a sí mismos partidos comunistas. (…) El nacionalismo pequeñoburgués proclama como internacionalismo el mero reconocimiento de la igualdad de derechos de las naciones, y nada más (dejo a un lado el carácter puramente verbal de semejante reconocimiento), manteniendo intacto el egoísmo nacional, en tanto que el internacionalismo proletario exige: I) la subordinación de los intereses de la lucha proletaria en un país a los intereses de esta lucha en escala mundial; 2) que la nación que triunfa sobre la burguesía sea capaz y esté dispuesta a hacer los mayores sacrificios nacionales en aras del derrocamiento del capital internacional.” (Lenin, Tesis y adiciones sobre los problemas nacional y colonial, 1920)

Lenin, Trotsky y en sus primeros años la Internacional Comunista plantearon a los revolucionarios tareas opuestas a las que plantea la IST:

En los Estados ya completamente capitalistas en los que actúan partidos obreros que son la verdadera vanguardia del proletariado, la tarea esencial y primordial consiste en luchar contra las desviaciones oportunistas, pequeñoburguesas y pacifistas de la concepción y de la política del internacionalismo. En lo referente a los Estados y a las  naciones más atrasados, donde predominan las relaciones feudales, patriarcales o patriarcal-campesinas, es preciso tener sobre todo  presente: La obligación de todos los partidos comunistas de ayudar al movimiento democrático-burgués de liberación en esos países: el deber de prestar la ayuda más activa incumbe, en primer término, a los obreros del país del cual, en el sentido colonial o financiero, depende la nación atrasada.”

 

 El marco real de la explicación de Cliff: un cambio en la situación objetiva (nuevo desarrollo económico y nuevas fuerzas sociales)

 

No sería correcto acabar ahí nuestra crítica a Cliff. Hay más bien que sacar a la luz los elementos teóricos escondidos que justifican una tal capitulación. Además de abandonar la teoría de la revolución permanente y minimizar la bandera de la lucha por la auto-determinación, Cliff va a plantear un marco teórico diferente para entender la revolución china y la cubana, que no se desarrollaron igual que la rusa. ¿De qué se trata esta nueva teoría? El primer elemento de la Revolución Permanente Desviada es que como ya hemos dicho, según, ha habido un cambio en la estructura económica del capitalismo. Un cambio que menciona muy brevemente:

“Una combinación de circunstancias nacionales e internacionales hace imperativo para las fuerzas productivas romper las restricciones del feudalismo y del imperialismo. Rebeliones campesinas se expanden más intensamente que con anterioridad.” (Cliff, La Revolución Permanente Desviada).

No vamos a desarrollar plenamente este nuevo elemento acá, porque tampoco desarrolla Cliff qué quería decir con la misteriosa “concatenación de elementos nacionales e internacionales” que apuntan a un nuevo curso económico, diferente, de las guerras y revoluciones. Cliff y Kidron desarrollarán esta idea más profundamente a través de la tesis de la Permanent Arms Economy (economía armamentística permanente), para corregir o reemplazar las principales características del imperialismo tal como esbozadas por Lenin. Solamente señalaremos dos cosas. La primera que Cliff asevera erróneamente que las “fuerzas productivas” vuleven a crecer lo que va en contra de la teoría de la decadencia del capitalismo en el imperialismo de Lenin. La segunda que si crecieron parcialmente las fuerzar productvas en China y Cuba fue precisamente porque exprorpiaron al imperialismo, porque se salieron del marco capitalista, y no, como propone Cliff, porque lo potenciaron.

Cliff plantea que puede haber desarrollo de fuerzas productivas dentro del imperialismo, y que, por ende, el capitalismo puede retroceder al movimiento “reformista”, en el que puede aún, con una nueva dirección (acá, “capitalismo del estado”), desarrollar a la humanidad, aun con todas sus contradicciones.

Esta es una nueva propuesta en el fondo no es tan nueva. Que el capitalismo en su era imperialista sigue desarrollando las fuerzas productivas de la humanidad, es por degracia una tesis que también aceptó Mandel al inicio de la posguerra y que nuestra corriente rebatió.[22] Y es lo que no se cansa de repetir el discurso triumfalista del “progreso” y “desarrollo” burgués.

