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28 marzo, 2024

Davos: en medio del lujo, sin respuestas para la crisis

Recientemente, se realizó en Davos, Suiza, la reunión anual del Foro Económico Mundial. Este uno de los foros de los “dueños del mundo”, es decir, los presidentes de las grandes empresas y bancos imperialistas, y de los dirigentes políticos y gubernamentales que expresan sus intereses. A ellos se suman economistas, periodistas y grandes medios de comunicación, y también “innovadores tecnológicos” que buscan vender sus propuestas a las empresas.

Por: Alejandro Iturbe

El Foro nació en 1971 por iniciativa de Klaus Schwab, un profesor universitario suizo de Política Empresarial, quien continúa siendo su presidente ejecutivo y organizador. Funciona en varios niveles con numerosas actividades. El nivel más importante es la conferencia central y sus debates sobre la situación económica y política mundial y las propuestas que en ese marco deben llevar adelante los “dueños del mundo”. Muchos de los planes y medidas que fueron aplicados por los gobiernos en los últimos años surgieron de este foro. Otros niveles son las reuniones bilaterales (a puertas cerradas) entre gobiernos, entre gobiernos y empresas, y entre empresas e “innovadores tecnológicos”.

Este año no asistieron figuras centrales de la política mundial como Barack Obama, Vladimir Putin y Ángela Merkel, pero sí estuvo el premier británico David Cameron (entre otros 40 jefes de Estado o gobierno). Entre los jefes de empresas, se destacaron Bill Gates y Satya Nadella (Micorsoft), Mary Barra (GM), Jack Ma (del conglomerado chino Alibaba Group), Eric Schmidt (Aphabet Inc., antes Google), Sheryl Sandberg (Facebook), James Gorman (Morgan Stanley), César Alierta (Telefónica), entre decenas de CEOs. Tamnbién estuvieron la jefa del FMI, Christine Lagarde, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, y los gobernadores o presidentes de diez bancos centrales nacionales.

El marco está acorde con el nivel económico de los participantes de la reunión. Davos es un exclusivo y carísimo centro internacional de esquí. El Foro eleva aún más los precios. Para preservar su exclusividad, la inscripción individual para participar es de 20.000 dólares. Un hotel de rango medio cuesta 600 dólares diarios por persona. Si se le suma la bebida y la comida y la ropa adecuada al frío, el gasto total por persona puede ser de 40.000 dólares. También se puede participar de algunos shows exclusivos (como una actuación privada del actor estadunidense Kevin Spacey, o una cena para charlar con el músico irlandés Bono). Una delegación no muy grande de un gobierno o una empresa (digamos 10 personas) realiza un gasto básico de 400.000 dólares. Una cifra pequeña si se la compara con el volumen de negocios que se realizan, pero que representa, por ejemplo, el salario mínimo de 2.000 obreros brasileños. Algunos “innovadores tecnólogicos” deben ahorrar durante años para poder participar y ofrecer sus ideas a las empresas.

Precisamente este año, el Foro le dio un lugar muy destacado a las nuevas tecnologías: su lema fue “Dominando la Cuarta Revolución Industrial” (no es casual el peso que tuvieron las grandes empresas de informática e internet). En la cena convocada por el banco estadunidense Morgan Stanley, un alto ejecutivo de esta firma dijo, con ironía amarga: “Antes éramos los reyes de Davos, todo el mundo quería venir a nuestras fiestas y éramos convocados a todos los debates para dar nuestra opinión. Hoy las estrellas de Davos son las firmas tecnológicas”. Otro banquero agregó: “Es verdad que tenemos un problema de reputación que nos afecta y eso nos resta credibilidad”.

