Vie Mar 29, 2024
29 marzo, 2024

“Si es Bayer… ¿es bueno?”

La pasada semana se conoció la noticia sobre la compra de la estadounidense Monsanto por la alemana Bayer, por un monto de 66.000 millones de dólares, en la que sin duda es la mayor operación económica de Alemania de los últimos tiempos, y que le permite a la empresa de Leverkusen alcanzar el “número uno” en la ingeniería genética a escala global.

Por: Marta Morales

No obstante, ser el “número uno” no significa, ni de cerca, que quienes consumimos los alimentos y los productos farmacéuticos de una y otra empresa en cuestión, o de ambas a la vez, tengamos nuestros problemas resueltos… ni mucho menos.

En todo caso, el ambicioso plan de absorción de la Bayer lleva incluido las decisiones que sobre los productos químicos y la biotecnología para la agricultura se tomarán de ahora en adelante. Y, disculpen la desconfianza, pero estoy muy lejos de suponer que esto será algo bueno para nosotros, simples mortales de este planeta vilipendiado y sujeto al calentamiento global, la producción de agro-tóxicos, herbicidas, pesticidas y todos los “idas” de este viaje “de ida” hacia la “cosecha digital” que se quiere imponer, como si fuese una moda, con el argumento de que como la población mundial continúa creciendo será necesario el uso de nuevas tecnologías para paliar el hambre de millones de bocas.

Sin duda, el crecimiento de la población mundial hace necesario sí el uso de nuevas tecnologías de producción (más allá de la propaganda «verde» pequeñoburguesa del culto a lo natural, que solo da productos carísimos). De lo que se trata es de que esas tecnologías sean controladas, ayuden de modo real y sin riesgos a paliar el hambre de las masas, y no de que sean desarrolladas solo en función de la ganancia de las empresas.

Y, por lo pronto, lo único que veo en el interés de la compra-fusión es paliar la crisis económica vía la unificación de capitales y de tecnologías que hagan posible mantener el dominio de estos mercados a escala de todo el planeta… aunque la gente muera de hambre, o contaminada con productos cancerígenos.

Un historial temible

A lo largo de los 115 años de existencia de la Monsanto, fundada en 1901, lo que permaneció inalterable fueron las enormes ganancias obtenidas, también a través de los alimentos transgénicos que causaron innumerables enfermedades y hasta la muerte de muchas personas. Y si hablamos de la “seria” compañía alemana que produce medicinas como la aspirina que lleva su nombre, la historia no es muy diferente.

En definitiva, la adquisición de una compañía por la otra solo convertirá a esta segunda en la mayor productora de semillas y pesticidas del mundo y aumentará el temible expediente que ambas tienen, a partir de la utilización de organismos genéticamente modificados.

Y todo eso con el aval, y el crédito, claro, de bancos como Merril Lynch, Goldman Sachs, Credit Suisse, JP Morgan y HSBC, en una denodada carrera de la Bayer para ganarle a su competente suiza Syngenta, devorada este año por la ChemChina, sin olvidar que en esta carrera de consolidación de la industria agroquímica ha habido otras fusiones como la de las empresas canadienses Potash y Agrium, en el negocio de los fertilizantes.

Vale decir que si bien la Bayer es más fuerte que la Monsanto en el terreno de los pesticidas, la empresa estadounidense domina el mercado de las semillas, por lo que convertirse en “número uno” significa para el grupo alemán doblar los ingresos que hasta ahora representaban casi la mitad de su facturación global.

En el medio quedamos, sin duda, los millones de “bocas hambrientas”, presentes y futuras, por los que estos señores y sus empresas “se preocupan tanto” que no duermen pensando cómo van a hacer para “garantizarnos el alimento en los años venideros”. Aunque ese alimento nos provoque la muerte. O sea, ¿moriremos de hambre o de cáncer?… ¡tal vez hasta podamos elegir!

La realidad es que no se puede hablar de estas empresas sin decir que son responsables por la creación y la venta de productos que a lo largo de su existencia han provocado muchos problemas, escándalos, juicios y, sobre todo, daños a la salud y hasta la muerte de muchas personas.