El segundo elemento de esta nueva teoría, elaborada a la luz de las dos mayores revoluciones de la posguerra, es la introducción de una nueva clase o fuerza social (con un potencial revolucionario especial sólo en el Tercer Mundo) para explicar estas revoluciones.

Aquello que La Revolución Permanente Desviada termina por defender no es tanto una explicación alternativa para el proceso histórico  de las revoluciones que tuvieron lugar en China y en Cuba sino que declara el fin de la época y una dinámica de clases imperialista analizada por Trotsky. Cliff y la IST plantean que hemos entrado en un nuevo período después de la II Guerra Mundial, donde tenemos un “nuevo tipo” de revoluciones y relaciones de clase cualitativamente diferentes de las que se dieron a principios del siglo XX, revoluciones con un nuevo curso de lucha de clases en el mundo colonial, porque tenemos nuevas clases of fuerzas sociales que no son ni la burguesía ni el campesinado ni la clase obrera, y que llevan o “desvían” a estas revoluciones hacia el “capitalismo del Estado” : el “Estado” y la “Intelectualidad”.

La importancia de los intelectuales en un movimiento revolucionario está en proporción directa al atraso general económico, social y cultural de las masas de las cuales emerge.” (Cliff, La Revolución Permanente  Desviada, 1963).

Parece que Cliff quisiera insinuar que, debido a los diferentes procesos históricos de la formación de clases en el mundo colonial y neocolonial, la clase obrera en esos países es menos capaz y menos predispuesta a dirigir –implícitamente porque es menos educada que el proletariado europeo y, por ende, más dependiente del sector intelectual de la clase media–. Es difícil tomar en serio este argumento y separar lo que en él procede de la evidencia y el análisis científicos de lo que resulta de los prejuicios eurocéntricos y de la ignorancia. Que la clase obrera no vaya a las escuelas burguesas no significa que sea incapaz de desarrollarse políticamente, ya que son la lucha y la organización las que desarrollan a la clase trabajadora en esa dirección. Y si Cliff no aporta pruebas para apoyar esta generalización (aparte de su lectura de las revoluciones china y cubana), podríamos agregar que en Bolivia, uno de los países más “atrasados” del mundo, la clase obrera estaba, de hecho, dirigiendo la revolución. Y Cliff procede a explicar que el carácter “totalitario” de estas revoluciones no era el resultado de las dinámicas de clase, es decir de  una contrarrevolución, del rol del imperialismo, sino una tendencia casi natural de la intelectualidad al totalitarismo.

No resulta difícil percibir que la nueva teoría que Cliff propone para reemplazar a la Revolución Permanente está comenzando a plantear más preguntas que las que puede responder. Esta explicación tiene un doble problema: en primer lugar no es históricamente preciso en particular para el caso de China; en segundo lugar, no es un método científico de razonar, no es el que los marxistas usamos.

Pero más preocupante aún para un marxista es ver que el “Estado” se entiende como una fuerza social de por sí, sin hablar del carácter de clase del Estado. Entonces, ¿qué quiere decir Cliff cuando dice que en el mundo colonial el Estado es una nueva fuerza social? ¿Está hablando del bonapartismo, ese momento en el que dice Marx que “parece” que el Estado adquiere un rol independiente para hacer frente al ascenso de las luchas? No, Cliff propone la idea que el Estado sea una fuerza social revolucionaria. Esto debe significar que Cliff está amalgamando el Estado con un grupo específico de empleados que hacen que el Estado funcione. Pero nosotros sabemos que el Estado es un instrumento de la opresión de clase. Un aparato que según el contexto y el tipo de régimen puede adquierir una independencia relativa, que no siempre está directamente controlado por una clase, pero que estructuralmente tiene un carácter de clase. Ahora bien, la burocracia estatal no tiene intereses de clase propios; sino que siempre sirve, en última instancia, a los intereses de una clase con base económica propia. Esta es la tesis central que Lenin defiende en Estado y Revolución, basada en el trabajo de Marx y Engels que no repetiremos acá. ¿Cómo pretende Cliff que los empleados o sirvientes de la burocracia estatal, como él dice que ocurrió en China, puedan desarrollar la conciencia  y un proyecto revolucionario separado de la dinámica de clases en el país?

Sin embargo, no es ya tan desconcertante si uno junta la teoría de La Revolución Permanente Desviada con la que habla de “Capitalismo del Estado”, que aduce que la burocracia estatal tienen un interés propio diferente del interés de las clases sociales que luchan las unas contra las otras (sea la clase obrera, el campesinado, la pequeña burguesía o la burguesía).