Una cumbre de crisis

El “giro tecnológico” que Klaus Schwab le imprimió a la última cumbre, o el reconocimiento de la caída de la “reputación” y la “credibilidad” de los banqueros son la punta del iceberg de una realidad mucho más profunda: la última reunión de Davos fue una cumbre de crisis, en la que los “dueños del mundo” reconocieron en parte que no tienen propuestas para superar el efecto negativo de largo plazo de la crisis económica internacional iniciada en 2007-2008. Peor aún: está planteada la posibilidad de una nueva caída de aquella profundidad.

No es casual que uno de los economistas más escuchados haya sido Nouriel Roubini, una especie de outsider dentro de los gurúes económicos por su pesimismo, pero que tiene el prestigio de haber pronosticado la crisis de 2008. En la reunión, Roubini advertía: “No es 2008… todavía. Pero puede serlo si los gobiernos no actúan”. Hasta la eternamente optimista directora del FMI, Christine Lagarde, exponía un alerta: “En 2016 el crecimiento será modesto y desigual. Hay un moderado optimismo pero los riesgos son significativos”.

Los datos de la relidad muestran la dificultad para superar el marco abierto en 2007-2008. En 2015, la principal economía del mundo (EEUU) mantuvo un crecimiento parejo con años anteriores (2,4%) pero con desaceleración en el cuarto trimestre y otros datos preocupantes (ver a continuación los datos de la Bolsa), mostrando así que además de no poder ser la locomotora que traccione al conjunto, cuando intenta “acelerar en subida” comienza a frenarse. Europa mejoró un poco: España tuvo el mejor desempeño (más de 3% luego de varios años de retroceso); Gran Bretaña sigue poco arriba de 2% anual y Alemania tuvo 1,8%. Pero Francia apenas superó el 1% e Italia sigue en caída. Ni que hablar de las economías más débiles como Grecia o Portugal.

El dato nuevo y profundamente negativo para la economía capitalista mundial es la entrada de la crisis en China, con una clara desaceleración y con una dinámica cuyas cifras reales son mucho peores que lo que muestran las estadísticas oficiales (ver artículo http://litci.org/es/mundo/asia/china/certezas-e-interrogantes-que-plantea-la-crisis-economica-en-china/).

Según datos del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF), en 2015 China habría sufrido una salida de capitales de 676.000 millones de dólares y se prevé que en 2016 será de otros 448.000 millones. Una muestra clara de que la libre convertibilidad del yuan y su ingreso al “club de monedas fuertes” del FMI lejos de representar un “fortalecimiento” de la economía del país representa un paso más en el camino de la semicolonización y, a la vez, el fin de la “barrera de protección” que representaban las finanzas dirigidas por el Estado a través del férreo control del Banco Popular de China (Banco Central).

Como dijeron varios economistas el año pasado, China dejó de ser “parte de la solución” como locomotora secundaria que mantenía su crecimiento y ayudaba a atenuar los efectos de la crisis mundial, arrastrando a los países proveedores de materias primas. Ahora, es “parte del problema”.

Y una parte no pequeña, por cierto. Su freno impacta en el conjunto de la economía mundial, empuja todas las bolsas del mundo a la caída, baja fuertemente los precios de las materias primas y alimentos y, con ello, empuja a la crisis a las economías proveedoras, como Brasil y Argentina, en el marco de una economía continental en baja y con altísimos riesgos. “Las perspectivas de estos países se oscurecen”, afirmó el presidente del IIF, Tim Adams.

La burguesía imperialista y los grandes grupos empresarios nacionales pierden confianza. Ya no creen en las promesas optimistas (aunque cada vez menores) de los economistas que dicen: “este año comenzamos a salir”. En consecuencia, dejan de invertir. Las bolsas del mundo expresan eso: solo en 2016, el índice bursátil estadounidense S&P 500 (mide Wall Street) cayó 6,7%; Milán, 11%; Francfurt, casi 10%; Madrid, 8%; y París, 6%. Los préstamos de corto plazo son más caros que aquellos a 10 años, algo que los economistas burgueses llaman “una curva invertida de los tipos de interés” y que se considera uno de los indicadores que suelen anticipar una recesión.