La Monsanto, por ejemplo, ya en los años ’70 fue acusada por el Instituto Nacional del Cáncer de los Estados Unidos, de provocar esta enfermedad vía la utilización de la sacarina que fabricaba como sustituto del azúcar para la empresa Coca Cola. También por esos años se demostró que el líquido refrigerante para condensadores, motores y transformadores eléctricos, que venía fabricando desde los años ’20, provocaba cáncer en los animales y en las personas. Y si bien la Monsanto indemnizó por los daños a los pobladores de Anniston, Alabama, donde estaba localizada la planta que fabricaba esos bifenilos policlorados –que constituían el líquido utilizado y que resultaron ser cancerígenos–, los problemas, los sufrimientos y las muertes que ocasionaron fueron, a toda vista, irreparables.

Más tarde, ya en la década del ’80, la Agencia de Protección del Medio Ambiente (AMPA) le prohibió a Monsanto la fabricación de poliestireno sintético con que se empacan los alimentos… y digo se empacan porque a pesar de todos los efectos demostrados perjudiciales, este sintético aún se produce.

Tal vez uno de los principales productos que convirtieron a la Monsanto en lo que es, para su bien y para el mal del conjunto de la humanidad, fue el Dicloro Difenil Tricloroetano (DDT), el insecticida utilizado para controlar plagas agrícolas y forestales que la empresa comenzó a producir hacia mediados de la década de 1940. Cuando en 1962, la bióloga estadounidense Rachel Carson escribe su libro La primavera silenciosa, advierte en él sobre el peligro de la contaminación ambiental y dice, por ejemplo, que el DDT dura demasiado en el ambiente (en condiciones propicias hasta 20 años) y se acumula en los seres vivos, lo que significa que si en un campo se esparce un kilo de DDT, al cabo de dos décadas todavía contendrá medio kilo de insecticida y cuarenta años después aún tendrá 250 gramos. Y no solo eso, el DDT se ha dispersado por todo el planeta a raíz de su alta persistencia, los vientos y las corrientes oceánicas, por lo que hoy está presente hasta en los hielos polares, y está demostrado que no solo no eliminó las plagas de la faz de la Tierra, como se creía era posible, sino que sus efectos a largo plazo sobre la salud humana siguen siendo motivo de incertidumbre y preocupación.

Pero la lista es larga, no acaba aquí. Podríamos enumerar también la producción de agente naranja que fue arrojado en Vietnam durante la guerra de invasión estadounidense; el herbicida a base de dioxina, que se acumula debajo de la piel de los animales cuya carne es luego consumida por nosotros y que puede interferir en las hormonas Y, además de hacerlo en el sistema inmunitario, causando cáncer; la somatotropina bovina recombinante (rBGH), hormona modificada para aumentar la producción de leche en las vacas y que está relacionada con el cáncer de mama, el de colon y el de próstata, por lo que muchos países ya la vetaron, entre ellos los de la Unión Europea y hasta Argentina, pasando por Japón, Canadá y otros países que al ser económicamente más fuertes tienen mecanismos de control más ajustados.

Para completar este sombrío y temible cuadro que nos ofrece la Monsanto, podemos agregar la denuncia de la científica Stephanie Seneff, del Instituto de Tecnología de Massachusetts, que documenta que existe una correlación entre el aumento del uso del herbicida Roundup, que contiene glifosato, con el aumento de la tasa de autismo en los niños, y que ella asegura que en Estados Unidos “para 2025, uno de cada dos niños será autista”, toda vez que el glifosato está presente en la leche materna en niveles muy altos y este ingrediente activo es un biomarcador de los niños con problemas de autismo, y, por si fuera poco, el uso de Roundup se ha tornado obligatorio en los cultivos con semillas genéticamente modificadas de la Monsanto.

Sin contar, claro, lo que la empresa multinacional ganó todos estos años parasitando “tecnologías” e “invenciones” ajenas. Por ejemplo, el maíz es un cultivo desarrollado por miles de años de «tecnología» indígena, y esos pueblos no reciben nada por su «invención». Pero bastó que la Monsanto modificase un gen (los famosos transgénicos) para que en muchos países la legislación determinase el pago de un canon por cada tonelada de maíz sembrada con esas semillas.

Y la Bayer no se queda atrás. Su historial está plagado de escándalos muchas veces silenciados y otras no tanto, que incluyen los anticonceptivos orales del tipo Yasmin, que pueden ocasionar embolia pulmonar, pérdida de aliento, coágulos de sangre y otros efectos secundarios, en particular las pastillas de cuarta generación, que contienen drospirenona y otras progesteronas recientes.