Irónicamente, no tenemos aquí que especular mucho cual es el destino de esta nueva teoría de “nuevas clases revolucionarias” (que en el fondo parece no lo son, ya que llevan a un capitalismo totalitario). Los propios teóricos de la IST lo mostraron. En 1978, Nigel Harris, uno de los intelectuales más prominentes de esa tradición, publicó un libro titulado Un Mandato del Cielo, Marx y Mao en la China Moderna, donde llegó a la conclusión de la necesidad de abandonar el método del marxismo para poder comprender la Revolución China. Harris no fue un cualquiera en la IST. Fue integrante de la editorial de International Socialism entre los años 1959 a 1971,  y varios de sus artículos fueron publicados también en los años que siguieron a la salida de su libro. La conclusión de su libro habla por sí sola:

 

El Estado no fue una camarilla bonapartista que oscilaba entre clases. Tenía su propio poder independiente, mucho más grande que el del terrateniente y el capitalista. Los eliminó a ambos en parte para reforzar su control sobre las otras dos clases para su propio propósito independiente – la acumulación nacional. En resumidas cuentas pues, parece que el marxismo se equivocó, invalidado a la luz de la experiencia china. Los partidos no encarnan los intereses de particulares clases sociales, sino que son ellos mismos el producto de la división social del trabajo, arraigada en los cimientos fundacionales de la sociedad. El Estado no necesariamente encarna los intereses de una clase particular (o sobrevive sólo temporalmente jugando a una clase contra la otra) (…) Queda claro que el marxismo es incapaz de dar una explicación coherente de la revolución china y de la República Popular. Los presupuestos teóricos entran en contradicción con la realidad conocida. Una fuerza “sin-clase”, representando el interés nacional, llegó al poder en un país aislado y atrasado (es decir, antes de que el capitalismo haya creado los pre-requisitos para el socialismo)” (Nigel Harris, The Mandate of Heaven, p. 261-262).

 

¿El “capitalismo de estado” como resultado  de la revolución permanente?

 

Llegamos finalmente a la tercera inconsistencia teórica de la “teoría de la revolución permanente desviada” de Cliff. Después de la afirmación errónea que bajo el imperialismo se pueden desarrollar las fuerzas productivas de los países en en Tercer Mundo, y de la teoría de las nuevas clases revolucionarias, llega la del “capitalismo de estado”. Esta fue, cronológicamente, una de las primeras que Cliff elaboró para entender el estalinismo, alejandose de la formulación trotskista del “estado obrero deformado”. Para Cliff el capitalismo de estado el resultado de todos los procesos de revolución permanente en la posguerra:

Esas fuerzas que, según Trotski, deberían llevar a una revolución socialista de los trabajadores, pueden llevar, en ausencia del sujeto revolucionario, el proletariado, hacia lo opuesto; el capitalismo de estado. Teniendo en cuenta lo que es de validez universal en la teoría de Trotski y lo que depende de la actividad subjetiva del proletariado, se puede llegar a una versión de la teoría que, por falta de un nombre mejor, podría llamarse la «revolución permanente, desviada, de capitalismo de estado«. (Cliff, La Revolución Permanente Desviada).

 

Son muchos los problemas que surgen con la idea del “capitalismo de estado” genera. Más preguntas que respuestas. Y no los podemos tratar todos aquí. Lo que sí queremos subrayar es que con esa caracterización la IST no aclara entonces que fueron esas revoluciones. Según Cliff no fueron democráticas porque llevaron al totalitarismo. Con la caracterización del “capitalismo de estado” parece que implique que fueron revoluciones pro-burguesas. ¿Pero de que tipo? ¿No existía ya el capitalismo en China y Cuba antes de esas revoluciones? ¿Qué cosa ha cambiado con la revolución? ¿Cambió el gobierno, el régimen o el estado? Según Cliff, parecería que estas revoluciones no cambiaron cualititivamente ni el régimen político y ni en la estructura económica, ya que tenemos capitalismo y opresión en ambos polos de la ecuación, según él. ¿Quiere decir Cliff que las revoluciones chinas y cubanas no cambiaron nada? ¿O que fue a peor?