Ray Dalio, presidente de la compañía de inversiones Bridgewater expuso en Davos: “Lo más probable [es] que la economía siga sufriendo una notable debilidad. Pero en caso de que tengamos una recesión, esta será difícil de revertir. Este es el momento de mayor desafío desde la crisis financiera”.

Si bien la impresionante inyección de dinero que se hizo desde los bancos centrales logró impedir la quiebra del sistema bancario mundial y evitar una dinámica de “caída libre”, esta política parece cada vez menos efectiva: el propio Dalio razona: “pese a la ingente cantidad de dinero que se ha puesto en circulación en estos años, las presiones deflacionistas son constantes”. Según el especialista económico del diario español El País: “Dalio pone así el dedo en la llaga en uno de los temores más profundos de los analistas: la falta de herramientas para responder a una nueva crisis”.

Latinoamérica en venta

Pero incluso en este marco de crisis y de escepticismo, los “dueños del mundo” (mientras saboreaban carísimos whiskies o champañas y admiraban el hermoso paisaje de Davos) buscaban recorrer los “caminos posibles”.

El primero, principal y permanente es el ataque al empleo, al salario y a las condiciones laborales de los trabajadores de todo el mundo desde los gobiernos y desde las empresas. Como ya es una frase común: los “dueños del mundo” (y sus socios menores y lacayos) descargan el peso de la crisis sobre las espaldas de los trabajadores (y quieren hacerlo aún más profundamente).

El segundo, es seguir exigiendo “ayudas financieras” de los gobiernos que, finalmente, también pagaremos los trabajadores. El tercero es buscar los “nichos de inversión” en sectores dinámicos como las nuevas tecnologías, o en países colonizados.

No es casual, entonces, que los presidentes de México (Enrique Peña Nieto) y de Argentina (Mauricio Macri) se hayan trasnformado en “estrellas menores” de la cumbre. Llevaron en sus maletas un catálogo de venta y entrega de sus países. En el lenguaje políticamente correcto de los agentes del imperialismo eso se llama “oportunidades de inversión”. Al mismo tiempo, ambos ya mostaron que, para ello, los dos están dispuestos a repimir con dureza las luchas y protestas populares. Los dos presidentes, incluso se reunieron entre sí para “estrechar relaciones”.

La principal oferta de Peña Nieto fue en el campo del petróleo y la privatización de PEMEX. “Los baos precios del petróleo no van a retrasar, a limitar ni a frenar la reforma energética”, expresó Peña Nieto. En diciembre pasado, ya fueron adjudicados 51 bloques a empresas privadas. El proceso de subasta de nuevos bloques en aguas profundas ya está en marcha y arrancará en la segunda mitad del año.

Macri, por su parte, mantuvo numerosas reuniones con gobiernos y empresas, y salió exultante de Davos: “Argentina vuelve a ser parte del mundo” (traducción: Argentina vuelve a tener una “vidriera de ofertas” para el imperialismo). La garantía fue el compromiso de que la economía argentina volverá a ser fiscalizada por el FMI. De esas reuniones sacó algunas propuestas concretas de inversión (como la de la empresa Reanault-Nissan de ampliar su planta de Córdoba) y varias promesas. Entre ellas, las del premier británico David Cameron. En esa reunión, Macri batió su marca de servilismo al imperialismo al afirmar que “para mejorar las relaciones con Inglaterra (sic) estaba dispuesto a abandonar el histórico reclamo del pueblo argentino por las Islas Malvinas (usurpadas en 1833 y causa de la guerra entre Argentina y Gran Bretaña en 1982). Cameron, por su parte, declaró que “en esas condiciones, estaba dispuesto a ayudar al nuevo gobierno argentino” proponiendo a las empresas británicas inversiones el país. Es claro que esta gente, en realidad solo se ayuda a sí misma.