También la Bayer “se preocupa con nuestra salud” poniendo en el mercado fármacos como el Liposterol –fabricado sobre la base de cerivastatina–, que produce insuficiencia renal y problemas psiquiátricos, y que ha llevado a la muerte a varias personas. Pero, a su vez, para refrendar cómo cuidan de nuestra salud, nos ofrecen también –para contrarrestar los coágulos y las trombosis que ya vimos ocasionan algunos de sus productos– un anticoagulante, el Xarelto, que ha producido en Canadá la muerte de alrededor de 130 personas por sangrados excesivos tras su uso, pero cuya comercialización está permitida hasta en los Estados Unidos con la condición de que en los prospectos haya una advertencia sobre que su ingestión puede incrementar el riesgo de accidentes cerebrovasculares. ¡Una joyita de la industria! ¡No se lo pierda!

No es descabellado pensar, entonces, que si esta es la lista de problemas sobre la que se informa, debe haber otra, mucho más larga y hasta de mayor envergadura, que las “preocupadas multinacionales” desarrollan para paliar la necesidad de producción de alimentos que el crecimiento mundial de la población ocasionará en el futuro, al que ellos contribuirán para evitar “bocas hambrientas”. Yo creo que sí, eso harán… mandándonos a la tumba.

En la ruta del dinero y la ganancia, el mal no se muda… se expande

En un análisis hecho por el periodista del Deutsche Welle, Henrik Böhme, este plantea que la encarnación del mal, título otorgado a la Monsanto, a partir de la compra por la Bayer se mudaría a la Renania del Norte-Westfalia, donde los miembros europeos de la agroindustria van a poder reclamarle directamente a la Monsanto por la controversial forma de hacer negocios, y las consecuencias que esto acarrearía para los “comunitarios” de la UE. Y se pregunta: “¿Era necesario meter al villano en casa y, además, pagar mucho dinero por ello?”.

Es indignante leer la propaganda que estas empresas involucradas en la transacción que nos ocupa hacen en sus páginas institucionales. Dicen, por ejemplo, que “la fusión sería verdaderamente complementaria”, que “los clientes se beneficiarían con la amplia cartera de productos” y que la “Bayer se ha comprometido a hacer posible que los agricultores produzcan suficientes alimentos sanos, seguros y asequibles para alimentar a la creciente población mundial”. “Frente al enorme reto que supone tener que operar en un mundo de recursos limitados, con una volatilidad climática cada vez mayor, se hace claramente necesario generar más soluciones innovadoras que hagan avanzar a la agricultura de nueva generación. Al apoyar a los agricultores de todos los tamaños en todos los continentes, la empresa conjunta se posicionará como el mejor socio para obtener soluciones superiores verdaderamente integradas”, según Liam Condon, vocal del Consejo de Dirección de Bayer AG y jefe de división Crop Science.

Y, a diferencia de Welle, yo no tengo dudas, la encarnación del mal –Monsanto– no se muda de país y de continente, solo se expande… a la Bayer, en Alemania. Esta quiere hacerlo, necesita hacerlo para obtener, además de todo, la hegemonía en el mercado de moda: la “agricultura digital”.

Como la propia empresa lo dice: “Bayer presenta un largo historial de éxitos a la hora de colaborar con las autoridades de todo el mundo para garantizar la obtención de las autorizaciones reglamentarias necesarias, y una gran experiencia en integrar adquisiciones desde una perspectiva empresarial, geográfica y cultural”.

De aquí se deduce claramente que el mundo globalizado les pertenece, no solo en lo empresarial, de lo que ya no hay dudas luego de la fusión con la Monsanto, y en lo geográfico, toda vez que sus empresas tienen una arraigada presencia en América, Asia y Oceanía, sin hablar de su posición en Europa, sino también en lo cultural, como ellos mismos dicen.

Y, ¿qué significa esto? La cultura de la súper explotación, del dominio de los poderosos sobre el conjunto de la humanidad “de bocas hambrientas”, de la destrucción de las tierras cultivables y del medio ambiente por el uso de fertilizantes, pesticidas, transgénicos y un interminable etcétera que a ellos les llena de dinero los bolsillos y las cuentas bancarias mientras aumentan las “bocas hambrientas”, los problemas, las enfermedades y las muertes del resto de los mortales.