Cliff presenta el “capitalismo de estado”, resultado de una revolución, como “lo opuesto” del socialismo. Pero ¿no es nuestro actual sistema capitalista lo opuesto del socialismo? ¿No es el socialismo la negación del capitalismo? ¿Cómo podemos tener una revolución que sea la negación de la negación? La nueva teoría, lejos de explicar la conexión entre el supuesto “capitalismo del Estado” y el proceso de la revolución, basándose en las dinámicas de clase de la revolución, procede más bien a usar fórmulas abstractas e inventivas para describir complicados procesos sociales.

 

 

Conclusión

 

La conclusión a la que llega Cliff, a partir de su análisis de las revoluciones china y cubana, se puede resumir como sigue:

  1. I) es el desarrollo de las fuerzas productivas en los países coloniales y semicoloniales la que debilita al imperialismo y su dominación ellos, y crea las condiciones objetivas para el cambio revolucionario (presupuesto de la IST nunca desarrollado con pruebas ni argumentos) ; II) Mientras Trotsky creía que la clase obrera era la única fuerza social capaz de actuar en estas condiciones y causar revoluciones, se equivocaba al pensar así porque el proletariado en los países atrasados estaba demasiado atrasado y con poco desarrollo; III) por ende, una nueva fuerza social debe emerger para llevar a cabo estas revoluciones y –según Cliff– los casos de Cuba y China muestran que “la intelectualidad revolucionaria” así bien como “el estado” serán esas fuerzas; IV) pero como sólo el proletariado puede construir el socialismo y este ya no puede desempeñar ese rol en los países coloniales y semicoloniales, estas revoluciones no pueden sino devenir en una nueva forma distorsionada de capitalismo en el mundo colonial y semicolonial, o sea, el “capitalismo del estado”.

Cliff tiene razón cuando señala el error de Trotsky al asumir que sólo la clase obrera podía lograr la revolución democrática, ya que quedó demostrado que otras fuerzas podían derrotar al imperialismo. Este es un error que hay que corregir en la teoría. Pero se equivoca totalmente al proclamar que este es el quid de la teoría sobre la cual se apoya toda su validez y consistencia, y al substitutir la teoría de la revolución permanente por otra teoría, la de la “revolución permanente desviada al capitalismo de estado” alejándose del marxismo, como el mismo Harris reconoce.

Por lo tanto, hubiera sido más honesto por la parte de Cliff proponer abiertamente abandonar la teoria de la revolución permanente en lugar de pretender que en su opinión hubo simplemente un “desvío”. El análisis de la IST más que actualizar la teoría, es una nueva teoría con bases históricas y económicas que son erróneas en nuestra opinión. ¿Cómo revisamos nosotros la teoría de la revolución permanente? Moreno sintetizó y explicó ese cambio en la Acutalización del Programa de Transición:

 

“La teoría de la revolución permanente es mucho más amplia que las Tesis escritas por Trotsky a fines de la década del veinte; es la teoría de la revolución socialista internacional que combine distintas tareas, etapas y tipo s de revoluciones en la marcha hacia la revolución mundial. La realidad ha sido más trotskista y permanente que lo que el propio Trotsky y los trotskistas previeron. Produjo combinaciones inesperadas: a pesar de las fallas del sujeto (es decir de que el proletariado en algunas revoluciones no haya sido el protagonista principal) y del factor subjetivo (la crisis de dirección revolucionaria, la debilidad del trotskismo), la revolución socialista mundial obtuvo triunfos importantes, llegó a la expropiación en muchos países de los explotadores nacionales y extranjeros, pese a que la dirección del movimiento de masas continuó en manos de los aparatos y direcciones oportunistas y contrarrevolucionarios. (…)

Lo único que agregamos es que la fuerza objetiva de la revolución mundial combinada con la crisis de dirección del proletariado mundial y la crisis sin salida del imperialismo, ha permitido que se fuera bastante más allá en las revoluciones de febrero nacionales de lo que preveían las Tesis: que partidos pequeñoburgueses tomen el poder e inicien la revolución socialista. Pero esos partidos, al construir estados obreros burocratizados de tipo nacional, al imponer su programa de coexistencia pacífica y de construcción del socialismo en un solo país, paralizan la revolución permanente.” (Moreno, Actualización del Programa de Transición, 1980)

 