A quien no le fue bien fue al gobierno brasileño, esta vez no representado por la presidente Dilma Rousseff sino por su nuevo ministro de Hacienda, Nelson Barbosa. A diferencia de otros años en que el Brasil era la “estrella tercermundista” de Davos, esta vez los “inversores” se mostraron profundamente escépticos por la profunda crisis económica y la inestabilidad institucional que vive el país y sus perspectivas.

“Es la peor crisis de Brasil en más de 70 años y coincide con problemas en otras grandes economías emergentes, como Rusia o China”, dijo el profesor de Economía de Harvard y antiguo economista jefe del FMI, Jenneth Rogoff. Y no la consideran una crisis coyuntural: “Brasil se encamina hacia una década perdida”, afirma el ya citado Ray Dalio, “por la conjunción de los tres principales riesgos: alta dependencia de las materias primas, elevado peso de las exportaciones a China y alta deuda empresarial en dólares. Según él, están dadas las condiciones para una “tormenta perfecta” y “una crisis profunda y duradera”.

Al mismo tiempo, el capitalismo imperialista es cruel con aquellos sirvientes que les fueron útiles pero ya han dejado de serlo: pasan a ser descartables. “Es cuestión de tiempo, pero ya damos al Gobierno de Dilma Rousseff y a ella misma por amortizados. Es la única solución”, expresó durante un debate Ian Bremmer, presidente de la consultora Eurasia. Luego aclaró que esperaba que “las instituciones brasileñas funcionasen” y que el recambio se diese dentro de ellas.

Algunas conclusiones

El capitalismo imperialista no solo está agotado históricamente sino que, como lo expresó esta cumbre de Davos, también se muestra incapaz de promover salidas para la crisis que su propio funcionamiento ha generado. Cumpliendo las leyes económicas analizadas por Marx (concentración de la riqueza y centralización de capitales en un polo, miseria creciente en el otro), hoy el 1% de los dueños del mundo posee tanta riqueza como el 99% restante.

En ese marco, sin propuestas para resolver la crisis, las perspectivas son de nuevos y durísimos ataques al nivel de vida de los trabjadores y las masas, y la necesaria respuesta de lucha a estos ataques. Pero en tanto los trabajadores no seamos capaces de elevar esa lucha de resistencia a la formulación de una alternativa de fondo al capitalismo imperialista (la revolución obrera y socialista), la situación da vueltas en círculo o, mejor dicho, en una doble espiral: descendente en la situación económica de las masas y con tendencia ascendente en las luchas.

En tanto, la crisis, los ataques a las masas y las luchas devoran gobiernos burgueses. En Latinoamérica vivimos una decadencia de los “populismos burgueses” (que cabalgaron sobre la bonanza 2002-2012) y el ascenso electoral de la derecha (que se monta sobre la bronca de las esperanzas frustradas por aquellos gobiernos populistas), y su acceso al gobierno, como el de Macri en Argentina. Obligados a aplicar planes de ajuste aún más feroces que sus antecesores, si no derrotan a las masas, su perspectiva es durar aún menos.

En Europa, en varios países, declina la derecha clásica y suben gobiernos burgueses de “izquierda”, como el de Syriza en Grecia, el de coalición PS-PCP-Bloco de Esquerda en Portugal, y posiblemente un gobierno PSOE-Podemos en España. También, rápidamente, como lo mostró Syriza en Grecia, muestran su verdadero rostro ajustador, de gobiernos al servicio del imperialismo.

Es imprescindible romper este círculo vicioso de la bipolaridad burguesa. Sean de “derecha” o de “izquierda” todos estos gobiernos son nuestros enemigos y gobiernan para los “dueños del mundo”. Es necesario, claro, luchar duramente contra sus planes y ataques. Pero en esas luchas es imprescindible ir construyendo nuestra propia alternativa de poder y de cambio profundo de la sociedad. En caso contrario, los trabajadores seguiremos viviendo cada vez peor, mientras ellos se reúnen en medio del lujo y debaten disfrutando sus carísimas bebidas y comidas.

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