En definitiva, lo que expresa esta compra-fusión es un proceso cada vez mayor de centralización de los capitales (menos burgueses que manejan capitales cada vez más grandes). Lo que a buen entendedor significa que cualquier mayor eficiencia y manejo centralizado (proceso natural) se hace no en beneficio de la sociedad, su desarrollo y el derecho de sus habitantes a comer todos los días, sino de la ganancia de los monopolios.

Así, los 66.000 millones de dólares en juego por la compra de la multinacional de herbicidas e ingeniería genética de semillas Monsanto, y los más de 25.000 millones en negocios anuales conjuntos entre esta y la Bayer, pueden tener la certeza que no redundará en beneficio de los pobres del mundo, con más salud, escuelas, viviendas, ni nada de eso, y tampoco lo hará en beneficio del medio ambiente, los ecosistemas y/o el calentamiento global.

La manipulación genética tiene nombres y apellidos, así como los tiene la manipulación ideológica a que intentan someternos para que aceptemos mansamente, calladamente, las aberraciones de un sistema que cada día deja más expuesto a los ojos de todos las barbaridades y los desastres que los poderosos del mundo no tienen empacho en presentar como grandes obras para ese futuro que, de seguir en esta línea, no llegaremos siquiera a ver, tapados por la contaminación ambiental, hambrientos por la codicia del mercado capitalista, enfermos por los productos químicos y biotecnológicos, y que, si tenemos suerte, tal vez lleguemos a poder contrarrestar con una aspirina… de Bayer, porque “si es Bayer, es bueno”[1].

Vamos a expandir una nueva sociedad

Por eso, es necesario y urgente construir una nueva sociedad. No la misma que tenemos hoy, que no se muda sino que se “globaliza” y se expande de un continente a otro para seguir aplicando las mismas políticas, y repitiendo las mismas canalladas, y causando los mismos males que se multiplican cada día como las ganancias en los bolsillos de los asquerosos capitalistas, las hipocresías en los discursos de sus voceros y las siniestras ideologías que sustentan, por así decirlo, que una Monsanto te alimenta con sus semillas y una Bayer te cura con sus aspirinas.

Necesitamos construir un mundo nuevo, libre de transgénicos, de contaminación ambiental, de pastillas para todo, y lleno de posibilidades para que la humanidad desarrolle sus fuerzas productivas, sea posible alimentar y curar, sea sustentable la vida en un planeta que con simples mortales sea capaz de exigir de cada uno según sus potencialidades y de dar a cada uno según sus necesidades. Un mundo nuevo y socialista que termine de una vez con las Monsanto y las Bayer y los que las sostienen y amparan; los agroquímicos y los elementos genéticamente modificados; los privilegios de unos sobre las ruinas de todos los otros; sin semillas transgénicas y hasta, me atrevería a decir, sin aspirinas.

[1] En los años de 1990 el slogan usado en Argentina y otros países latinoamericanos para la Bayaspirina (producto farmacéutico de la Bayer), que era convincente y bastante pegadizo, terminaba diciendo: “Si es Bayer, es bueno”. Y, al menos en mi época, era muy popular repetir “si es Bayer”… (y dejar la frase inconclusa) cuando se quería decir que alguna cosa, cualquier cosa, podía resultar buena o estar bien [N. de A.].

Fuentes consultadas:

http://economia.elpais.com/economia/2016/09/14/actualidad/1473839060_359923.html

http://historiaybiografias.com/ddt/

http://www.bayer.com.ar/centro-de-prensa/noticias/bayer-presenta-una-oferta-para-adquirir-monsanto-y-crear-un-lider-mundial-en-agricultura.html

http://www.ambito.com/854955-nuevo-gigante-bayer-sello-la-compra-de-monsanto-en-us-66000-millones

Hedelberto López Blanch. “Bayer-Monsanto: una unión diabólica”. Disponible en: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=217072.

Henrik Böhme, “Bayer alcanzó su meta: Monsanto”, en Análisis&Opinión: http://www.americaeconomia.com/analisis-opinion/bayer-alcanzo-su-meta-monsanto

 

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