La revolución permanente desviada no sólo representa una la distorsión de la teoría original formulada primero por Trotsky entre 1905 y 1930 y desarrollada por los marxistas revolucionarios en las década subsiguientes para comprender la dinámica de clase de la revolución bajo el imperialismo. No sólo es inexacta sino que tampoco es un guía clara para la acción política. Las conclusiones de La revolución permanente desviada tuvieron efectos desastrosos para todos los seguidores del SWP británico: su cosmovisión defetista del estado de posguerra les aisló de las luchas más importantes, declaró que la combinación de la revolución democrática con la socialista y la necesidad de que sea el proletariado el que luche por el poder del estado estaban fuera del orden del día para las dos terceras partes del mundo, y se recomendaba a los socialistas revolucionarios que se abstuvieran de luchar por la dirección de estas revoluciones anticoloniales democráticas con la esperanza de organizar, el futuro, al proletariado. No tuvieron realmente una política para intervenir en los más grandes acontecimientos de la lucha de clases de la segunda mitad del siglo XX.

 

 

[1] Para ahondar en el análisis de la Revolución China ver: Moreno, Las revoluciones China e Indochina (1973); Toledo y Margarido, “China 1949: Una revolución en el país más poblado de la Tierra”, Marxismo Vivo n. 22, 2009; Shu-tse y Evans: The Chinese Communist Party in Power. (1980)

[2] Ver el dossier sobre Cuba en el número 1 de la Tercera época de Marxismo Vivo (2010), en particular Balance Cubano, SWP, 1960; Moreno, “Los estados obreros burocratizados. El caso de Cuba” Tesis XX de la Actualización del Programa de Transición, 1980; Hernández “Revolución y contrarrevolución en Cuba”.

[3] Ver por ejemplo “Tony Cliff: Deflected permanent revolution in Africa”,  por Leo Zeilig, International Socialism, num. 126, Primavera 2010, que generó una polémica con Neil Davidson y suscitó una reafirmación de la teoría de Cliff en un subsiguiente artículo del mismo autor “The relevance of permanent revolution: A reply to Neil Davidson”, International Socialism, num. 131, verano 2011. O ver el uso práctico que hace hoy la IST de la “Deflected Permanent Revolution” para analizar revoluciones acutales como la de Siria, en “The Syrian Crucible” por Jonathan Maunder, en International Socialism, num. 135 verano 2012.

[4] Este análisis de la revolución permanente ¨desviada¨ no ha sido muy profundizado desde un punto de vista teórico en las siguientes décadas por la IST, sino que se toma el texto de Cliff como un marco constante de referencia. Por eso nos vamos a centrar en Trotsky y en el texto de Cliff.

[5] Traducción del inglés y edición por Izquierda Revolucionaria- En Lucha (grupo de la IST), puesta online en el Marxist Internet Archive en el 2001.

[6] Aquí por “atrasados”, no entendemos ningún juicio de valor por nuestra parte, tiene más que ver con los estándares de “desarrollo” y de “progeso” fijados por la propia lógica del capital, que es la que organiza y jerarquiza la realidad material, dando una impresión de linealidad. Por supuesto, la economía política marxista deshace todas esas categorías, empezando por la crítica de la categoría de valor. La teoría del desarrollo desigual y combinado es, implícitamente, una crítica a la visión burguesa del desarrollo lineal y del progreso que supuesta mente necesariamente acompaña el desarrollo del capitalismo.

[7] Conferencia de Trotsky pronunciada en el stadium de Copenhague (Dinamarca), el 27 noviembre de 1932.

[8] Trotsky establece como una correlación, cuanto más frágil y más foránea es la burguesía nacional de los países coloniales o semi-coloniales, es decir cuanto más dominada está por el imperialismo y cuanto más débil es su base económica, más reaccionaria es en los procesos de lucha democráticos: Pero es que, precisamente, la impotencia del capitalismo para vivir en un país atrasado se expresa en el hecho de que la sublevación campesina no impulsa hacia adelante a clases burguesas en Rusia, sino, por el contrario, las arroja al campo de la reacción. Al campesino, para no fracasar, no le quedaba otro camino que la alianza con el proletariado industrial. Esta ligazón revolucionaria de las dos clases opri­midas fue prevista genialmente por Lenin y preparada desde hacía mucho tiempo. Si la cuestión hubiese podido ser franca­mente resuelta por la burguesía, con toda seguridad que el proletariado no hubiera conquistado el Poder en 1917. Ha­biendo llegado demasiado tarde, caída precozmente en decre­pitud, la burguesía rusa, egoísta y cobarde, no tuvo la osadía de levantar la mano contra la propiedad feudal. Con esto la burguesía dejó el poder al proletariado y al mismo tiempo el derecho a disponer de la suerte de la sociedad burguesa.” (Trotsky, ¿Qué fue la Revolución Rusa?, 1932)

[9] Ver los capítulos “Tareas y fuerzas de las revoluciones burguesas” y “Logros y limitaciones de las revoluciones burguesas” en Democracia y Revolución, publicado originalmente en inglés por el SWP americano (sección de la IV Internacional) en 1971.

[10] Como ya indicó Engels: “Junto al antagonismo entre la nobleza feudal y la burguesía, que se erigía en representante de todo el resto de la sociedad, manteníase en pie el antagonismo general entre explotadores y explotados, entre ricos holgazanes y pobres que trabajaban. Y este hecho era precisamente el que permitía a los representantes de la burguesía arrogarse la representación, no de una clase determinada, sino de toda la humanidad doliente. Más aún. Desde el momento mismo en que nació, la burguesía llevaba en sus entrañas a su propia antítesis, pues los capitalistas no pueden existir sin obreros asalariados, y en la misma proporción en que los maestros de los gremios medievales se convertían en burgueses modernos, los oficiales y los jornaleros no agremiados transformábanse en proletarios. Y, si, en términos generales, la burguesía podía arrogarse el derecho a representar, en sus luchas contra la nobleza, además de sus intereses, los de las diferentes clases trabajadoras de la época, al lado de todo gran movimiento burgués que se desataba estallaban movimientos independientes de aquella clase que era el precedente más o menos desarrollado del proletariado moderno. Tal fue en la época de la Reforma y de las guerras campesinas en Alemania la tendencia de los anabaptistas[10] y de Tomás Münzer; en la Gran Revolución inglesa, los «levellers», y en la Gran Revolución francesa, Babeuf.” (Engels, Del socialismo utópico al científico, 1880).

[11] En el sexto capítulo de la Revolución Permanente, “Sobre el salto de etapas históricas”, Trotsky explica este salto en la revolución que tiene que ver con la lógica dialéctica y la teoría del desarrollo desigual y combinado del capitalismo: “Es absurdo sostener que, en general, no se pueda saltar por alto una etapa. A través de las «etapas» que se derivan de la división teórica del proceso de desarrollo enfocado en su conjunto, esto es, en su máxima plenitud, el proceso histórico vivo efectúa siempre saltos, y exige lo mismo de la política revolucionaria en los momentos críticos. Se puede decir que lo que mejor distingue al revolucionario del evolucionista vulgar consiste precisamente en su talento para adivinar estos momentos y utilizarlos.” ¿Cuál fue concretamente el “salto” que se produjo entre la revolución de Febrero y la de Octubre? El del parlamentarismo burgués, que según el esquema linear era el que “naturalemente” acompañaba el desarrollo de la industria manufacturera y la penentración del capitalismo en el campo. Eso en Rusia no occurió: “Tales o cuales etapas del proceso histórico pueden resultar inevitables aunque teóricamente no lo sean. Y a la inversa: etapas teóricamente «inevitables» pueden verse reducidas a cero por la dinámica del desarrollo, sobre todo durante la revolución, pues no en vano se ha dicho que las revoluciones son las locomotoras de la historia. Así por ejemplo, en nuestro país el proletariado se «saltó» por alto la fase del parlamentarismo democrático, concediendo a las Cortes constituyentes unas horas de vida nada más, y para eso, en el zaguán.” (Trotsky, La revolución permanente)

[12] Dice Trotsky que es precisamente en los procesos revolucionarios donde se pone de manifiesto esa naturaleza dialéctica y no linear del desarrollo, y que tiene que ver con la relación del factor subjetivo con las dinámicas objetivas: “La dialéctica de las «etapas históricas» se percibe de un modo relativamente fácil en los períodos de impulso revolucionario. Los periodos reaccionarios, por el contrario, se convierten de un modo lógico en tiempos de evolucionismo banal. El estalinismo, esa vulgaridad ideológica concentrada, digna criatura de la reacción dentro del partido, ha creado una especie de culto del movimiento por etapas como envoltura del «seguidismo» y de la pusilanimidad.” (Trotsky, La revolución permanente)

[13] En respuesta al texto de la mayoría (En defensa del leninismo, en defensa de la Cuarta Internacional), escrito por Mandel, Moreno publicó Un documento escandaloso (En respuesta a “En defensa del leninismo, en defensa de la Cuarta Internacional), que también se conoce entre la militancia como El partido y la revolución o El morenazo, ya que ahonda en cuestiones clave de teoría.

[14] Los marxistas caracterizamos la lucha de clases y sus perspectivas desde estos dos criterios: 1) Uno objetivo: ¿Cuáles son las clases que se enfrentan? ¿Cuáles son las clases aliadas? ¿Cuál es la naturaleza del Estado que está siendo atacado?; 2) y otro subjetivo: ¿Cuál es el nivel de conciencia y organización de cada clase? ¿Cuál de estas clases está en mejores condiciones, desde el punto de vista político, para ganar?

[15] Como señaló Trotsky en el Programa de Transición: “Todo depende del proletariado, es decir, de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la humanidad se reduce a la dirección revolucionaria.”

[16]El bolchevismo se caracteriza por utilizar todos los medios y tácticas al servicio de la estrategia de construir el partido, movilizar a los obreros y tomar el poder. Las demás corrientes del movimiento obrero se caracterizan por lo opuesto: confundir estrategia con táctica y elevar esta última a estrategia permanente. La historia del bolchevismo es una lucha constante por imponer los medios y las tácticas adecuadas a cada momento de la lucha de clases. El bolchevismo luchó contra los terroristas, pero supo utilizar el terror; luchó contra los sindicalistas, pero supo utilizar el trabajo sindical; luchó contra los parlamentaristas, pero supo utilizar el parlamento; luchó contra los anarquistas, pero supo destruir el estado burgués; luchó contra los guerrilleristas, pero supo hacer guerrillas; luchó contra los espontaneístas pero supo dirigir las movilizaciones espontáneas del movimiento de masas. ¿Y para qué hizo todo esto? Para construir el partido bolchevique y movilizar a las masas hacia la toma del poder.” (Moreno, “Un documento escandaloso (En respuesta a “En defensa del leninismo, en defensa de la Cuarta Internacional)” 1973)

 

 

[17] Desde los comienzos del siglo XX, Trotsky se sentía intrigado por este cambio fundamental, el rol de las fuerzas sociales en la historia: “para nosotros la cuestión es la dinámica de clase de la Revolución Rusa” (Resultados y Perspectivas, 1907), y desarrolló su pensamiento más a fondo cuando analizó la experiencia de  la Revolución Rusa: “El proletariado tomó el poder en octubre, unido a todos los campesinos, dice Lenin. Por ello mismo, la revolución fue burguesa. ¿Es cierto esto? En un cierto sentido, si. Pero esto significa precisamente que la verdadera dictadura democrática del. proletariado y de los campesinos, esto es, la que destruyó efectivamente el régimen autocrático-servil y arrebató la tierra a los señores, tuvo lugar no antes, sino después de Octubre; tuvo lugar, para emplear las palabras de Marx, en forma de dictadura del proletariado apoyada por la guerra campesina, y ya unos meses después empezó a transformarse en dictadura socialista. ¿Es posible que esto no aparezca claro? ¿Acaso se puede discutir todavía sobre este tema? Según Radek, la teoría «permanente» es culpable de confundir la etapa burguesa con la socialista. Pero en la práctica la dinámica de clase «confundió», esto es, combinó, de un modo tan profundo estas dos etapas, que nuestro infortunado metafísico no puede, en modo alguno, atar los dos cabos.” (Trotsky, La Revolución Permanente).

[18] Es exactamente el mismo método que usa para “interpretar”, es decir, descartar, el Programa de Transición.

[19] Desde su fundación, la LIT reconoció tanto los errores de pronóstico de Trotsky como los de la IV Internacional para la posguerra. No sólo los reconoció, sinó que los explicó con la misma teoría que la IST acabó echando por la borda, lingádolos a la crisis real de dirección y las contradicciones en la época imperialista.  “Nuestro partido, incluido Trotsky, no previó que la crisis de dirección del proletariado mundial continuaría sin comienzo de solución durante más de cuatro decenios. Por consiguiente, tampoco previó el colosal desarrollo, influencia y florecimiento de los aparatos burocráticos, contrarrevolucionarios —principalmente del stalinismo— y la extremada debilidad, el carácter propagandístico que continuaría teniendo nuestra Internacional a pesar del colosal ascenso revolucionario de estos cuatro decenios. Tampoco se previó la posibilidad de una crisis de carácter revisionista como la que se produjo al comienzo de los años ’50, que disgregó a nuestra Internacional durante casi treinta años.  Creemos que esta falta de previsión se inscribe en la ley marxista de que la realidad siempre es más rica que cualquier esquema, es decir, que éstos son superados por aquélla. Pero también, específicamente, a que los fundadores de nuestra Internacional cometieron un error al hacer una analogía entre ésta y la anterior postguerra. Creíamos que en esta inmediata postguerra se repetiría, corregido y aumentado, lo que ocurrió en la anterior, que llevó al poder a un partido marxista revolucionario —el Bolchevique— a través de la Revolución de Octubre y a la fundación de la Tercera Internacional que comenzó a tener influencia de masas y a superar la crisis de dirección. No hay ningún motive para poner en tela de juicio la anécdota varias veces relatada por Joe Hansen de que Trotsky estaba profundamente convencido de que, en la inmediata postguerra, nuestra Internacional sería tan multitudinaria y tendría tantos partidos revolucionarios espontáneos de masas, que los trotskistas seríamos minoría, ya que la mayoría de esos partidos revolucionarios tendrían otra ideología. Nada demuestra mejor que ésta era la perspectiva que el categórico vaticinio de Trotsky de que para el año 1948 millones seguirían a la Cuarta Internacional. Esa analogía y esos vaticinios se han mostrado equivocados y así hay que reconocerlo. Esto significa que nuestra Internacional ha acertado en forma casi milimétrica con el análisis de la época, pero no así en la coyuntura inmediata posterior a la guerra. Hicimos un análisis coyuntural exageradamente optimista y analógico que se reveló equivocado.” (Moreno, Actualización del Programa de Transición, 1980)

 

[20] Además, Trotsky no rechaza totalmente la postura de Lenin de que la revolución democrática será llevada por una dirección compartida del campesinado y del proletariado. Lo que Trotsky claramente sostiene es que si bien teóricamente eso no es imposible; concretamente es improbable que el campesinado, dada su heterogeneidad social, y la clase trabajadora logren construir juntos el partido necesario para tomar el poder:

La dictadura democrática del proletariado y de los campesinos, en calidad de régimen distinto por su contenido de clase a la dictadura del proletariado, sólo sería realizable en el caso de que fuera posible un partido revolucionario independiente que encarnara los intereses de la democracia campesina y pequeño burguesa en general, un partido capaz, con el apoyo del proletariado, de adueñarse del poder y de implantar desde él su programa revolucionario.” (Trotsky, La Revolución Permanente)

 

[21] “La clase obrera, con su sector de vanguardia, los trabajadores mineros, hizo todo lo que podía hacer, pero una y otra vez, lo que falló fue la dirección. El primero y más glorioso de estos capítulos revolucionarios fue el de 1952. Los obreros derrotaron al ejército, formaron su propia milicia y crearon su propio organismo de poder: la Central Obrera Boliviana. Si hubiera triunfado esta gran revolución obrera, habría cambiado la historia de Latinoamérica y también del trotskismo y de la IV Internacional, porque el POR boliviano fue codirección (aunque en minoría) de ese proceso.” (Sagra, Un largo combate por una salida obrera a la revolución)

 

[22] Nuestra corriente ya criticó esa adaptación de la economía política marxista a la burguesa, que consiste en identificar el concepto de fuerzas productivas con el burgués de “crecimiento económico”, ignorarando que el concepto marxista de fuerzas producticas incluye también el trabajo (la actividad humana) y la naturaleza, que se mide a nivel internacional, y que el imperialismo detruye más que produce. Uno sólo puede considerar que se desarrollaron las fuerzas productivas en la posguerra si elige centrarse unicamente en la producción quantitativa y su consumo en los países avanzados, obviande las fuerzas desperdiciadas, frenadas y destruidas. Para eso ya tenemos a la ciencia económica burguesa que mide lo que le interesa al capital. Ver el séptimo capítulo de Un documento escadaloso de Moreno.

 

 

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